La 'depresión' de Komova
La mejor gimnasta de los Mundiales debe superar su mala actuación en la final por equipos para alzarse con la corona individual
Algo pasa con Viktoria Komova. La gimnasta asombrosa de hace un par de años, cuando, con solo 14 años, era capaz de ejecutar uno de los programas más complicados del mundo con una técnica fluida, elegante, de esas que hacen que todo parezca fácil, la atleta que parecía incapaz de fallar, se ha convertido en una gimnasta vulnerable. Vale que ha pasado por el quirófano para reconstruir un tobillo maltrecho, lo que ha frenado su progresión, pero debe haber algo más. Por lo visto en los primeros días de competición de los Mundiales de Tokio, Komova ha recuperado su mejor gimnasia, pero algo nubla su cabeza. En la final individual, el jueves, tiene la oportunidad de desquitarse.
Komova fue la mejor el primer día de competición, con todas sus notas por encima de los 15,000 puntos, salvo en salto, pero Rusia acabó el martes segunda en la final de equipos. Se clasificó la primera para las finales de paralelas y barra. Con Aliya Mustafina, la vigente campeona del mundo, lejos de Tokio tras operarse la rodilla, la pequeña Komova debía alzarse en la líder indiscutible de un equipo que huele a la mejor historia de la gimnasia soviética. Pero en lugar de eso, se vio a una gimnasta cansada, quejosa y con la cabeza muy lejos del pabellón. Falló un elemento en barra que hace desde niña con los ojos cerrados y se la vio mecánica y dubitativa en suelo, al ritmo de su nuevo ejercicio, un homenaje particular al ballet clásico.
Los genes están ahí. Komova es hija de Vera Kolesnikova, una de las integrantes de la escuadra soviética que se llevó de calle los Mundiales de 1985, con aquellas Shushunova, Omeliantchik, Yurtchenko, Mostepanova y Baraksanova, y de Alexander Komov, que también practicó este deporte. Y eso que Komova no recuerda para nada a su madre. De pelo lacio y ojos enormes, es una gimnasta menos impresionante físicamente que su madre -apenas 1,55m y 35 kilos de peso declarados- y de muchísima más calidad.
Entre 2009 y 2010 arrasó en los Europeos de su categoría y en los primeros Juegos de la Juventud e incluso se impuso a Mustafina en los Campeonatos de Rusia. Por aquella época hacía una combinación inverosímil en la barra que no ha vuelto a repetir y el comentario más repetido entre los aficionados era que había que levantar la prohibición de competir para las menores de 16 años porque el mundo se estaba perdiendo a una de sus mejores gimnastas.
Pero luego vino la lesión y algo cambió. En julio, en Palma de Mallorca, donde se concentró durante un par de semanas el equipo ruso para afinar su preparación, se la podía ver gimoteando entre ejercicio y ejercicio, con el tobillo fuertemente vendado. Mientras sus compañeras se distribuían en parejas por los distintos aparatos y la mayoría hacía ejercicios completos, ella se limitaba a afilar algunas partes y lo hacía sola, seguida de cerca por su entrenador, siempre pendiente de la joya del equipo.
Los aficionados a la gimnasia saben que Komova puede ganar estos Mundiales camino de los Juegos Olímpicos. Con permiso de la estadounidense Jordyn Wieber, de mente fría, tranquila y prodigiosa, y ejercicios difíciles pero insulsos, claro. Para ello debería recuperar el Amanar en salto -en días anteriores le quitó medio giro-, mantener el brillo en paralelas y barra, donde fue la mejor el primer día, y mantener toda la concentración. Si lo hace, el mundo de la gimnasia dejará de hablar de ella como la gran promesa del deporte y podrá inaugurar una nueva era.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.