Kaká, por accidente
El brasileño alcanza un buen nivel gracias al infortunio de Di María
La victoria del Madrid sobre el Betis en el estadio Benito Villamarín encumbró a Cristiano Ronaldo, que metió su 32º gol en esta Liga y ya suma 99 en dos temporadas y media en el campeonato español. La cifra se agranda con el contraste. Drogba necesitó ocho cursos para alcanzar ese número con el Chelsea y Raúl precisó seis completos para redondear sus primeros 100 goles.
La eficacia del goleador portugués del Madrid, sin embargo, no sería posible sin la contribución del fabuloso puñado de atacantes que le rodean. Ni Drogba ni Raúl contaron con la asistencia simultánea de tantos futbolistas tan buenos en su apogeo: Özil, Benzema, Higuaín, Marcelo, Di María y, últimamente, Kaká. Como dijo Juanito, exdefensa del Betis: “La calidad de los jugadores que tiene alrededor ayudan mucho a Cristiano. Sus números mejoran con esa compañía”.
Cristiano brilló en Sevilla gracias a la silenciosa habilidad de Kaká para hilar los contragolpes. El mediapunta brasileño, que venía de meter un gol y dar dos asistencias contra el Espanyol, participó en la gestación de los dos goles del luso. En el 1-2 recibió el balón de Pepe en el círculo central, explotó el espacio a la espalda de Iriney y abrió la jugada a Marcelo con un pase en el momento justo para desencadenar el desenlace de la jugada. En el 1-3 definitivo provocó el córner que remató Cristiano.
El Madrid y Cristiano no serían los mismos sin el fino trabajo del mediapunta
Kaká solo necesitaba tiempo. Lo dijo el pasado 28 de agosto, después de jugar los últimos 15 minutos en La Romareda, en el primer partido de la temporada. Salió del banquillo de los suplentes, metió un gol y, al asomarse por la boca de los vestuarios, ya mascullaba el discurso que repitió con melancolía durante tantos meses. “No es el primer buen partido que hago”, dijo; “lo único que necesito para volver a ser el que fui es continuidad, jugar muchos partidos seguidos”.
El calor remitió, los árboles se deshojaron y ahora, con la floración de la primavera inminente, Kaká tiene su tiempo. No se lo debe a la planificación tanto como a la fatalidad. Su entrenador, José Mourinho, responsable de repartir minutos, le pone ahora con frecuencia porque Di María está lesionado.
El brasileño se está pareciendo al jugador por el que Florentino pagó 65 millones
Mientras el argentino estuvo sano, el técnico prefirió postergar a Kaká, a quien puso en la lista de bajas para negarle el derecho a ir convocado a Valencia en noviembre. El brasileño, que se encontraba bien, se sintió tan maltratado por el entrenador que dejó de hablarle durante semanas. Ambos, con reproches mutuos, se rehuyeron. La predisposición de Mourinho nunca fue buena hacia un futbolista a quien el año pasado, en conversaciones con sus ayudantes, comparaba con Shevchenko en su época del Chelsea: un jugador famoso pero agotado, solo sostenido en el equipo por el empeño de un presidente caprichoso.
Por la lesión de Di María, una circunstancia accidental, Kaká se está pareciendo al jugador por el que Florentino Pérez pagó 65 millones de euros en 2009. Su mejora es palpable desde la vuelta (2-2) de los cuartos de final de la Copa en el Camp Nou, el día en el que el Madrid acorraló al Barcelona con un equipo titular sin precedentes en el historial de Mourinho. Un equipo en el que Kaká se vio jugando sin que se lo esperara.
El declive del Barça coincidió con los mejores partidos del Madrid esta temporada. En casi todos estuvo presente Kaká, cuya labor, muchas veces, resulta tan fina como poco estridente. El choque con el Betis fue uno de esos partidos en los que trabajó en la sombra. No se le vio en las fotos, pero, sin él, este Madrid y los números de Cristiano no serían los mismos.
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