Manos santas
El costarricense Keylor Navas es uno de los arqueros más reconocidos de Segunda por su fiabilidad y por rezar antes de los partidos con el Albacete
Keylor Navas no es un portero cualquiera. Es un portero de Cristo. Antes de empezar cada partido, el arquero del Albacete y de la selección de Costa Rica se arrodilla en la línea de cal, bajo los palos, abre los brazos y reza con la mirada al infinito. "Así lo hago y así lo haré, aunque haya gente que me insulte en algunos campos, que me diga que adónde voy, que soy un gilipollas porque Dios no existe", explica muy educado y a la vez muy firme. Frente a los escépticos y las críticas más ácidas, Navas se apoya en las lecturas de la Biblia, su libro de cabecera: "Gálatas 1-10 es mi pasaje preferido... '¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo", recita de memoria, consciente de que el ritual que desempeña cada jornada y su fiabilidad bajo los palos le han convertido en uno de los porteros más respetados de la categoría, tanto que muchos le ven dando el salto a Primera o incluso jugando en la Premier inglesa.
Tras ganar seis Ligas y un campeonato de la CONCACAF con el Deportivo Saprissa, Navas, de 24 años, decidió seguir el pasado verano los pasos de su mentor y paisano, Luis Gabelo Conejo, que precisamente jugó en el Albacete que con Benito Floro en el banquillo se ganó el apelativo del Queso Mecánico por su juego valiente y atractivo pese a ser un club novato en Primera. "El Conejo es mi mentor, empecé a entrenarme con él a los 14 años en el equipo nacional Sub 15. Él es el que me formó, haciendo siempre hincapié en la técnica, la coordinación y el juego aéreo", asiente Navas, que llegó libre el pasado verano y firmó por tres temporadas. "Es un orgullo escuchar que le intereso a otros clubes, pero mi objetivo es lograr la permanencia con el Albacete, por respeto a la casa, que apostó por mí, y por el propio Gabelo, que para eso me aconsejó y seguí sus pasos", continúa el portero. El equipo es antepenúltimo con 29 puntos, a siete de la salvación, con 44 goles en contra (1,29 de media por encuentro), una cifra mejor que la de otros 10 conjuntos de la categoría.
"Para mí y para el Albacete es un lujo poder contar con un portero como él, tan respetuoso y a la vez con una gran capacidad de mando y liderazgo pese a ser su primera temporada... Es un líder de los que hablan", interviene Mario Simón, el técnico del equipo manchego. "Para un central es fundamental que exista un diálogo con el portero, porque es el que mejor ve cómo se está desarrollando el juego, tiene una visión panorámica, global. Es una de las grandes cualidades de Keylor, te avisa de que te pueden ganar la espalda, de la mejor salida del balón...", prosigue el central Alan Baró. Y recoge el testigo el entrenador, encantado con las manoplas que defienden el Albacete: "¡Es un internacional absoluto! No es algo que ocurra todos los días... ¡Y menos en Segunda! Ahí está el partidazo que hizo contra Argentina a finales de marzo". La albiceleste no pudo hacerle un gol y se tuvo que conformar con el empate. Navas no le da más trascendencia que la del momento y prefiere centrarse en el Albacete. En la misión imposible de salvar a un equipo en la guillotina. "De acuerdo con esa clasificación de los goles encajados estaríamos en la mitad de la tabla...", apunta el meta.
Baró va más lejos al analizar a su portero. "Keylor es un guardameta muy serio. No se pavonea ni se adorna". Navas responde: "Soy sobrio porque lo más importante es que la pelota no entre; si para eso la tengo que sacar de la forma más fea, es lo que hay. No soy palomitero porque no soy de presumir por más que me halaguen. Eso es porque Dios tiene un plan para mí. Vivo el presente, hoy estamos aquí y mañana no sabemos", reflexiona Navas, que no descarta hacer el Camino de Santiago, "como un peregrino más", cuando el fútbol le permita. Pero por el momento suficiente tiene con defender la portería del Albacete, con usar las manos que Dios le ha dado.
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