La séptima estación de Sangoy
El delantero argentino del Sporting, que ha jugado en siete países distintos, busca su hueco en la Liga española, donde solo ha marcado dos goles en 17 partidos
Si la calidad de un futbolista dependiera de los kilómetros que ha recorrido y de la variedad de Ligas en las que ha jugado, habría pocos mejores que Gastón Sangoy (Paraná, Argentina; 1984). El Toro, como le apodan desde joven -"Será porque chocaba con todos", dice- ha pasado por Argentina, Holanda, Perú, Colombia, Israel, Chipre y, desde el año pasado, España. Fichó por el Sporting en verano después de despuntar en el Apollon Limassol, chipriota, y siete partidos después del comienzo de la Liga ya había conseguido dos dianas. Pero desde entonces, nada. Su mala racha se ha agravado últimamente porque, a diferencia del inicio de la temporada, ya no juega de forma continuada. Ha disputado 17 encuentros, 13 de ellos como titular.
"El balance de mi etapa en España, hasta ahora, no es ni bueno ni malo. Estoy un poco por debajo de las expectativas que me puse cuando llegué, porque quería jugar y marcar el máximo número de goles posibles. Más de dos, obviamente", reconoce el futbolista. Emilio de Dios, director deportivo del Sporting, está seguro de que Sangoy aportará mucho más con el paso del tiempo. "Cualquier futbolista que llega a la Liga tiene un periodo de adaptación. La temporada que viene demostrará todo el juego que le vimos y su capacidad goleadora", asegura. Sangoy fue, de hecho, uno de los máximos realizadores de la Liga de Chipre en las tres temporadas que estuvo: jugó 63 partidos, consiguió 45 goles y ganó la Copa con su equipo.
"El fútbol en Chipre es rápido, agresivo, los equipos grandes siempre intentan jugar bien. Los estadios son más bien pequeños, porque allí hay más turistas que habitantes", explica. Llegó a la isla en 2007, tras una temporada jugando en el Hapoel Ashkelon, de la Segunda División israelí. "Elegí irme Chipre porque quería vivir con tranquilidad, algo que no ocurría en Israel, puesto que mi equipo jugaba a 20 kilómetros de Gaza y era un poco peligroso", asegura Sangoy, quien subraya que, poco después de irse, cayeron bombas sobre el terreno en el que se entrenaba.
Desembarcó en Europa en 2004, cuando llegó al Ajax procedente del Boca Juniors, argentino. Le precedía tan buena fama que su entrenador en juveniles, Jorge Griffa, llegó a decir que tenía "cosas de Batistuta y de Balbo". "Tiene técnica, aguanta el balón, se defiende de maravilla en el uno contra uno y posee un buen último pase. Además, su carácter es muy marcado y puede parecerse a otros jugadores ganadores o guerrilleros", explica Emilio de Dios. El propio Sangoy no va tan lejos. "En Boca jugaba con Tévez. Él hacía el trabajo duro y a mí solo me quedaba empujarla", reconoce.
Tras un año en Ámsterdam, una ciudad que le encantó, volvió a cruzar el océano para regresar a Sudamérica, concretamente al Universitario, de Perú. Esa misma temporada acabaría jugando en el Millonarios, de Colombia. Asegura que en este último país vivió su peor experiencia en el fútbol. "Empecé jugando, pero luego comencé a participar menos. Allí la gente es muy fanática y no me entendían. Además, había que jugar a mucha altura y me costó adaptarme", relata.
En Gijón, espera encontrar la estabilidad que no ha tenido hasta ahora y, de momento, parece que se encuentra a gusto. Vive con su novia, le gusta la comida y los paisajes del norte de España ya le han atrapado. "Hemos ido a Oviedo, a Santander y hemos viajado por los alrededores de Gijón. No me lo esperaba así. Dicen que Asturias es un paraíso natural y no puedo estar más de acuerdo". Solo le falta reencontrarse con el gol.
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