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La ley de Anton

El escalador de Galdakao gana en Andorra y recupera el liderato

En Andorra, en la montaña ahora descarnada que en invierno es solo una pista de esquí, hace más daño el viento que las cuestas, dicen los ciclistas tímidos, que se apelotonan como ovejas con miedo a sacar la nariz por la ventana. En Andorra, en sus puertos anchos y tendidos de asfalto magnífico, como en todas las carreras, saben los ciclistas, hacen más daño los ciclistas que osan, que avanzan y deshacen la figura redonda del grupo, la convierten en lanza, que todos los vientos de cara y porcentajes juntos. Hablamos, claro, de Ezequiel Mosquera, que reventó con su tenacidad, que algunos llaman correosa, a Purito y Nibali. Hablamos de Igor Anton, que, ayer, la etapa que salió de la playa, tubulares rebozados en arena, y acabó a 1.900 metros de altitud, ganó y recuperó el liderato.

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La Vuelta dejó la media montaña y entró en la montaña verdadera. Dejó, dice la teoría, el territorio de los chispillas de bolsillo, de los corredores de dinamita y juego al pase corto, para entrar en el de los de fondo, de largo aliento. La Vuelta, continúan, es la Vuelta y cada semana presenta un guión, una trama diferente, protagonistas nuevos.

La Vuelta, en efecto, es la Vuelta y Anton es Anton, bajito y escalador a la corta y también a la larga y a la media, aún protagonista, aún más protagonista: frío, poseedor de un instinto de ganador, afilado, y de una clarividencia única. Lo fue así en los riscos del Mediterráneo y Andalucía y ayer en los Pirineos, donde dio un paso más -"el premio gordo", dijo- hacia el objetivo de presentarse en la contrarreloj llana, su punto débil, con tres 3m de ventaja. Ya saca 45s a Nibali y 1m 4s a Tondo, otro de los correosos, y le queda el Cantábrico, peña Cabarga, Lagos y Cotobello, para crecer.

También saca 1m 29s a Mosquera, combativo gallego que ayer fue su mejor ayudante, involuntario, claro, limpiándole el terreno. Al ataque esperado de Mosquera, un escalador de una única marcha, pero muy alta cuando está en forma, que esperaba impaciente el primer puerto largo, los 10 kilómetros de Pal, por ejemplo. A cinco kilómetros de la cima, atacó -"como me dijo Pino, arranqué fuerte y puse mi marcha buena, que sé que hace daño", dijo- y a su rueda, naturalmente impulsivo, saltó Purito, el jersey rojo orgulloso en su casa, y también, extrañamente impulsivo, Nibali.

Anton estaba en las tripas del grupo, protegido del viento, la computadora en la mano, introduciendo variables en su disco duro: velocidad de los fugados, distancia, velocidad del viento, estado de ánimo, dolor de piernas, ritmo respiratorio, ¿dónde estás, corazón?... Dos pedaladas y, ya delante, tarea de control con Fränk, aún optimista, a su rueda. "Igor es un duro. Le sueltas, pero termina llegando", anunció Contador, comentarista televisivo ayer, quien ya sufrió la ley de Anton hace unos meses en el Morredero.

Tres kilómetros después, cuando Purito, reventado, cedió -"me he cegado con Ezequiel y me ha sacado de punto", dijo; "me he confiado"-; cuando Nibali comenzó a soltar, centímetro a centímetro, casi imperceptiblemente, la rueda del tenaz Mosquera, Anton seguía ganando terreno. A 1,2 kilómetros de la meta cazó a Mosquera, resignado. "Es el más listo. Sabía que venía detrás calculando el terreno. Yo le hacía de cebo", dijo este. "Lo siento por Mosquera, que es mi amigo. No iba a por la etapa, pero me venía muy bien la bonificación", dijo el de Galdakao, que ya ha recolectado 48s extra. Y que seguirá en ello. Es su ley.

Igor Anton entra vencedor en la línea de llegada de Pal.
Igor Anton entra vencedor en la línea de llegada de Pal.EFE

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