El 'efecto Guardiola'
Guardiola es un cruyffista radical, le gusta tomar decisiones y por su puesto intervenir en los partidos. Ayer puso a Alves como extremo en el Bernabéu, el estadio en el que el técnico azulgrana debutó como marcador de Butragueño en tiempos del dream team, el equipo de Cruyff. Aunque la decisión era cuestionada, no se la puede considerar como una frivolidad, sino que obedece a la meticulosidad con la que el entrenador barcelonista prepara los partidos.
Guardiola, al fin y al cabo, le ha puesto método a la idea de Cruyff. Ocurre que a veces es tan perfeccionista que aparentemente actúan sin naturalidad, como si forzara las situaciones. Nunca ha sido un técnico contemplativo como Rijkaard o Pellegrini. Tampoco se plegó de brazos ayer en Chamartín, y el Barça sorprendió de salida al Madrid con su juego posicional, la marca de la casa, el factor que explica su jerarquía futbolística. A los madridistas no les quedó más remedio que recurrir a las faltas reiteradas para combatir el despliegue azulgrana. Alves y Pedro ensancharon el campo, cada uno desde su banda, neutralizaron a los laterales contrarios al tiempo que facilitaron el juego combinativo de Xavi y Messi y el Barça evitó que la delantera del Madrid atacara por la espalda del lateral brasileño.
A pesar de que el partido siempre estuvo peligroso, presa del nervio, los barcelonistas alcanzaron el descanso con un buen dominio táctico y ventaja en el marcador después de una combinación estupenda de sus dos jugadores decisivos: Messi y sobre todo Xavi. El Barça tenía el clásico donde quería Guardiola. Acabado el efecto sorpresa, el técnico se corrigió en el vestuario y cambió la posición de los cuatro futbolistas que ocupaban las cuatro puntas del campo: Alves se pasó al lateral derecho, Puyol al izquierdo, Pedro se cambió de lado y Maxwell se convirtió en volante zurdo.
Advirtió Guardiola hace tiempo que el equipo no funcionaba solo, como la temporada pasada, cuando tomó una velocidad de crucero imposible para cualquier adversario. A los centrales les costó mezclar bien; necesitó activar a Messi, que no conectaba bien con Ibrahimovic. La aportación de Iniesta menguó, y tuvo que cambiar mucho a los extremos por la falta de jugadores profundos, especialmente por la dimisión de Henry. El carrusel de cambios expresa la facilidad azulgrana para mudar su zamarra sin perder su personalidad y siendo siempre un equipo reconocible en mayúsculas. El partido del Bernabéu evidenció que el Barça siempre ha tenido un plan, ha vivido del juego y la lluvia fina, por la misma regla de tres que el Madrid ha progresado en el campeonato por sus goles, por su fútbol tormentoso, por su capacidad para reaccionar en las situaciones adversas.
El Madrid ha ensayado en cada partido un remonte para alcanzar la remontada final ante el Barça. Los goles de Ronaldo e Higuaín han engordado su épica frente a rivales como el Sevilla. Nada pudieron contra los azulgrana, superiores en las distintas zonas del campo, incluso en la portería, con un Valdés fenomenal; en la defensa, la más invulnerable; también en la medular con Xavi, y en la delantera. Valdés y Pedro reflejan la crecida azulgrana mientras Guti y Raúl simbolizaron la regresión madridista. A Pellegrini de nada le sirvió recurrir a la vieja guardia. Los azulgrana ni siquiera necesitaron jugar su mejor partido, ganaron sin apuros y con la ley de la efectividad.
Desde la desesperación, los madridistas trataron de sacar del partido al Barça, que no juega cómodo cuando va y viene la pelota y en las situaciones de descontrol emocional. Al Madrid, sin embargo, le faltaron futbolistas y juego para revertir la situación y evitar una nueva caída tras su eliminación en la Copa y la Champions. No falla el Barça en las finales y nunca da la talla el Madrid cuando se juega los títulos. Ayer fue víctima del efecto Guardiola, autor de un Barça campeón. Comparado con el Barcelona, el Madrid está todavía por hacer.
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