Amigo primero, excompañero después
Primer día de descanso del Tour de Francia 2010 en Morzine. Tras el desayuno, salgo a disfrutar de las vistas sobre Avoriaz y su circo y descubro que en el hotel de al lado se aloja el equipo Astana, el del líder Contador. Me acerco, saludo a los amigos que allí tengo, y cuando les cuento que voy a dar un paseo con la bici, me invitan a salir con ellos a rodar. El circo rocoso de la montaña impresionaba, pero no menos el circo mediático que llevaban Contador y sus compañeros en los kilómetros que hicieron ese día para desentumecer la musculatura. Motos, cámaras, fotógrafos e incluso aficionados anónimos que no desaprovechaban la oportunidad de rodar unos instantes al lado del líder de la carrera. Y yo allí de naranja, infiltrado con mi bicicleta entre esa cuadrilla de azul celeste.
Cuando vimos la primera oportunidad, cogimos una carretera secundaria de montaña que ascendía a un lago, y pudimos por fin disfrutar de la tranquilidad y el sosiego que tanto necesitas en un día de estos.
El equipo Astana de ese día lo constituían el grupo español y un italiano, Paolo Tiralongo. El resto de corredores del equipo también estaba en ese momento entrenando, pero por otra ruta y haciendo diferentes kilómetros. Un mismo patrocinador, una misma camiseta, un mismo objetivo común, pero dos grupos de trabajo diferentes.
Hablé ese día largo y tendido con todos ellos, pues las amistades que se forjan durante horas y horas de compartir pelotón están al margen de equipos y nacionalidades. Y Tiralongo, al que yo tenía por siciliano de toda la vida, me dijo que no exactamente, que él era siciliano de Bérgamo. "Extranjero en Bérgamo, pero bergamasco; como tú, que ahora eres vasco de Bérgamo", me dijo con toda la razón del mundo.
Por eso, el otro día contaba que dos bergamascos, Pinotti y Tiralongo, buscaron con ahínco la victoria en la etapa que llegaba cerca de su casa, a San Pellegrino Terme. Y Pinotti se la jugó al sprint, pero Tiralongo no llegó a contactar con el grupo de cabeza después de una larga persecución en solitario.
Este viernes la etapa llegaba a Macugnaga, pero 210 kilómetros antes había comenzado en Bérgamo, así que al final Tiralongo se llevó su etapa soñada un día después, el día en el que se alejaba de su casa. Pero la etapa local, al fin y al cabo.
En la subida a Macugnaga, catalogada eufemísticamente de tercera categoría -1000 metros de desnivel se merecen mucho más-, vimos como la primera y la segunda semana van pasando factura. El grupo de los favoritos se seleccionó al máximo y las diferencias que se marcaron en meta fueron inmensas en comparación con lo que depararon las primeras etapas de montaña. Contador atacó para ganar, pero se encontró a 400 metros de meta con un excompañero que, oliendo la victoria, veía como se le escapaba de las manos. Pero Contador, generoso, se acordó de lo que Tiralongo ha hecho por él en el pasado, y aprovechando esa oportunidad inmejorable, tuvo el detalle de no disputarle la etapa a su amigo. Este gesto se interpretará de muchas maneras. Para mí, fue todo un detalle de campeón de un amigo a otro, de líder a exgregario. A ese italiano, gregario en montaña de manual, que era uno más del grupo español en un equipo kazajo. Yo así lo veo y me parece perfecto, aunque a algunos no les pueda gustar. Enhorabuena Paolo.
Por cierto, este sábado suben Finestre, pero antes, los corredores cerrarán el bucle a través de la península italiana pasando por Turín, de donde salieron hace ya tres semanas. Anton perdió el viernes casi 20 minutos. ¿Un mal día?. Puede ser, pero no lo creo; en Finestre saldré de dudas, pero yo lo tengo bastante claro...
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