Ayew castiga el cálculo de Ranieri
El ghanés revoluciona al Marsella y le da el triunfo en el Velodrome ante el envejecido Inter (1-0)
André Ayew, ghanés de 22 años, hijo del mítico Abedi Pelé, sentenció al Inter en el último suspiro. Cabeceó el córner lanzado por Valbuena y, en un par de minutos, dinamitó toda la trama defensiva establecida por Ranieri. Hasta el minuto 90, el Marsella no había disparado entre los tres palos de Julio César. Entonces, Ayew lo hizo en dos ocasiones: primero un disparo con el exterior de la zurda que el meta brasileño desvió a córner; y, a continuación, el cabezazo picado que despertó justo al final un encuentro anodino, castigando la racanería de un Inter encantado con el empate sin goles.
O. Marsella, 1 - Inter, 0
Marsella: Mandanda; Azpilicueta (Fanni, m. 79), Diawara, NKolou, Morel; Cheyrou (Kabore, m. 83), Diarra; Amalfitano, Valbuena, Andre Ayew; y Brandão. No utilizados: Racigliano,, Traore, Sabo, Jordan Aye, Gignac.
Inter: Julio César; Maicon (Nagatomo, m. 46), Lucio, Samuel, Chivu; Zanetti, Stankovic, Cambiasso, Zárate (Obi, m. 63); Sneijder; y Forlán. No utilizados: Castelazzi, Radocchia, Poli, Milito y Pazzini.
Gol: 1-0. M. 92. André Ayew cabecea un córner enviado desde la esquina izquierda por Valbuena.
Árbitro: Cuneyit Cakir. Amonestó a Stankovic, Zárate, Chivu, Diawara,
Unos 30.000 espectador en el estadio Velodrome.
Hubo un tiempo en que el fútbol francés era un lujo para la vista. Corrían los años ochenta y cada equipo francés venía adornado de fantasía, creatividad e inspiración. Pero en algún momento se estropeó todo. Empezaron a ganar espacios los jugadores de preponderancia física y hoy ya son mayoría, dejando muy poco lugar a la imaginación. Deschamps nunca fue un esteta, per sus equipos heredaron un espíritu competitivo que solo se vio al final del encuentro, de la aparición inesperada de Ayew.
Con todo lo mal que llegaba el Inter -cinco derrotas de los últimos seis partidos-, el cuadro de Ranieri ofreció una imagen mucho más consistente en el arranque del duelo: sólido atrás y punzante arriba siempre y cuando Forlán pudiera enlazar con un Snejider difuminado. El Inter llevó al extremo su vocación global al alinear a 11 extranjeros. Ranieri castigó los recientes horrores defensivos de uno de sus escasos italianos, el central Ranocchia, y apostó para cerrar la defensa con Lucio y Samuel, acompañados por otros dos clásicos, Maicon y Chivu. En un intento de volver a los orígenes, eran todos, menos Forlán y Zárate, de la vieja guardia. Fiados una vez más al espíritu del viejo capitano, Javier Zanetti, un milagro de la naturaleza verlo correr con esa fuerza a los 38 años: en una jugada más propia del rugby, lanzó una patada a seguir bombeada que él mismo alcanzó tras recorrer 30 metros, recortándole mucha ventaja al lateral izquierdo Morel.
Más allá de algunos intentos frustrados de Valbuena, el Marsella fue en el primer tiempo un equipo plano en ataque, sin profundidad, ni pases ni remate. Un conjunto poblado de futbolistas toscos donde Brandão, el punta brasileño, no encontró ni media ocasión de evocar al poderoso atacante que fue en el Shakhtar.
Ranieri movió una pieza en el descanso: entró Nagatomo por Maicon, lesionado, en el lateral derecho. El Inter envejeció de repente en el segundo tiempo, cada vez más lejos de su único punta (Forlán), cada vez más proclive a dar patadas sin venir a cuento como la de Chivu a Amalfitano.
El Marsella encontró algo más de fluidez, estirado por la insistente percusión desde la banda derecha de Azpilicueta, que, además, había secado a un Zárate inofensivo. Ranieri dio paso entonces a Obi para que midiera la sobriedad defensiva del zaguero español: obtuvo la misma respuesta. El partido se acababa ante la satisfacción de Ranieri, que masticaba un empate redentor, de no haber sido porque Ayew quiso parecerse a su padre y rompiera la eliminatoria a su favor.
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