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EL POTRERO

Para fiesta, la de Paraguay

Aunque Uruguay le gane en la final, los guaranís celebrarán su estupendo torneo, por más que no se hayan impuesto un partido

Gane o no gane hoy la final de la Copa de América frente a Paraguay, el prestigio del fútbol uruguayo no puede estar más alto en Argentina. Todo les produce sana envidia: la permanencia de un entrenador serio y respaldado, el trabajo bien hecho que parte de las selecciones sub 17 y sub 20, el proyecto y el plan, la plantilla equilibrada y el compromiso de los jugadores. En fin, que como titulaba el diario Perfil, "Tan cerca, tan lejos: Uruguay humilla y da ejemplo". Pero Paraguay, a su manera, también está de celebración.

Es cierto que la Copa América acaba con un pésimo sabor de boca en Argentina. Hasta el hecho de que la final se juegue en estadio de un club histórico, el River Plate, recién descendido a Segunda, se interpreta como un signo manifiesto de decadencia. Lo peor no es perder la Copa en tu casa, lo peor es darse cuenta de que el pequeño Uruguay parece darles cien vueltas de seriedad y organización. (Y no solo en el futbol, reclaman los charrúas, encantados con su original y sensato presidente, José, Pepe, Mujica, y con su renovado prestigio internacional). El colmo es que la palabra favorita de Óscar Tabárez sea "nosotros" cuando Argentina siempre piensa en individualidades, airean los comentaristas.

La sana envidia no impide que los argentinos, la inmensa mayoría de ellos, quieran que gane Uruguay. No solo porque realmente los ciudadanos de los dos países tienen una estupenda relación, sino porque no les gusta ni lo más mínimo el juego de Paraguay, tan correoso y defensivo. Que el partido se desarrolle en un cuerpo a cuerpo permanente no es la idea del disfrute futbolístico para un aficionado argentino. Y, desde luego, nunca se le ha pasado por la cabeza que un portero pueda ser el mejor jugador de una Copa, como corre el riesgo de suceder en esta, con Justo Villar (Paraguay) y Fernando Muslera (Uruguay).

A los paraguayos, que llenan también el estadio, les da igual lo que se piense de ellos. En el fondo, ellos también tienen un modelo y un plan, solo que se basa en cortar el juego y ganar en los penaltis. "No ganaremos partidos, pero hasta ahora tampoco nos han ganado a nosotros, ¿no? Pues por algo será", sentenciaba horas antes del encuentro Haedo Valdez, como si fuera un jugador italiano de la época más dura del cerrojo. Su país les espera con los brazos abiertos. Si ganan, la fiesta en Asunción, que ya está pintada de rojo y blanco, será memorable. Pero si pierden, significará que son subcampeones y que han hecho un torneo estupendo y también habrá fiesta.

La afición de Paraguay, en las semifinales.
La afición de Paraguay, en las semifinales.ANTONIO SCORZA (AFP)

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