Tratado de igualdad en el Coliseum
Getafe y Athletic empatan a todo (0-0), menos a tarjetas
Dos no se pegan si uno no quiere y dos se respetan si ambos quieren. Getafe y Athletic fueron limpios y educados y trataron el fútbol con mucha posesión, poca transición, mucha velocidad y un respeto absoluto por los porteros, como si entendieran que son seres desamparados sobre los que caen las culpas y pocas veces los premios. Y los respetaron con una devoción que hasta desagradó a Moyá e Iraizoz por su falta de trabajo. Fútbol hubo en el Coliseum Alfonso Pérez, pero era un fútbol con prismáticos, panorámico, con pocos primeros planos, ni siquiera con planos americanos, de medio cuerpo. Lo más hermoso lo hacía Cata Díaz, un central de los que adoraban en Inglaterra, poderoso y musculoso, valeroso, que decidió coserse espumillón en la bota y protagonizar varias salidas de la cueva con una elegancia insospechada.
GETAFE, 0 - ATHLETIC, 0
Getafe: Moyá; Valera, Cata Díaz, Rafa, Masiela; Míchel, Casquero, (Lacen, min.77), Abdel, Pedro Ríos (Gavilán, min.72); Miku y Güiza (Diego Castro, min.82). No utilizados: Codina; Torres, Sarabia y Rodríguez.
Athletic:Iraizoz; Iraola, Amorebieta, Javi Martínez, Aurtenetxe; Iturraspe, De Marcos (San José, min.54), Susaeta, Muniaín (Ibai, min.83),Ander; y Toquero (Llorente, min.65). No utilizados: Raúl; Ekiza, David López e Íñigo Pérez.
Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Rafa, Güiza, Míchel y Aurtenetxe.
Coliseum Alfonso Pérez. 9.000 espectadores.
Estaba claro que la ausencia de Llorente (que entró mediada la segunda mitad) le aquietó el miedo y le fortaleció el espíritu. Pero, gracias al Cata, el Getafe pudo superar la primera línea de presión, ambiciosa, del Athletic, y eso le permitía llegar muy lejos sin necesidad de contar con sus dos pivotes, Casquero y Míchel, muy desafortunados. Su problema es que todo lo que nacía del espumillón de Cata Díaz moría como espuma de gaseosa al borde del área. El Athletic dependía de Ander Herrera para buscarse las alubias por el verde. Y Herrera, hiperactivo, hipermotivado, jugaba hiperacelerado. Buscaba pases de Xavi a los que le faltaba esa distancia mágica que separa lo bueno de lo maravilloso: dos centímetros parta saborear la gloria.
El problema del Athletic era que su jugador múltiple, el que le da superioridad numérica en cada partido, Óscar De Marcos, dio todos los síntomas de flaqueza que nunca había dado y capeó el partido como un ánima en pena, correteando sin sentido, perdido en el coliseo, agotado. Tampoco Muniain está para fiestas, ni siquiera el día de su singular gesta de cumplir 100 partidos oficiales con el Athletic, con 19 años recién cumplidos en solo tres temporadas como rojiblanco. No está fino. Más parece un fijo discontinuo que el jugador desequilibrante que se le conoce.
Así que el primer periodo se malgastó en la igualdad, con un rematito de cabeza de Miku al regazo de Iraizoz y un tirito de Susaeta, como acto de presencia. Era el preámbulo de una segunda mitad más rota y por lo tanto más excitante. El Cata Díaz se quedó atrás en espera de la salida de Llorente y los delanteros del Getafe, Güiza y Miku, náufragos del partido, lanzaron señales de humo. A Güiza le sobró un recorte (¡quién lo diría en estos tiempos!) para malgastar un gol anunciado, y a Aurtenetxe le anularon un gol por fuera de juego de Javi Martínez, su pasador, en una jugada de estrategia.
En pleno ejercicio de toma y daca, Susaeta, evanescente, se sacó un disparo envenenado desde una posición inverosímil que dio en el larguero y en el poste. Increíble, pero cierto. Y Miku, para no ser, menos cabeceó al larguero, entre tres torres rojiblancas. Increíble pero cierto. Y se murió el partido repartiendo conmiseraciones a cada uno. El Getafe con un punto sin sal que sin embargo sigue dejando virgen su estadio para el Athletic: ocho visitas, ninguna derrota. Llorente, presente pero ausente, por su vuelta a los terrenos de juego, un mes y medio después; Muniain, con su centenario a cuestas como único botín. Un empate, dos largueros bien repartidos. Pura democracia. Solo se desequilibró el partido en las amonestaciones, (3-1 a favor del Getafe), pero fue pura anécdota.
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