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El particular universo de La Cartuja

La jornada inaugural sufre primero con la lluvia y luego con el sol

El Estadio de La Cartuja, apenas 120 millones de gasto y concebido para ser reutilizado por Sevilla y Betis después de los Mundiales de Atletismo de 1999, se ve condenado a mudar de piel para mantener cierto sentido como instalación en la capital de Andalucía. Lo mismo alberga un macroconcierto que una final de la Copa Davis, en este caso la segunda, después de la de 2004, ante Estados Unidos. Con las pistas de atletismo destrozadas y el césped hecho una auténtica ruina, en el fondo norte del estadio emerge la monumental pista, cuyas gradas supletorias son completadas por el graderío del propio estadio. La cubierta, que costó 600.000 euros, fue acabada el pasado lunes, con prisas y mucho trabajo, una eficiente labor que no pudo impedir que la inesperada presencia de la lluvia en Sevilla a lo largo de la mañana provocara algunas goteras. El equipo argentino protestó, salió el sol y todo quedó arreglado. Al menos para los tenistas, ya que el sol sí pegó con intensidad en algunas zonas de los palcos y sobre un sector de la grada ocupado por la afición de Argentina. Algunos de estos hinchas argentinos se descamisaron pronto. Entregados a su equipo, los 2.500 aficionados sudamericanos dieron color a la grada, muchos con camisetas de Racing, Boca, Independiente o ese River que ahora purga sus penas en la Segunda División argentina. Pelearon contra los 24.000 españoles que prácticamente llenaron el aforo total de 27.700 plazas con las que cuenta esta pista de La Cartuja, un nuevo registro en este tipo de eventos.

Se ponía el sol para España con la actuación de Nadal mientras algún que otro incidente, leve, afortunadamente, alteraba el ánimo de la grada. Argentinos y españoles sufrieron con el humo de una plancha que desprendió un insoportable olor a fritanga a través de uno de los vomitorios. La policía intervino para que la plancha fuera clausurada, con lo que el problema se solucionó. Más complicado fue el asunto de la cabeza caliente, la grúa televisiva molestó también a una parte de la grada. "¡Qué quiten la grúa!", se escuchó con desesperación.

Apareció la habitual charanga animando a España, con pasodobles que se enfrentaron al rítmico vaivén de la barra quilombera, pancartas que reflejaron la geografía española. Alguna de ellas, por cierto, le recordaba a Noah que la pócima que hace imbatible a Nadal y compañía es fruto del esfuerzo y el trabajo, no del dopaje. Sin duda, el tenista francés fue uno de los personajes más odiados por la grada española, mucho más que los tenistas argentinos que se batieron el cobre en la pista ante los españoles.

Camisetas del Betis y del Sevilla ofrecían también cierto color local a una grada exultante, animosa, que dio colorido a un espacio deportivo extraño, mitad espectacular mitad llamativo con esas gradas laterales de visibilidad reducida. Vendidas a un precio más barato, hicieron sufrir a sus ocupantes por la lejanía y por tener que sortear dos de las cuatro columnas en las que se sostiene la cubierta, al final comprada por el ayuntamiento antes que alquilada y que será reutilizada en otras instalaciones deportivas de la ciudad. Es de esperar que no sea robada, como la de 2004.

No faltó en la primera jornada alguna que otra cola en el acceso de los coches a los aparcamientos, las interminables caminatas de los periodistas para ocupar su plaza en la grada, junto a los aficionados, y los nervios de unos organizadores que se afanaron, eso sí, en que no faltara un detalle. En sus previsiones no contaban con esa lluvia traicionera que aguó algo una jornada que se fue enderezando cuando salió el sol, a partir del mediodía. No podía faltar en Sevilla, la ciudad talismán, como reza su lema.

España y Argentina forman antes del inicio de la final de la Davis.
España y Argentina forman antes del inicio de la final de la Davis.ALEJANDRO RUESGA

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