La importancia de los detalles
La mayoría de las veces trato de concederle importancia al deporte. A menudo me parece inútil preocuparme por que un equipo por el que no siento un verdadero apego gane o pierda. Pero el séptimo partido de la Final de la NBA de 2010 fue diferente. Como cada posesión conllevaba suficiente gravedad como para afectar a toda la temporada, despertó mi interés. Me ponía malísimo cada vez que perdían un balón o fallaban un tiro porque cada jugada era un momento decisivo.
Y estaba en ello cuando caí en la cuenta de por qué está bien preocuparse por los deportes. O al menos, por qué está bien preocuparse por un partido que decide un campeonato. El deporte es como la vida.
Estamos en el segundo cuarto de la Final de la NBA. Kevin Garnett coge el balón. Da la impresión de que ha golpeado el brazo de alguien. No se pita nada y evita que le señalen la tercera falta al principio del partido. Sigue en la cancha. La puerta de un coche se cierra de golpe. Tu hijo mete la mano justo a tiempo y evita que le pille los dedos. Te mira y sonríe.
Kobe Bryant se estrella contra el suelo. Un cuerpo más liviano se habría lesionado. Se incorpora. Los Lakers siguen jugando. Tu padre se cae de la escalera que estás sujetando. Milagrosamente, aterriza en los matorrales y se levanta, ileso, y suelta: "Supongo que debería ponerme unos zapatos nuevos".
Quedan 27 segundos. Los Lakers tienen el balón. Hay un lanzamiento. No entra. Pau Gasol captura el rebote por encima de dos rivales demasiado bajos. Los Lakers ganan. Es la boda de tu amigo. Se lo está pensando dos veces. Le recuerdas aquella vez en que su futura esposa le sacó de un retrete después de que él hubiera bebido demasiado. Sonríe y recorre el pasillo.
Estos son los instantes de un partido en el que se decide el campeonato de la NBA. Estos son los instantes de una vida.
El último partido de la Final de 2010 no fue bonito. No discurrió como queríamos. Kobe Bryant tiró como si estuviera jugando con dos ojos de cristal y parecía que Ray Allen estuviera eligiendo el ataúd en el que enterraría su carrera en la NBA. Sin embargo, fue un partido emocionante. A los jugadores les importaba, los entrenadores lo intentaron y hasta parecía que las animadoras brincaban más en sus pasos colectivos. Mientras lo veía, no paraba de pensar: "No puedo creer que todo se reduzca a esto". Una idea estúpida si lo piensas ya que siempre se reduce a "esto". Las jugadas de un partido deciden su resultado al igual que las decisiones en la vida determinan su curso. Por supuesto que los partidos no se deciden por una jugada, pero una jugada puede influir en la manera en que se desarrollan. De la misma manera en que las vidas no están definidas por un instante. Pero un instante puede cambiarlo todo.
En este partido, los Lakers realizaron las jugadas necesarias para ganar. Ahora son los campeones de la NBA de 2010. Me pregunto, como lo hacemos todos, qué camino seguirá mi vida. ¿Seré un Laker de 2010? Nadie lo sabe todavía. La vida dura mucho más de dos horas. Me alegro de que así sea. Me alegro de tener tiempo para apreciarla ya que, como nos ha enseñado esta épica serie final entre los Lakers y los Celtics, ganar es divertido, pero los partidos no son solo cuestión de la entrega del trofeo. La cuestión son los esfuerzos para llegar hasta ella.
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