Adrenalina a gogó
Contador sufre dos caídas en un día de velocidad, viento, 'sprints' agresivos y victoria de Cavendish
También la combatividad, visto lo visto, es un concepto de geometría variable, tan variable, al menos, como los vientos que llevaron a maltraer al pelotón en la quinta jornada, el día de las caídas múltiples en la costa armoricana, la de la irreductible aldea gala y estos locos romanos (y de Bernard Hinault, el ganador del Tour que mejor encarna ese espíritu). Hasta en esas tierras se puede considerar el más luchador a quien huye precisamente de la pelea, o del exceso de adrenalina que afecta al pelotón.
A Iván Gutiérrez, un ciclista que corre su octavo Tour y se las sabe todas, le eligieron al final de la etapa, en la que anduvo fugado desde el kilómetro dos como hace un par de días, como el corredor más combativo de la jornada. El premio es un dorsal rojo que se recoge en el podio, una recompensa suficiente para que algunos justifiquen su Tour, o casi. "Pero yo no me escapo por este premio, que menuda cosa", dice Gutiérrez, que es cántabro y tiene 34 años. "Y tampoco para salir en la tele, para lucir el maillot, aunque eso también viene bien. Yo me escapo para pasar un día tranquilo. En la fuga íbamos cuatro, soplaba el viento a favor y no se trabaja tanto como parecía. De hecho, se estaba más cómodo fugado que en el pelotón. La fuga es el mejor método para evitar los nervios y las caídas".
La receta sería buena si fuera universal: en etapas como las de los primeros diez días del Tour, las planas condenadas a acabar en sprint, solo se pueden fugar los que no van a ninguna parte, los que nunca ganarán el Tour. Los que lo pueden ganar, los que lo van a ganar, están condenados a sufrir en el pelotón. A caerse, a perder el Tour por un corte, por una caída estúpida. Ayer se cayeron Contador (dos veces: en la primera caída, sin consecuencias, dejó tocado el cambio, que cinco kilómetros más adelante hizo saltar la cadena y lo derribó. Se rompió el maillot a la altura del hombro derecho y sufrió golpes variados sin roturas), Gesink (tocados el codo que se rompió hace dos años y la rodilla), Leipheimer y Wiggins. Fueron los más importantes de los que chocaron contra el asfalto a su pesar, pues hubo decenas más de heridos, algunos de los cuales se rompieron huesos y perdieron tiempo excesivo o abandonaron: Iván Velasco (clavícula rota y abandono), Boonen (muy maltrecho), Chavanel (también), Brajkovic (clavícula, conmoción cerebral y ambulancia). Todos fueron víctimas de caídas colectivas, producidas por la tensión, por la velocidad, por los nervios. "Con el viento de culo íbamos a 70 kilómetros por hora todo el tiempo, y a esa velocidad cualquier frenazo a destiempo, cualquier curva mal tomada significan caída", dice Jesús Hernández, pálido, el escaladorcito de Burgohondo que comparte habitación con Contador, "y cuando se estrechaba la carretera, había que entrar a cuchillo para no perder la posición". Hubo otra caída, la de otro gran gregario de Contador, el danés Nicki Sorensen, que fue absolutamente individual: la moto de un fotógrafo que adelantaba el pelotón enganchó el manillar de su bici y le arrastró durante decenas de metros, hasta que cayó.
Sufren y temen, sueñan con las montañas, aquellos para quienes el Tour se ha convertido en una carrera de obstáculos, pero hay otro grupo de corredores que no se escaparían de la tensión, de los codazos, del estrés, aunque se lo pidieran de rodillas, porque disfrutan como nadie en medio de los frenazos y los chirridos. Uno de ellos es José Joaquín Rojas, el ciclista de Cieza que pelea por el maillot verde, lo que significa en este Tour dos sprints al día (el intermedio y el de la victoria de etapa). En el primero le descalificaron, a él y a Boonen, porque cerraron a Cavendish, que remontaba por la izquierda (aunque él, Rojas, protesta y recuerda que entre Boonen y Bozic le hicieron un sándwich), lo que le supuso perder el maillot verde provisionalmente; en el segundo, acabó tercero, superado por Gilbert en el golpe de riñón y por Cavendish un poco antes (primer triunfo en el Tour 2011 para el inglés de Man, el 16º de su carrera, igual que Anquetil, el normando que ganó cinco Tours). "Y eso fue porque Petacchi me dio un puñetazo en el costado a un kilómetro de meta cuando vi que se quedaba y le quité la rueda de Cavendish", dice Rojas.
- ¿Y cómo aguanta su corazón tanto derroche de adrenalina, dos sprints al día?
- Tengo corazón para eso y más.
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