Wiggins, todo un contable
El inglés administra a la perfección su ganancia en la contrarreloj para imponerse en la Dauphiné y, a sus 31 años, empieza a engordar su palmarés
Entre 2003, cuando debutó, y 2011, Bradley Wiggins, un excelente pistard (triple campeón olímpico de persecución, varias veces más campeón mundial) ha conseguido 15 victorias en la carretera. De ellas, 12 (un 80%) han sido en pruebas contrarreloj; una etapa del Tour del Porvenir de 2005, un prueba en línea, y dos victorias finales en carreras cortas por etapas, la más importante, la que ha terminado esta tarde en lo alto de La Toussuire, el Critérium del Dauphiné. Una carrera que llamaba a los escaladores (cuatro de sus siete etapas terminaban en alto) ha pasado a engrosar el palmarés de un ciclista con más ambición que victorias (y un cuarto puesto en el Tour de 2009 que disputó como un superviviente permanente mente en el filo de la navaja, una goma que finalmente no se rompió) y tan grande (1,90 metros) y tan pesado (74 kilos), que difícilmente puede ser considerado precisamente un escalador.
La victoria de Wiggins, un ciclista que compite como un contable, atento a las cifras, a los kilos de peso, pues, con su tamaño, su gramo equivale a un segundo, a los vatios que señala el monitor de su SRM en el manillar, para no pasarse de vueltas, a los segundos en que aventaja a los que se mueven por delante de él para administrar las ganancias conseguidas en la contrarreloj, su vida. Salvando las distancias Wiggins recuerda a Olano (tenía más registros), el hombre consciente tanto de sus limitaciones como de sus capacidades para hacer sumas y restas, para subir los puertos al tran-tran, ajeno a los devaneos, a las provocaciones.
En eso ha consistido la Dauphiné, pues como Wiggins, de características similares, eran sus principales rivales, el belga Van den Broeck, que solo se soltó el pelo en una llegada de tercera, el australiano Evans, quien, a tres semanas del Tour, su gran objetivo, mostró cierta falta de chispa. El favorito inicial, Vinokúrov, uno que se sale del molde, un atacante permanente se resignó, quizás porque no es el de siempre, quizás porque no resistió el desarrollo hipnótico de las ascensiones, quizás porque no podía más, al ritmo moroso de los que se jugaban la victoria. Y el escalador del futuro, el holandés Gesink, otro que piensa en el Tour, prefirió esconderse.
El único escalador puro que actuó como tal, sin complejos, sin cálculos, fue Purito Rodríguez, el catalán que, liberado tras una contrarreloj en la que perdió, como de costumbre, todas las posibilidades de victoria final, se dedicó a hacer lo que mejor sabe, a ganar etapas mediante espectaculares ataques. Lo consiguió ayer, la etapa reina, con un ataque a seis kilómetros de la cima del durísimo Allevard. Lo repitió esta tarde, con un mortífero ataque a la corta, a 500 metros de la meta de Toussuire. "Intenté atacar en el Glandon [el penúltimo puerto, que se subió por la vertiente de la tremenda Croix de Fer], pero Gesink estaba muy fuerte", dijo el líder del Katiusha, que terminó quinto en la general, como en el reciente Giro. "¿Mi favorito para el Tour? Sí, allí estarán Wiggins, Evans, Van den Broeck..., pero creo que Andy Schleck y Contador están por encima de ellos. Y si Contador está como en el Giro, será difícil que no gane".
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