"¡Lo siento!"

Florent Serra tiene los dientes mellados y el espíritu roto: "¡Soy un gilipollas! ¡Soy un gilipollas", se grita mientras juega contra el español Fernando Verdasco en la legendaria pista uno, la plaza de toros. El madrileño, que arrancó el torneo teniendo que dar respuestas a preguntas sobre su lengua caliente, tanto y tan fuerte dijo en la final de Niza , vive un encuentro ardiente. Serra, francés para más señas, tiene el apoyo del público. Serra, tenista que tira piedras, escucha a su banquillo, bien metido en el encuentro ("¡Cálmate! ¡Relájate!", le dicen). Serra, que es un subebaja, se está machacando a sí mismo ("¡Joder!", musita constantemente. "¡Qué fácil es con un saque así!", se lamenta maravillado ante Verdasco) cuando llega el único momento en el que el número nueve es apretado por el público.

El madrileño devuelve una pelota a destiempo, con el juego interrumpido. Un gesto normal y frecuente, un problema en potencia cuando se viene de sus palabras gruesas de la final perdida en Niza. Donde antes hubo para él aplausos, hay ahora abucheos y pitidos. Serra se ríe. Verdasco se encoge de hombros y se disculpa. Grita "Sorry!" ("¡Lo siento!"), y con eso se acaba el partido: 6-2, 6-2, 0-6 y 6-4 del número nueve, que jugará ahora contra el peligrosísimo alemán Philipp Kohlschreiber.