Cuando el contragolpe es un arte
El Madrid derriba a la contra a un tierno Ajax con un golazo, un gran Özil y un emergente Kaká
El Madrid tiene su cátedra. Es un himno al contragolpe, una partitura que domina como nadie y resulta indefendible para casi todos. Su primer gol al Ajax mereció el nobel a esta estrategia. Özil, Kaká, Cristiano y Benzema sincronizaron como los elegidos, a un toque, a toda pastilla, hasta que definió el portugués. El Madrid no hipnotiza con la pelota, no coloniza el juego a partir de ella. Es paciente sin el balón y, más que buscar rendijas por su cuenta, confía en que el adversario se las conceda. Entonces es un martillo. Otra vía del fútbol, que, cuando se ejecuta de forma tan sinfónica, resulta tan fascinante como demoledora. No hay vacuna ante un regimiento semejante de delanteros cuando estos tienen panorámica. Y mucho menos para el Ajax, un conjunto de aire colegial que ya solo invoca nostalgia.
REAL MADRID, 3 - AJAX, 0
Real Madrid: Iker Casillas; Sergio Ramos, Carvalho, Varane, Arbeloa; Khedira, Xabi Alonso, Kaká (Di María, m.75); Özil (Altintop, m.84), Cristiano Ronaldo y Benzema (Higuaín, m.75).
Ajax: Vermeer, Van der Wiel, Toby Alderweireld, Jan Vertonghen, Anita; Eriksen, De Jong, Theo Janssen (Enoh, m.51); Sulejmani (Ebecilio, m.71), Sigthorsson y Boerrigter (Serero, m.83).
Árbitro: Mark Clattenburg (ING). Amonestó a Carvalho (19) por el Real Madrid.
75.500 espectadores en el Santiago Bernabéu.
El virtuoso gol de Cristiano no solo evidenció el mejor catálogo madridista. La diana frenó en seco al tierno Ajax, que entró en Chamartín con cierto desparpajo. A ello contribuyó la tendencia del Madrid en sus últimas citas en casa, en las que arranca anestesiado, como ante el Getafe o el Rayo. Anoche, en el primer cuarto de hora, Casillas se interpuso ante Boerrigter y De Jong. Un espejismo.
Al Madrid le basta gancho y medio. El primero lo falló Benzema, que incomprensiblemente, con el portero holandés fuera de plano, remató desviado desde el punto de penalti. Luego llegó el monumento al contraataque y la rendición del Ajax, que vive su enésimo intento de reencarnarse. Apenas ya hay rastro de aquel equipo de fútbol-protesta que lideró Johan Cruyff en los años 70, de la seductora generación de Van Basten o del robotizado y talentoso grupo del primer Van Gaal. A este último perteneció Frank de Boer, su técnico actual, que se ha empeñado en volver a las raíces: fútbol alegre, el 4-3-3, los extremos como innegociable seña de identidad. El mercadeo imperante juega en su contra y hoy el Ajax es solo el depósito sentimental de una escuela inolvidable, un incunable en la historia de este deporte.
Sin colmillo el Ajax, la ternura de sus chicos fue elocuente en el segundo gol del Madrid. Un pase infinito de Xabi Alonso desde el medio campo fue suficiente para que Cristiano, sin que nadie le despeinara, conectara con Kaká, al que los centrales echaron un simple vistazo en el balcón del área. El brasileño embocó con la zurda.
Kaká fue otra excelente noticia para el Madrid. Ya no está convaleciente. Parece estar de vuelta. No es aún el primer Kaká del Milan, pero sí se acerca al mejor Kaká desde que llegó a Madrid. El estilo que le entronizó, su elegante zancada, su imaginación en carrera, es idóneo para el formato de este equipo. Pero el puesto le exige explosividad, un tono físico que le permita esprintar al ritmo de velocistas como Cristiano. Frente al Ajax, Mourinho le ancló cerca de Özil, en detrimento de Di María, tan irritado en las últimas semanas, y su contribución fue notable. Autor de un tanto, asistente a Benzema -lesionado al final- en el tercero y muy participativo.
Con Kaká o sin él, Özil volvió a demostrar que su repertorio no tiene relevo en este Madrid. Es un futbolista fundamental, un visionario. Un jugador capaz para el trazo corto y para el largo. Un intérprete perfecto para Xabi Alonso, que siempre puede construir y tirar a la vez de pico y pala. El peso de Özil en el tramo decisivo del partido, el que permitió al Madrid despachar al Ajax antes del descanso, fue extraordinario. Con él al frente, el equipo de Mourinho pudo bajar el pistón y dar paso a otras incidencias, como la presentación de Altintop o una parada solo al alcance de gente como Casillas, un gato ante un cabezazo de Vertonghen. Sea cual sea el marcador, el capitán madridista se gana siempre la celebridad a pulso.
Resuelto el reto, el partido se espesó, sin emoción, como esas corridas afeitadas que se hacen eternas. Pero el fútbol tiene sus tiempos y el Madrid se puso a resguardo hasta el final. Su obra de arte al contragolpe fue suficiente. Este equipo tiene esa dicha, está gestionado para ello y, guste más o menos, por esa vía se siente en el paraíso.
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