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El Madrid pide hora al Barça

El equipo de Mourinho sella al Málaga con un afortunado gol de Benzema tras un buen segundo tiempo

El Madrid pide hora. Sin milagro de Osasuna, la semana que viene le esperará el Barça y otra vez se paralizará el universo. En Málaga, el Madrid apagó la luz en el primer tiempo, en el que se limitó a mantener la mirada, y luego, con menos corsé táctico, se impuso a un rival que compitió hasta donde pudo. Hasta que su portero sufrió un accidente y Benzema, tocado por las hadas en estos tiempos, hizo bingo con un disparo de uña. Suficiente para este Madrid gestor; inalcanzable para un Málaga que aún necesita algo más que jeques. El fútbol no se compra en un día. Lleva su tiempo, si hay paciencia.

Por más que Mourinho expresara en la víspera que esta ya no es la Copa más importante de la historia -versión alejada del discurso presidencial-, en La Rosaleda dictó la versión prudente del Real Madrid. Cuando a Xabi Alonso le escoltan Lass y Khedira, o Pepe el curso pasado, el equipo emite señales defensivas desde la alineación. No es que se refugie en el perímetro de Casillas, sino que planta un dique en el medio y destierra a sus delanteros, que deben buscarse la vida por su cuenta. Sucedió en Málaga, donde el Madrid, tieso, sin movilidad y muy contemporizador, se dispuso del principio a negociar la vuelta en función del resultado de ida. Temeroso a su vez el grupo de Pellegrini, el partido resultó un duelo entre dos comerciantes, entre dos adversarios sin otra decisión que esperar una rendija, una jugada circunstancial en la que le favorecieran los dados. Sin remedio, resultó en encuentro áspero, selvático en el centro del campo y desértico en las áreas, donde Casillas y Caballero pasaron una hora con el abanico. Iker lo mantuvo, a Willy se le complicó cuando el Madrid recuperó el ingenio, ya en el segundo periodo.

Málaga, 0 - Real Madrid, 1

Málaga: W. Caballero; S. Sánchez, Demichelis, Mathijsen, Monreal; Toulalan, Cazorla; S. Fernández (Rondón, m. 66), Isco (Buenanotte, m. 74), Eliseu (Maresca, m. 74); y Van Nistelrooy. No utilizados: Pol; Gámez, Weligton y Duda.

Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, S. Ramos, Coentrão; Lass, X. Alonso, Khedira (Özil, m. 43); Kaká (Marcelo, m. 46), Higuaín (Benzema, m. 68) y Cristiano. No utilizados: Adán; Albiol, Callejón y Altintop.

Gol: 0-1. M. 71. Tiro flojo de Benzema. Caballero se arrodilla para coger el balón y se le cuela entre las manos y las piernas.

Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Demichelis, Rondón, Lass y Ramos y expulsó a Arbeloa (m. 88) por dos amonestaciones.

La Rosaleda: unos 29.000 espectadores.

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Ausentes de la titularidad por diferentes motivos Di María, Marcelo, Özil y Benzema, cuatro chisposos, el equipo de Mourinho se quedó en la sala de espera. Salvo Kaká, que no estuvo en ningún lado, lo que aún rebajó más al conjunto madridista, que se quedó sin hilo con los dos delanteros, CR e Higuaín, que solo encontraban la pelota si metían la marcha atrás. A cambio, poco ganó el Madrid con el tendal en el eje. Khedira no tuvo ningún impacto sobre Cazorla, en realidad su única misión. Retraído el Málaga, solo asomó cuando el asturiano abrió el juego con sus pases kilométricos a una banda u otra. Khedira no fue escudo alguno. Esto de los trivotes no es más que un sedante imaginario para algunos técnicos. Del aperturismo de Cazorla surgió el equipo malacitano en contadas ocasiones. Sobre todo por el costado de Eliseu, el más revoltoso, por izquierda y derecha. Con dos machotes junto a Alonso, el Madrid cerraba el embudo, no las orillas, donde Cristiano y Kaká solo tienen la vista al frente. A las contadas aceleraciones de Eliseu y Sergio Sánchez, los dos laterales blanquiazules, intentaba sumarse Van Nistelrooy como punto final, pero al holandés ya le pesan las piernas. Ni los grandes, los grandes de verdad, son eternos.

Secuestrado el juego, ambos aceptaron la incertidumbre. Nada alteró el guion de Mourinho, ni siquiera la lesión de Khedira, elegido para el pico y la pala y resulta que convertido en el jugador más peligroso del Madrid en el primer acto. Un remate suyo desde el callejón izquierdo fue desviado por Willy Caballero al tiempo que el alemán se desplomaba tras una entrada de Sergio Sánchez justo en el momento del disparo. Se acercaba el descanso, y en el intervalo Mourinho, que había introducido a Özil, recuperó la trinchera. Marcelo, relevo del invisible Kaká, saltó al lateral y Coentrão hizo de Khedira junto a Lass y Alonso. El mismo dibujo, sí, pero con otra perspectiva, la que tienen chicos como Marcelo y Özil, que no tienen amarras. Ya con Benzema en escena, el Madrid fue otra cosa. Hay jugadores que hacen recuperar la sonrisa a su equipo, por más que hayan sido excluidos de la secuencia inicial. Predispuesto a contener, el Madrid fue ganador cuando cayó el muro. Hay muchos técnicos que se atribuyen los tiempos del fútbol: primero se contempla y luego, la puntilla. Puede ser, pero mucho más cierto es que son los jugadores los que marcan la partitura. Los entrenadores, Mourinho y muchísimos otros, visualizan en sus entrañas un partido; los futbolistas ejecutan el suyo. Con menos miedo, con otros jugadores, se impuso el Madrid.

Por más que fuera una pifia de Caballero, el gol de Benzema premió al único gobernante del juego, el Madrid que poco a poco dio un paso al frente a lo largo del segundo tramo. El remate del galo fue más bien churro, pero cuando los dioses apuntan con el dedo los hay que tienen dicha sí o sí. Caballero, de forma infantil, se coló entre las piernas un disparo parvulario del francés. Un infortunio para el meta -nadie queda más en evidencia que los porteros, protagonistas siempre del plano final-, y una merecida suerte para el otro Madrid, el que deshizo los nudos y con sus mejores actores gobernó la partida. Ahora, el Barça a la vista. No será la mejor final de la historia, como sentenció Florentino Pérez en su cuento navideño, pero quién sabe si no será el mejor cuarto jamás recordado.

Benzema celebra su gol
Benzema celebra su golMARCELO DEL POZO (REUTERS)
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