Tres carreras, tres triunfos para Terol

Mientras el público dice aburrirse con la incuestionable superioridad de Nico Terol este 2011 en la categoría de las motos pequeñas, un imberbe pone los uy y los ay tan típicos en las pruebas del cuarto de litro, donde un buen puñado de jovenzuelos, unos más que otros, busca hacer carrera en esto de las motos. Ese muchacho se llama Maverick Viñales, es catalán, tiene 16 años, debuta este año en el mundial de motos, y tiene prisa por subirse al podio. En Estoril se quedó a dos milésimas de la gloria. Quien sí parece estar en el paraíso es el de Alcoy, dominador absoluto en 125cc. Es rápido, constante, listo y tiene la cabeza fría. Además, mientras el único rival que amenace su supremacía sea su compañero en el equipo de Jorge Martínez Aspar, y mientras éste no deje de cometer errores, puede estar tranquilo.

Terol andaba plácidamente en cabeza, disfrutando de su soledad, con ocho segundos de ventaja sobre su grupo de perseguidores, cuando su vecino de taller, Héctor Faubel, volvió a fallar. Había corregido pronto sus errores en los primeros giros y en apenas unas vueltas ya estaba junto a Cortese, en pelea por la segunda plaza. En esas apareció Viñales, que quiso unirse a la fiesta con el valenciano, con Cortese y Zarco, el grupo que peleaba por el segundo y el tercer puesto. Llegó el chico, que salía en undécima posición, a colocarse segundo clasificado a falta de cinco vueltas para el final. Pero Faubel y Cortese le devolvieron la jugada. No contento con estar entre los mejores, el joven piloto de Roses, volvió a intentarlo, y superó a Faubel; éste recuperó, pero no estaba muy fino: perdió el control de su neumático trasero en plena curva, se fue al suelo y ya ni siquiera pudo volver a pista. Otro grave error. Y ya van dos.

La batalla por el podio le costó los puntos. La osadía, en cambio, no le valió el cajón a Viñales, pero sí los aplausos. Se enzarzó en otra batalla, esta vez con Zarco, por el tercer puesto. Adelantó y fue adelantado. Y fue necesario revisar el paso de ambos por la línea de meta para comprobar, efectivamente, que el francés llegó primero. Por dos insignificantes décimas.