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El Espanyol se va con hambre de Anoeta

La Real vuelve a pagar su confusión aunque salva un punto ante un rival superior

Se fue triste y feliz la Real al vestuario, a la hora del vermú, una bebida amarga y dulce al mismo tiempo. Como el resultado. El Espanyol tenía la cara más larga porque abandonó Anoeta con la sensación de que el buen fútbol no fue recompensado. No por culpa de nadie (si acaso de Claudio Bravo, un poco), sino de sí mismos, fervorosos y magníficos futbolistas hasta la hora de la verdad, donde se diluían entre los malos remates (Verdú, Romaric, Álvaro) o el infortunio (un disparo al poste de Cristian Gómez, recién incorporado al campo).

La Real tiene el síndrome de la desesperación y un grado de confusión que empieza a ser monumental. Ante el Espanyol contaba con sus dos delanteros más fornidos, los que mejor van en el juego aéreo, los que son capaces de rematar o favorecer loa segunda jugada, Agirretxe y Llorente, y en ningún momento utilizó el centro desde las bandas salvo en jugadas a balón parado que los centrales visitantes, Raúl Rodríguez y Héctor Moreno, gobernaron con mayoría absoluta. Ni lo utilizó de salida, ni al final cuando ni el físico ni la desesperación le permitían otra cosa. Apenas tuvo la Real unos apuntes en la primera mitad, especialmente en dos remates fallidos de Agirretxe y Llorente, errados de forma inesperada.

REAL SOCIEDAD, 0 - ESPANYOL, 0

REAL SOCIEDAD: Bravo; Carlos Martínez, Ansotegi, Mikel González, Cadamuro (Estrada, m. 65); Illarramendi (Aranburu, m. 72), Mariga (Rubén Pardo, m. 77); Xabi Prieto, Vela, Agirretxe; y Joseba Llorente. No utilizados: Toño, Elustondo, Griezmann e Ifrán.

ESPANYOL: Cristian Álvarez, Galán, Raúl Rodríguez, Héctor Moreno, Didav; Romaric, Baena; Weiss (Rui Fonte, m. 83), Verdú, Sergio García (Thievy, m. 16); y Álvaro (Cristian Gómez, m. 74). No utilizados: Casilla, Amat, Dátolo y Casal.

ÁRBITRO: Del Cerro Brande. Amonestó a Illarramendi, Didac y Joseba Llorente.

23.702 espectadores en Anoeta.

Fueron sus únicas balas, mientras el Espanyol tejía y tejía, al amparo de Romaric y Verdú, el primero muy retrasado, hasta la segunda mitad. La lesión rápida de Sergio García le restaba velocidad por esa banda, porque su sustituto, el joven Thievy, es más potente que veloz. Pero entonces surgió un muchacho rapado, con cara de pillo, que mosqueó a toda la defensa realista, que se inventó caños imposibles, recortes de torero, con una velocidad supersónica que hizo estragos en la zaga del equipo de Montaner. Tanto y tanto hizo Weiss que fue despedido con aplausos por el público de San Sebastián cuando Pochettino le sustituyó ya en la época de los cambios tácticos. Le faltó al Espanyol el último pase, y le faltó un delantero goleador, esa especie en extinción. El joven sub 21 Álvaro pasó desapercibido.

Eso le salvó a la Real, que iba con los ojos tristes y una sonrisilla en los labios. Un empate, jugando tan mal, tan poco, tan triste, no le resultó del todo desagradable. Al Espanyol sí, jugando tan bien pero rematando tan mal, le supo a aperitivo sin comida. Y se fue con hambre.

JUAN HERRERO (EFE)
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