_
_
_
_

Una Copa monumental para el Madrid

El conjunto de Mourinho se impone con un gran cabezazo de Cristiano en la prórroga y sale vencedor ante el Barça de un duelo mayúsculo

Un partido para la leyenda le permitió al Madrid discutir como nunca la jerarquía del Barça de estos tiempos. De un duelo mayúsculo, con tanto hueso como buen fútbol, el equipo madridista alzó la Copa que se le resistía desde hace casi dos décadas. Y lo hizo en un momento simbólico por la fabulosa dimensión de su adversario, lo que revaloriza más si cabe su victoria en Mestalla. Fue un encuentro sin mezquindades, para la heroica, con dos conjuntos llevados al sofoco casi inhumano, con dos partes muy bien retratadas por cada uno. Un Madrid pletórico y arrebatador en la primera parte y un Barça sinfónico en la segunda. No hubo cháchara alguna y el choque exigió una mirada en cada instante, para mayor cultivo de las emociones que siempre depara este místico torneo. Una cita así merecía el descorche de un golazo. Y lo hizo Cristiano, ariete improvisado anoche, con un cabezazo magnífico tras un no menos fabuloso centro de Di María.

Barcelona 0 - Real Madrid 1

Barcelona: Pinto, Alves, Piqué, Mascherano, Adriano (Maxwell, m.119), Xavi, Busquets (Keita, m.108), Iniesta, Pedro, Messi y Villa (Afellay, m.105).

Real Madrid: Casillas, Arbeloa, Sergio Ramos, Carvalho (Garay, m.119), Marcelo, Pepe, Xavi Alonso, Khedira (Granero, m.104), Ozil (Adebayor, m.70), Cristiano Ronaldo y Di María.

Gol: 0-1, m.103: Cristiano Ronaldo cabecea un centro de Di María.

Árbitro: Alberto Undiano Mallenco (Comité Navarro). Amonestó por el Barcelona a Pedro (m.34), Messi (m.64) y Adriano (m.118) y por el Real Madrid a Pepe (m.26), Xavi Alonso (m.60) y Adebayor (m.74). Expulsó por acumulación de amonestaciones al madridista Di María (m.86 y 120).

Incidencias: final de la Copa del Rey, disputada en el campo de Mestalla, en Valencia, ante 50.000 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones.

Más información
Análisis de la final de la Copa del Rey.
"Demostramos personalidad"
La final de la Copa fue la más vista con 14.172.000 de espectadores en la prórroga
Un herido grave en una pelea tras el partido en un bar de Barcelona
"Mou confunde al Barça y se mofa de Guardiola"
Adriano, cuatro semanas de baja
El corte de mangas de Pepe
"Yo soy todo equilibrio"
Florentino Pérez: "Este título era una obsesión"
La final por excelencia

Agresivo y punzante, el Madrid logró desnaturalizar al Barça durante todo el primer episodio, cuando fue menos Barça que nunca. No fue el Madrid contemplativo del pasado sábado, fue un equipo más intimidador, febril y descarado. Desde el principio, los madridistas fueron un regimiento y se jugaron cada pelota como si fuera la última de sus vidas, siempre de forma gremial, como mosqueteros. Un desquicie para los azulgrana, desvirtuados por la combustión de su adversario, que le obligó a un salto tras otro. El conjunto barcelonista quedó sometido a un duelo pugilístico, sin concesiones. Con la defensa muy adelantada, Alonso de eje, y una línea de cuatro por delante -Özil, Khedira, Pepe y Di María-, el cuadro de Guardiola apenas tuvo un respiro. En Mestalla solo había microespacios, una tortura para los defensas culés, la primera línea de juego del equipo. Y para la segunda, donde levitaba Iniesta y Messi no encontraba una baldosa. Nadie en los barcelonistas era capaz de saltar del macizo dispuesto por Mourinho, que planteó un duelo inicial con muchas curvas para su rival.

Mientras tuvo depósito, el Madrid no solo fue un grupo hipertenso. Gobernó el partido cuando no tuvo la pelota y cuando la conquistó. Entonces, Cristiano, camuflado como ariete, y Özil, siempre con el angular a punto, hicieron estremecerse a Pinto. Mascherano barrió bajo el larguero el primer remate de CR, que luego exigió al portero gaditano en un disparo cruzado. No había huellas del ataque del Barça, seco todo el primer acto, donde solo revoloteó sin suerte Pedro. Jamás en la etapa de Guardiola su equipo se había quedado sin rematar a portería en todo un primer tiempo. Pepe, en vuelo sobre Alves, cabeceó al poste derecho de Pinto cuando se acercaba el descanso. Un certificado de la autoridad madridista durante el tramo.

El paisaje se alteró de vuelta. Con menos aire, el Madrid fue más flexible e Iniesta tocó la corneta. El manchego se acercó Xavi y comenzaron a hacer sonar los violines. El Barça recuperó su fútbol de esgrima. Messi se inclinó más al costado derecho, con lo que se despobló algo más el centro del campo, donde aparecieron los atajos para los azulgrana. Y con Villa como atacante central el equipo encontró una referencia que antes no tenía. El Madrid, entonces, soltó cuerda y, con la defensa más en guardia y retrasada, Özil y Cristiano se perdieron de vista.

Al empuje del Barça, con Alves en la locomotora, reaccionó Mourinho de inmediato en cuanto Fermín Martínez -tan certero como Undiano, en un encuentro nada sencillo- anuló con acierto un gol a Pedro por fuera de juego. Adebayor, uno de los tres arietes a los que su técnico, que suspiraba por ellos en el rastrillo de invierno, puso a refugio en el banquillo, dio un relevo a Özil. Al Madrid le faltaba la musculatura del primer tiempo y todo le resultaba más costoso. Llegó el momento de Casillas, imperial cuando el Barça puso todo el picante, con remates. Disparadas las baterías barcelonistas, el Madrid solo veía consuelo en el trazo largo, en asistencias kilométricas hacia Adebayor que más bien parecían despejes. Con Casillas como sostén, los madridistas remaron hasta la prórroga. Otro rato para la extenuación. Y sin cambios en el Barça; y solo uno en el Madrid.

En un partido de dos mitades soberbias y de distinto ganador, llegado el último capítulo todo era una cuestión de detalles. Sin corsés, ni planteamientos que valgan. Y una Copa de tanto calado, jugada de forma tan pasional, solo apta para futbolistas titanes merecía cerrarse con un broche de oro, no en la rueda azarosa de los penaltis. Para la traca final, nada mejor que el jugadón final, un presagio tras lo sucedido en el Bernabéu hace unos días, cuando el Barça sufrió por la vía aérea. Di María tiró la pared con Marcelo y el argentino, en carrera y con Alves en sus pestañas, soltó centro combado, potente y de una precisión extraordinaria. Cristiano, que tiene muelles en sus gemelos de acero, se elevó dos plantas por encima de Adriano y, dieciocho años después conquistó una Copa monumental para el Madrid.

Los jugadores del Madrid disfrutan con el trofeo en sus manos.
Los jugadores del Madrid disfrutan con el trofeo en sus manos.ÁLVARO GARCÍA
Iker Casillas celebra la victoria besando a la estatua de la Cibeles
Iker Casillas celebra la victoria besando a la estatua de la CibelesÁLVARO GARCÍA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_