Albasini prolonga en la Volta la racha del GreenEdge

Michael Albasini, un veterano suizo del GreenEdge, ganó la primera etapa de la Volta apenas 48 horas después de que otro ciclista del mismo equipo, el australiano Simon Gerrans, se cubriera de la misma gloria en el lungomare Calvino de San Remo al final de la classicissima. Así de a lo grande se ha presentado en dos de las carreras europeas más históricas un equipo australiano que no anuncia nada, otro capricho de millonario como el BMC, el Katusha o, en su momento, el Leopard o el Columbia, construido por dos artesanos asentados en España –Neil Stephens y Matt Whitte-, agarrando corredores de aquí y de allá.

A Albasini lo sacaron justamente del Columbia, que desapareció cuando a su mecenas, Bob Stapleton, se le acabaron las ganas de seguir gastando millones. Hijo de Marcello, preparador en su momento de la cantera suiza y actualmente de la estadounidense tras un fugaz paso por el Cervélo, Michael Albasini, de 31 años, ganó en solitario y de manera extraordinaria después de dejar clavados a sus cuatro compañeros de fuga en la subida al Collsacreu, a unos 20 kilómetros de la llegada. Contaba entonces con 2m 40s de ventaja sobre un pelotón lanzado en la caza, pero llegó a la meta de Calella con 1m 32s sobre el gran grupo. Entre medias, intercalados, los otros dos supervivientes de la fuga, Delaplace y Edet. Aunque el historial de Albasini, corredor grande y fuerte con poco espíritu para las escaladas largas, figuren el triunfo final en las Vueltas a Gran Bretaña y Austria, sería una sorpresa si conservara el liderato de la Volta el próximo domingo, cuando termina en Barcelona. Entre medias –el martes mismo, el puerto de Els Àngels, con cima a 10 kilómetros de la meta en Girona; el miércoles, la subida final a Port Ainé, en Andorra; el jueves, Les Paumeres, en Ascó y el viernes, Montserrat-, habrá suficiente montaña para que los grandes favoritos –Valverde, Leipheimer, Wiggins, Samuel- tengan terreno para desbancarlo.

Aunque no corrió en San Remo Albasini, la victoria de otro greenedge en Calella, refuerza en cierta manera el nexo sentimental que siempre ha unido a la San Remo con Cataluña. Antes con la Setmana Catalana –los autobuses de los equipos aparcados en el arcén de la entrada a la autopista de la ciudad italiana, con el motor en marcha esperando para arrancar raudos hacia la Costa Brava; los auxiliares jugándose el tipo en la carretera para llegar a la siguiente carrera-, ahora con La Volta, una carrera desarraigada pese a ser la más antigua de España, sin fecha fija en la memoria desde que la Vuelta la desplazó de septiembre a la primavera. En peligro de desaparición, solo 200.000 euros aportados por la Unión Ciclista Internacional a cambio de los derechos televisivos, han permitido su supervivencia.