Nada puede con el CSKA
El equipo ruso, rival del Barcelona en París, llega por octava vez seguida a la Final a Cuatro pese a reducir su presupuesto un 25% y perder a Messina
La presencia física de Andrey Vatutin impone. El presidente del CSKA -lo es desde el verano pasado- nada dos kilómetros al día. Dice que es su único pasatiempo, porque la rutina es atender la gestión de un club que persigue, tras las victorias de 2006 y 2008, su tercera Euroliga moderna. "Ha sido una temporada de transición. Pero aquí estamos otra vez, cuando a principios de año todos nos decían adiós", señala Vatutin. Al igual que el año pasado, el CSKA se enfrenta al Barcelona en la primera semifinal de la Final a Cuatro.
El CSKA de principios de sesión navegaba en las dudas. Ettore Messina, su entrenador, se instaló en Madrid; Lorbek y Morris en Barcelona; y Smodis, el más resolutivo junto a Siskauskas y Holden, vivía en una lesión continua. "Fue muy difícil empezar de nuevo sin Messina. Es un apasionado de su trabajo y en Moscú le recordaremos siempre", dice Vatutin.
Sin embargo, el CSKA reemprendió la senda de costumbre con aquello que le es más habitual: nervio defensivo y seguridad en los minutos que deciden los partidos. Así superó al Caja Laboral en cuartos de final para sumar su octava presencia sucesiva en una Final a Cuatro. Khryapa, oscurecido en los Bulls, resurge en casa. "Tuvimos que ajustar muchas cosas al comienzo de temporada. Pero sabemos jugar bajo presión. Y en el CSKA sólo vale ganar. Ante el Barcelona, lo primordial será marcar el ritmo que nos interesa", dice el técnico, Evgeni Pashutin.
En el pasado, en la época soviética, el CSKA, el equipo del ejército, se adjudicó los títulos de 1961, 1963, 1969 y 1971, con Belov y, más tarde, Eremin, Tarakanov y Volkov. "El CSKA de ahora no tiene nada que ver con el de entonces. Aquel era casi un equipo nacional, pero ahora eso sería imposible. Si tuviéramos a Kirilenko, tal vez podríamos hacerlo". En cualquier caso, el CSKA ha reforzado su identidad rusa. El ex jugador Pashutin reemplazó a Messina y ha concedido más protagonismo a chicos como el pívot Sasha Kaun y los aleros Ponkrashov y Vorontsevich. ¿Hay alguna intención de convertir de nuevo al CSKA en un emblema nacional? Vatutin lo niega.
Todo se debe a motivos más cotidianos. "Tuvimos que recortar el presupuesto de este año un 25%. No podíamos gastar lo de otros años. En Europa está pasando lo mismo, aunque el Madrid y el Barcelona cuentan con el respaldo de las estructuras del fútbol. La crisis financiera está afectando al deporte ruso, salvo al fútbol y el hockey sobre hielo, que están por encima del baloncesto. Nosotros miramos al futuro. Queremos un club a la europea, tanto dentro como fuera de la cancha", afirma el dirigente. La laxitud de la Liga rusa es ventaja y problema al mismo tiempo. Por un lado, le permite conservar energías para viajar por Europa, pero le resta miga a la competitividad local. "No existe la igualdad que hay en España. En Rusia sólo hay tres equipos con posibilidades: CSKA, Khimki y Unics Kazan".
De la presidencia de ese último equipo procede Vatutin, que llegó a Moscú en 2002. Ingresó en el gobierno del club con la garantía de Alexander Gomelsky, el célebre técnico del club y de la selección soviética. "Él fue mi maestro. Le recuerdo todos los días". Antes de emprender su carrera directiva, Vatutin ejerció como periodista y, además del palmarés deportivo, cuenta con varias órdenes de mérito emanadas desde el Kremlin. "El baloncesto ocupa mi vida", dice, sin dar detalles de ambiciones empresariales o políticas, ni tampoco acerca del interés del actual dueño de los Nets de Nueva Jersey, el millonario Mijail Prokhorov, de incorporarlo a su equipo estratégico. "Los medios americanos pueden decir lo que quieran, pero a mí no me ha llamado nadie todavía".
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