Sempiterno Rivaldo
Tras un paso gris por Grecia y Uzbekistán, el atacante, de 39 años, todavía deslumbra en el Sâo Paulo
Mientras los jóvenes valores del fútbol brasileño como Neymar (19 años) y Ganso (21) sufren para hacer funcionar a la canarinha, estancada en la Copa América con dos empates en sendos partidos, el veteranísimo Rivaldo (39) -que ganó la edición de 1999- aún conserva fútbol suficiente en sus pies para decidir partidos en el Brasileirao, la liga de su país. Así lo demostró anoche, acaudillando la victoria ante el Cruceiro (2-1) con su participación en ambos goles, y acostando al Sao Paulo segundo del campeonato.
Su llegada al equipo tricolor es la última etapa de un largo viaje, que había ido a menos desde que el jugador salió del Barcelona en el verano de 2002, en el que ganó el Mundial de Corea y Japón, con destino a Milan. Era el final del mejor Rivaldo, el que se proclamó mejor jugador del mundo con el Balón de Oro en 1999 y que grabó en el recuerdo de todos los aficionados una antológica chilena ante el Valencia, que desató el delirio en el Camp Nou porque, entre otras cosas, el equipo se clasificaba para la próxima Liga de Campeones.
Tras un paso gris de dos temporadas por el Milan, Rivaldo comenzó una peregrinación por ligas cada vez menores que parecía un triste camino hacia un silencioso ocaso. El brasileño recaló en Grecia -tres campañas en el Olympiacos y una en el AEKde Atenas- para terminar cayendo en el ostracismo del Bunyodkor, un club uzbeco. Allí el media punta cobró una fortuna durante tres años -se habló de cerca de 10 millones de euros por curso-, pero desapareció hasta del radar del aficionado más fiel en un destino sin ninguna importancia futbolística. Pero el balón seguía latiendo en Rivaldo.
Regresó a Brasil el pasado noviembre, al modesto Mogi Mirim como futbolista-presidente, donde hace muchos años dio sus primeros pasos como jugador. Sin embargo, la llama de la competición también seguía viva en él y en enero, firmó por un equipo con aspiraciones como el Sâo Paulo. Tuvo un debut dulce -marcó un gol- y desde entonces, volvió a sentirse importante, recuperando la titularidad tras lesionarse en marzo.
Mientras la vecina -y rival- Argentina acoge la Copa América, en la que comienza a gestarse la que debería ser la Brasil del futuro -a la que sus compatriotas le exigirán la victoria en 2014-, Rivaldo, miembro de la canarinha que cosió junto a Ronaldinho y Ronaldo la quinta estrella en la camiseta de la selección, revive sensaciones en un fútbol con un ritmo más pausado, más cómodo para él. Incluso, en sus mejores noches, como lo fue la de ayer, el astro que deslumbró en el Camp Nou y en Riazor, insiste en dar los últimos fogonazos de la que fue una enorme estrella que se resiste a apagarse.
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