El Barça es una apisonadora
El equipo de Xavi Pascual abruma al Olympiacos con una formidable lección de juego colectivo y conquista en París su segunda Euroliga
El Barcelona se hizo justicia en París . Donde había caído dos veces en su incesante búsqueda de la corona europea durante casi tres décadas, escasamente retribuida con el título alcanzado al calor del Palau Sant Jordi y de Bodiroga en 2003, por fin desplegó toda la belleza y precisión con la que, hoy por hoy, sólo el conjunto barcelonista es capaz de dotar al juego.
Brillante Navarro -elegido además el mejor jugador de la final, el primer español en conseguirlo-, fantasioso Ricky Rubio, imponente Fran Vázquez, supremo Mickeal y así hasta el último jugador porque sólo con una exhibición colectiva tan impresionante se puede destrozar a un equipo tan lujoso y repleto de figuras como el Olympiacos. La victoria dignificó el juego, el de un equipo solidario en todas las facetas, prolífico en ataque, generoso en defensa, rápido en la transición, paciente y preciso en el movimiento del balón. Ganó el Barcelona , el juego bonito, el buen baloncesto. Y París fue una fiesta.
BARCELONA 86 - OLYMPIACOS 68
Barcelona (28+19+17+22): Ricky Rubio (9), Navarro (21), Mickeal (14), Ndong (7), Lorbek (8) -cinco inicial-, Fran Vázquez (6), Sada (7), Basile (6), Morris (8), Grimau (-), Lakovic (-) y Trias (-).
Olympiacos (19+17+14+18): Penn (-), Teodosic (10), Childress (15), Kleiza (13), Schortsanitis (6) -cinco inicial-, Bouroussis (9), Papaloukas (12), Halperim (-), Mavrokefalides (1), Vujcic (2), Vassilopoulos (-) y Beverley (-).
Árbitros: Brazauskas (LIT), Bachar (ISR) y Chambon (FRA). Eliminado: Kleiza (m.38).
14.768 espectadores en el Omnisports de París Bercy.
En siete minutos, el Olympiacos ya se vio obligado al desagradable ejercicio de bregar simplemente por mantenerse en el partido. Vázquez puso cuatro tapones casi consecutivos que causaron estragos y sacaron del partido al colosal Schortsanitis y desesperaron a Kleiza y Bouroussis. Mickeal se movía como una culebra para sacar ventaja de su emparejamiento con Childress y se convirtió en el último destinatario del remolino de pases con los que el Barça reblandecía la defensa griega. Teodosic no podía con la velocidad de Ricky, ni Penn con la constante movilidad y amenaza de Navarro.
El carrusel de cambios no varió el panorama . El Barcelona alineó a diez jugadores hasta el descanso, nueve de ellos anotaron y todos cumplieron con la misión que se les encomendó. Sada, que no había jugado ni un solo minuto en la semifinal, se encargó de reducir los ya previsibles daños de Papaloukas. Aún así, fue Papaloukas, con sus penetraciones a canastas, uno de los pocos que acertó a mantener ligeramente a flote a los suyos, junto al recio pívot Bouroussis. La diferencia fue aumentando hasta los 14 puntos, 46-32, entre otras cosas porque cuando el Olympiacos quiso cerrar la puerta de la cocina para evitar canastas fáciles cerca de su aro los artilleros del Barcelona le endosaron siete triples. Eso fue hasta el descanso, después suma y sigue.
Los griegos no pudieron tirar por la vía del cuerpo a cuerpo y ensuciar el partido porque los árbitros marcaron pronto la línea y el Barcelona no entró al trapo. Todo le salió a pedir de boca a Xavi Pascual, que parecía tener la guía de ruta del partido por mano. Pero Giannakis, fuera por estrategia o porque Teodosic no estaba al 100% aquejado de unos problemas intestinales, le dio unos minutos a Beverly, un base estadounidense que apenas había alineado durante toda la temporada.
Beverly presionó como un poseso a Ricky y robó dos balones que, unidos a un mal tiro de Ndong y un triple fallado por Navarro, desestabilizaron por momentos al Barcelona. Tres minutos le costó sumar su primera canasta en el segundo periodo. El Olympiacos se acercó a cinco puntos (52-47) pero eso fue todo. Sada, Ndong y Navarro volvieron a la carga con los triples que concedía la cerrada defensa griega. No fallaron. Navarro estaba en vena de aciertos, anotó 21 puntos, Mickeal 14, el Barcelona sumó hasta 12 triples y ocho tapones. Colosal.
Giannakis volvió a recurrir a Beverly, esta vez para detener a Navarro. Misión imposible. Volvió la diferencia de 14 puntos (64-50) con la que se asomó al último cuarto. Al Barcelona, con el viento a favor, le bastaba con mantener la velocidad de crucero o simplemente regular. Hizo lo primero con dos robos de balón de Morris y Basile, subió la diferencia a 16, a 19 (71-52). La suerte estaba echada. El Barcelona era campeón y París, una fiesta.
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