Una victoria de pico y pala
Nadal remonta un 1-4 ante el argentino Del Potro y jugará la final ante Djokovic, que superó a Federer
Por una vez, Rafael Nadal llegó tarde al partido. Camino de la final del torneo de Indian Wells (California, Estados Unidos), en la que el número uno del tenis mundial se enfrentará hoy (21.00, Teledeporte) al ganador del duelo de anoche entre Roger Federer y Novak Djokovic, se encontró ante el argentino Juan Martín del Potro con un 1-4 en la primera manga, sin voz ni predicamento, de error en error, perdido. Sufrir, sentir el cemento ardiente royendo los pies, fue desde entonces su propuesta. El encuentro se disputó de corazón a corazón, de deseo a deseo, trascendiendo a la técnica. La tolerancia a esa tortura coronó a Nadal, que, viéndose por detrás en el marcador, sobrepasado en potencia y fuerza pura, empezó a cavar trincheras y volcar su derecha contra el revés del rival. Aquí la pista, su profundidad y sus anchuras, vino a decir. Mide las distancias, argumentó, porque tiro a tiro recorrerás esas fronteras. Delpo escuchó ese mensaje y sucumbió, corto de piernas, por un doble 6-4.
Ganar ese set supuso un 5-0 de Nadal. Llegar a la final, sumar puntos en sus hercúleas tareas de primavera-verano, que solo le darán oportunidades de engordar su cuenta en cuatro citas (Indian Wells, Miami, Godó y Queen's) hasta después de Wimbledon. Esa noticia es inestimable para el español. Las maneras, sin embargo, son mejorables: además de la desconexión inicial, volvió a atraparse con el servicio (solo un 56% de los primeros).
"Sin duda, ha sido una victoria muy importante", dijo Nadal; "comencé muy nervioso, cometiendo muchos errores. Luego, cogí el orden con la derecha, abriendo la pista sobre su revés, tirando cortito, porque le veía cómodo desde el fondo. Al final, he jugado bastante completo".
Del Potro, que tuvo momentos intensísimos aprovechando su estatura (1,98 metros) para golpear de arriba abajo las bolas altas de Nadal, digirió el resultado de la primera manga en el baño, al que acudió para reflexionar sobre la ventaja perdida.
Que el argentino estuviera presente en las semifinales de Indian Wells es un tributo a su capacidad de superación. El campeón del Abierto de Estados Unidos de 2009 no jugó ni 10 partidos en 2010. Sufrió una lesión de muñeca y soportó un torrente de rumores sobre su recuperación, sus ambiciones y su capacidad para asumir el éxito. Luego, en 2011, amaneció más allá del número 400, sepultado en la clasificación y perdido, en teoría, para las grandes citas. Un error. En menos de cuatro meses, Delpo se ha situado entre los 60 mejores, demostrando que las armas que guiaron el despegue de su carrera (un saque feroz y una derecha de machacamartillo) pesan más que su movilidad y su cobertura de pista, elementos aún en proceso de recuperación. Al tandilense todavía le faltan pulmones y piernas. Cuando los recobre, temblará el circuito.
Nadal, que abrió la pista tirando con su derecha contra el revés de Del Potro, analizó esa circunstancia con precisión de cirujano. Le movió de lado a lado cuando pudo. Al ex número cuatro, ganador de 13 de los primeros 20 puntos del encuentro, no le alcanzó con su imponente figura. Sus casi dos metros de fuerza y clase acabaron inclinándose ante el mallorquín, que había perdido los tres últimos encuentros contra él.
Ganó Nadal, pero Del Potro, probablemente, no se sintió como si hubiera perdido. Hoy su carrera se mide en términos de futuro. Mañana, quizás, con los escalofríos que produce un tenista capaz de ganar a machetazos, serio y frío. La semifinal fue para Nadal. El triunfo, compartido.
Nadal se enfrentará en la final al serbio Djokovic, que ha vencido en la otra semifinal a Federer por 6-3, 3-6 y 6-2 y ha arrebatado al suizo el número dos en el ranking mundial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.