El Getafe, rey de la chiripa
Un gol de Íñigo Martínez en propia puerta da la victoria al conjunto de Luis García frente a la Real Sociedad (1-0) en un partido sin nervio
Tan desapasionado como la literatura de un manual de instrucciones, tan soso como la celebración del gol que valió la victoria. El Getafe y la Real Sociedad firmaron un partido soporífero que se resolvió de chiripa. A 10 minutos del final, un centro de Barrada desde el costado izquierdo se convirtió en un enigma para la defensa donostiarra y le dio los tres puntos al conjunto azulón que ya vislumbra el territorio de la permanencia. Incordiado por Güiza que acudía al remate, Bravo fue incapaz de agarrar una pelota que en sus brazos pareció una pastilla de jabón y, de rebote, Íñigo Martínez la embocó en su portería. Incrédulos ante semejante chamba los locales apenas festejaron un gol que les aleja de las angustias. Todos miraban a Güiza que, inexpresivo, renunciaba a la paternidad del tanto. Era el tercer rebote decisivo en el que participaba. Donde no le alcanzó el juego, al Getafe le llegó la fortuna.
Getafe, 1 - Real Sociedad, 0
Getafe: Moyá; Valera, Rafa (Miguel Torres, m. 42), Alexis, Mané; Michel, Lacen; Pedro León (Casquero, m. 83), Barrada, Diego Castro; y Miku (Güiza, m. 66). No utilizados: Codina; Masilela, Juan Rodríguez, Sarabia y Gavilán.
Real Sociedad: Bravo; Estrada, Demidov, Íñigo Martínez, Cadamuro; Illarramendi, Bergara (Elustondo, m. 15); Xabi Prieto, Zurutuza, Griezmann (Agirretxe, m 89); y Vela (Ifrán, m. 71). No utilizados: Zubikarai; De la Bella, Ansotegui e Ifrán.
Gol: 1-0. M. 80. Íñigo Martínez. M. 80.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Bergara, Rafa, Michel, Griezmann, Diego Castro, Demidov y Cadamuro.
Unos 9.000 espectadores en el Coliséum
Era la primera tarde del curso en la que faltaba a su cita el Cata Díaz, patriarca de la defensa azulona, y, entre la inseguridad y el desamparo, el Getafe arrancó más timorato que de costumbre, más preocupado por el orden que por el despliegue. Pero en una extraña ley de la compensación, Montanier decidió prescindir de su máximo artillero en lugar de hurgar en la herida. Aguirretxe se quedó en el banquillo y el técnico francés encomendó su ataque a la gracilidad de Vela. Poca pólvora sobre el tapete.
Tan correctos como desdentados, ambos equipos se entregaron a un protocolario intercambio de posesiones apenas alterado por esporádicos arreones, casi todos por parte del conjunto donostiarra. Zurutuza y Griezmann atosigaron sin suerte a Moyá en varias ocasiones, pero si alguien estuvo cerca del gol ese fue Miku. El delantero venezolano encumbró el desatino con un fallo clamoroso. Barrada se filtró entre los centrales de la Real y le sirvió con sutileza un balón que parecía un regalo. A un palmo de la frontal del área chica, solo frente a Bravo y con tiempo para escoger el tipo de resolución más recomendable, a Miku se le nubló la vista y se le atascó el gatillo. La pelota se fue al limbo mientras el delantero se santiguaba en busca de redención. El error desató la desilusión, primero, y el bostezo, después.
Las cotas de prudencia superaban con creces a las de puntería. El fútbol funcionarial ganaba terreno a la ambición. Ambos equipos llegaban a la cita con la intención de consolidar sus opciones de permanencia en Primera y, desde el principio, un punto les pareció buen premio. El Getafe llegó a ser último en la undécima jornada, la Real le relevó como colista a la semana siguiente y una vez vistas las orejas al lobo, la medianía se ha convertido en un territorio idílico.
Así se mueven azulones y realistas, como almas gemelas, ofreciendo menos de lo que se les intuye y, por momentos, entregados a la inercia. El partido languidecía camino de un amistoso reparto de puntos cuando Luis García recurrió a Güiza y, de chiripa, le resultó la fórmula.
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