La herencia de Mussolini
El grupo radical 'Irriducibili', nacido en 1987, ha acompañado al Lazio y definido el carácter fascista y antisemita del club romano
"Negro bastardo, los hinchas del Lazio te odian", escribió uno. "Eres un mono enorme", añadió otro. Estos fueron los mensajes que recibió el delantero Djibril Cissé en su cuenta de twitter por parte de dos tifosi, poco después de que se marchara al QPR londinense. Los insultos llegaron de dos individuos aislados, tan tachados por la sociedad como aplaudidos por los Irriducibili, el grupo radical y ultraderechista del club romano. Fue, en cualquier caso, un recordatorio de que en el Lazio -que se bate hoy con el Atlético (19.05. Cuatro) en la ida de los dieciseisavos de la Liga Europa- sigue latente el caldo de cultivo fascista. Una herencia que nació el 6 de octubre de 1929, el día que Benito Mussolini se hizo socio del club al pagar una cuota de membresía de 1.000 liras. "El racismo nos da asco, forza Lazio es nuestro cántico", entona el Olímpico. No así la curva norte, donde se ubican los ultras, donde los episodios fascistas y antisemitas, por repetidos y alarmantes, han cosido la etiqueta negra del club. Algo que choca con la idea fundacional de la entidad.
Oficial en la Guerra Italo-Abisinia, Luigi Bigiarelli -atleta y fundador del club- rechazó desde 1896 la violencia y encontró en el atletismo la paz que ansiaba. Todo empezó cuando le negaron la participación en la carrera Giro di Castel Giubileo porque necesitaba estar inscrito en una sociedad. "¿Por qué no creamos una?", preguntó a sus cuatro amigos. Días después, el 9 de enero de 1900 nació el Lazio, de color azul claro y blanco en honor a los JJOO de Grecia. Un grupo que defendía la fraternidad y universalidad. Unos años más tarde llegó Mussolini y tras él, el fascismo.
Fue el Duce el que contagió el grito de "¡Boia chi molla!" ["verdugo el que abandone la lucha"] que todavía se escucha en el Olímpico cuando se miden al Roma y al comunista Livorno. Un rugido acuñado en los Fasci di Combattimento, núcleo del Partido Nacional Fascista de Mussolini. Todo eso lo absorbió Giorgio Chinaglia, el siguiente héroe lazial, de 1969 a 1976. Apodado Giorgio Long John, nombre del pirata Longh John River de la Isla del tesoro de Stevenson, Chinaglia fue delantero de Italia en Alemania-74, segunda línea de rugby, presidente del Lazio, Cosmos y Ferencváros, cantante, entrenador, representante... Pero sobre todo fue y es fascista y laziale.
Como explica Guy Chiappaventi en Pistole y palloni, jugó en un Lazio triunfal y polémico, donde el vestuario estaba dividido en dos -"o con Chinaglia o con Gigi Martini"-, y donde llevar pistola era una obligación. Pero Long John se ganó a la afición porque en los derbis celebraba los goles bajo el manto colérico de los hinchas del Roma. De paso, forjó un vínculo perenne con los cuatro fundadores de los Comandos Monteverde Lazio-74, otro grupo de hinchas del Lazio. Tanto es así, que en 2006 les convenció para amenazar a las esposas de los directivos para que le vendieran el club con una empresa falsa. Aunque John ya fue presidente del Lazio en 1983 y lo descendió, la afición estuvo meses pidiendo su regreso. Es la grada que dejó en herencia Mussolini, la de la extrema derecha.
Por eso no extrañó que en 1992, después de que el Lazio venciera al Roma, la grada devolviera la camiseta que les regaló a pie de campo Aaron Winter, el primer jugador negro en la historia del club, además de judío. Tampoco chirrió en el derbi de 1998 una pancarta en la que rezaba: "Auschwitz es vuestra patria; los hornos, vuestras casas". En 2000, la grada defendía a Mihajlovic, un ídolo por su ideología xenófoba y fascista. Y en 2001, cuando el Roma ganó la Liga, se leyó: "Equipo de negros, grada de hebreos".
También una mañana de 2001, las calles de Roma amanecieron con numerosas pintadas racistas. "Liverani, sucio negro". Resulta que el club había fichado al segundo jugador negro en su historia. Pero, caprichosa la grada, no todos fueron vilipendiados. A Verón, que tiene tatuado a Che Guevara y siempre fue adorado. Pero los ultras, que en duelos claves pueden llegar a 6.000, siempre prefirieron el tatuaje con la efigie de Mussolini que llevaba Di Canio que con 20 años, su primer gol en un derbi bajo la afición del Roma, al más puro estilo de Chinaglia. A los 36, cuando regresó, no racaneó en saludos romanos, tipo Mussolini. Ahora, Konko, Diakité y Makinwa, jugadores negros del equipo, no reciben insultos. Pero a Klose sí que le mostraron una pancarta en la que se leía "Klos mit uns", en referencia al eslogan militar utilizado por los nazis Gott mit uns (Dios con nosotros). "La política debe quedarse fuera del estadio", respondió Klose. Sus goles le perdonan. Algo que no ha ocurrido con frecuencia en el Olímpico desde ese 6 de octubre de 1929, cuando Mussolini pagó 1.000 liras.
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