Mucho Djokovic para tan poco Murray
El serbio no ofrece fisuras ante el escocés y vence con autoridad por 6-4, 6-2 y 6-3
Al duelo de cuerpos doloridos acuden el calor y el bochorno. El serbio Novak Djokovic aparece en la pista con la rodilla izquierda y el hombro derecho vendados. El escocés Andy Murray, moviéndose lentamente, la mente y las piernas maltratadas por las 3h46m de su victoria en semifinales. El techo de la pista, cerrado para la final de dobles mixtos, tan alta es la temperatura (30 grados), tan insoportable la tarde australiana (36% de humedad), acaba de abrirse.
Entra el sol e ilumina la victoria (6-4, 6-2 y 6-3) en la final del Abierto de Australia de Djokovic, que impone el deseo por encima de la calidad del partido; su decisión sobre las dudas de Murray; la experiencia de su título de 2008 frente a un tenista castigado hasta al límite por el vértigo de tener que ganar el primer trofeo grande para el Reino Unido en 75 años: en tres finales de torneos del Grand Slam, no ha ganado ningún set (¡0-9!).
"Ha sido muy difícil, muy duro", dijo el serbio, ganador de su segundo Abierto de Australia, que recordó a las víctimas de las inundaciones en Australia ("no estáis solos"), y que se queda a un suspiro del número dos del suizo Roger Federer, que peligrará en los torneos de Indian Wells y Miami. "Felicidades Novak, te mereces el título", dijo Murray. "Espero tener más opciones en el futuro, volver el año que viene e intentar ganar".
Las cifras explican la condena del británico: cedió siete breaks y 18 pelotas de rotura. Cometió 47 errores no forzados, una barbaridad para un tenista que nunca hizo del riesgo su credo. Se apuntó la ridícula cifra de seis juegos con su servicio. Nunca dominó ni pesó en el encuentro, que abrió el telón viéndole pelear su primer saque durante un cuarto de hora.
Hace un año, derrotado en la final por el suizo Roger Federer, el escocés entró en una espiral autodestructiva. Hasta el torneo de Wimbledon casi no dio señales de vida. Es difícil prever que pasará ahora, pero una cosa es segura: si su decisión y su juego de ataque estuviera a la altura de su tela de araña defensiva, el escocés ya habría abierto su vitrina. Muy poco Murray para tanto Djokovic.
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