El Niño tiene frío
Sergio García se descuelga y acaba pensando "en un baño caliente", y Jiménez resiste quinto a cuatro golpes
Desde luego, eso sí era el Open Británico en estado puro, el de toda la vida. Lluvia, viento, frío, jugadores con manoplas, aficionados -¡qué pasión la de los ingleses!- resistiendo el temporal bajo un mar de paraguas y una escabechina en la tabla de resultados. Desde luego, era una jornada para supervivientes, para no poner excusas y resistir en pie como fuera. Los números solo hablan de un día terrorífico: ninguno de los 71 golfistas consiguió acabar sin al menos un bogey, solo tres (Darren Clarke, Dustin Johnson y Ricky Fowler, los tres primeros ahora de la clasificación) lograron bajar del par, y el número de bogeys (370) y el doble bogeys (36) superó en muchísimo al de birdies (113). Los golfistas parecían marineros en mitad del chaparrón, luchando contra los elementos.
Clasificación tras el tercer día
1. D. Clarke (Irl.N.), 205 golpes, cinco bajo par.
2. D. Johnson (EEUU), 206.
3. R. Fowler (EEUU) y T. Björn (Din), 208.
5. M.Á. Jiménez y L. Glover (EEUU), 209.
25. S. García, P. Larrazábal y R. McIlroy (Irl.N.), 214.
Los tres supervivientes españoles habían tomado posiciones ante una ocasión redonda de devolver al golf español al podio, fuera como estaban de concurso algunos de los favoritos, desdibujado McIlroy, ausente Tiger... Pero la tormenta también les sacudió. A unos más que a otros. Jiménez resiste quinto pese a todo a cuatro golpes (dos sobre el par en el día) de la cabeza después de lamentarse por muchas oportunidades de birdie perdidas; Larrazábal hizo pedazos toda esa calma interior que había cultivado con delicadeza los últimos ocho meses (76 golpes este sábado), y entre medias Sergio García fue quien más sufrió, eso dijo, el día Open. El Niño pasó frío. "Desafortunadamente, me ha tocado el peor tiempo por tercer día consecutivo. Eso es lo bonito también de este torneo. Hay que tener suerte, pero no la tengo. Estaba congelado, tiritando. A partir del hoyo 13 solo pensaba en llegar a la casa club y darme un baño caliente. Tenía mucho frío. Hasta me costaba coger el palo". Después de par el primer día, par el segundo, este sábado se marchó a cuatro arriba. De nuevo la tercera jornada de un grande acabando con las opciones de título del castellonense, su punto débil en la hora de la verdad. Cuando tocaba resistir, el Niño apagó la luz. Desconectó. El frío se le metió en el cuerpo, y seguramente también en la mente, y adiós. Dio igual que se calentara las manos con unas manoplas, y puede que hasta le faltara mayor protección contra el agua en su vestimenta. Nadie como él se quedó tan petrificado, echando la cabeza sobre los palos al final de la vuelta.
"Era una lluvia fina, tampoco para tanto", dijo más tarde Jiménez, que por la tarde sí que disfrutó de los rayos del sol que no pudo ver Sergio García -"aquí en el Open vives las cuatro estaciones en un día", explicó el andaluz-, pero al que le faltó un centímetro, un putt, un golpe, tanto y tan poco, para convertir los pares en birdies y echar el aliento a los líderes. Le frenaron los greens lentos, una cuestión técnica. Para Larrazábal, en cambio, el problema fue de coco: "Volvió el Pablo de 2010, el que se impacienta, ha sido el peor juego mental en ocho meses", admitió. Mal asunto en un día para tipos fuertes de azotea. El caso es que uno por los putts, otro que se olvidó del psicólogo y otro que pasó frío, el liderato se acabó escapando. Darren Clark, de 42 años, el emotivo héroe de la Ryder de 2006, está al mando. Ricky Fowler, la joven esperanza estadounidense, de 22, remontó y oposita, para imitar a McIlroy, su compañero de quinta, a un grande. Jiménez es quinto, a cuatro golpes. "Pero eso, en un link, el golf en estado puro, no es tanto", recuerda El Pisha.
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