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Ferrer ataca donde duele

El alicantino gana (6-4 y 7-5) por primera vez en seis partidos sobre cemento a Murray, con molestias en una pierna

"¡No! ¡No! ¡Noooooo!", se grita el escocés Andy Murray, desesperado. "¡Vamos, vamos!", le chilla el público a su héroe, un fantasma sobre la pista, lívido y doliente, pedida ya la atención del fisioterapeuta, mientras David Ferrer, su contrario, busca y rebusca con saña en su armadura mellada. Es bola de break y de set para el español (4-5). Es un peloteo lanzado, la especialidad del alicantino. Es, también, la aparición de un Murray orgulloso, que pelea tiro a tiro, pelota a pelota ese punto decisivo hasta hacerlo suyo. Eso coloca a Ferrer, el hombre de hierro, ante una encrucijada: creer o claudicar. Hace mucho tiempo que el número cinco mundial hizo de la fe su marca: se procura una segunda bola de rotura, la convierte, y se lanza ferozmente hacia la victoria (6-4 y 7-5), lo que le coloca en cabeza del Grupo A, que ahora (21.00, Canal+/Tdp) verá el Novak Djokovic-Tomas Berdych. A la sexta llegó la primera victoria del español sobre el británico en cemento.

Frente a un Ferrer intensísimo, un Murray desdibujado. Abandonado por el primer servicio (apenas llegó al 51%). Sin mordiente para aprovechar que por tres veces tuvo break de ventaja. Dominado desde el fondo, situación en la que siempre se fió de su impresionante capacidad defensiva. Fuera de foco, el británico vivió de su clase natural y de la bonhomía de Ferrer, que pasó un trago para creerse que lo que presenciaban sus ojos era cierto, que tardó un rato en hacer suyo lo que el contrario le ofrecía.

Con 4-4 y 30-15 en el primer set y sobre su servicio, el alicantino se descontroló. En lugar de sentirse al mando, su saque por delante, el juego al servicio bien encaminado, su apuesta transmitió las señales de que se sentía extraordinariamente presionado por las circunstancias. La grada era para entonces un tímido murmullo. La gente atendía con cierta estupefacción a los problemas de su héroe frente a ese español chiquitito, el más bajo de los 10 mejores del mundo (1,75m). Ferrer, de error en error, se metió en un atolladero: 30-40. Murray, a un punto de sacar por la primera manga. Fue como un viaje en el tiempo. El Ferrer 2010 se pareció al Ferrer 2007, que alcanzó en Shanghái la final de la Copa de Maestros, donde solo se inclinó ante el suizo Roger Federer. De derecha plana en derecha plana, convencido, fuerte e imperial, el epítome del ritmo, el alicantino se colocó con 5-4, restando para hacer suyo el parcial inaugural. Suyo fue, lo que dejó a Murray tendido sobre el suelo, mientras el fisioterapeuta hurgaba en su musculatura.

Allí nació un encuentro distinto, con el número tres de nuevo break arriba, y además por dos veces, pero con Ferrer convencido de la posibilidad de la victoria. "I'm a survivor!", cantaban los altavoces al rescate del ídolo escocés, que se daba raquetazos en las zapatillas, quejoso de sus movimientos. "¡Soy un superviviente!", le decían tras ceder tres veces una rotura de ventaja. Nada, sin embargo, detuvo al Ferrer de hoy, que se pareció tanto al de Shanghái 2007, por consistencia, movilidad y agresividad: "¡Tira!, ¡tira!", se exigía en los momentos clave. Un maestro.

Ferrer celebra la victoria
Ferrer celebra la victoriaTOBY MELVILLE (REUTERS)

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