Paso corto y vista larga
El Sevilla, sujetado por Palop y Navas, empata en Moscú pero deja la sentencia para el Pizjuán
Fue bueno, pudo ser mejor. El Sevilla empató en Moscú, obtuvo un buen resultado para sellar su histórico pase a cuartos de final de la Liga de Campeones y sin embargo flotó la sensación de que la igualada fue un marcador menor. El guión que Manolo Jiménez había planteado en la previa se estaba cumpliendo a la perfección con el 0-1, un esquema ajustado a la seriedad de su equipo, la rapidez en el contragolpe y las dudas de un CSKA en pleno rodaje y sin chispa para abordar a todo un acorazado como el Sevilla. Bastó un zapatazo del ex verdiblanco Mark González para que se abriera una senda peligrosa, la de las dudas y los nervios. Colocó el chileno el empate y a los andaluces se les bloqueó el mecanismo. Todo iba bien, hasta el programado cambio de Perotti a los quince minutos de la segunda parte, pero faltó esa convicción de equipo grande para con el marcador a favor dejar en franquicia el resultado en Moscú. Avanza el Sevilla, pero no arrolla, sestea, quizás cómodo con el gol fuera de casa, sufridor después del empate y en general con esa lámina de practicidad que todo lo envuelve y que sin embargo apenas muestra dosis de grandeza. La filosofía, es evidente, se asienta en el paso corto y la vista larga. Ya estará el Sánchez Pizjuán para sentenciar el pase.
CSKA 1 - Sevilla 1
CSKA Moscú: Akinféev; A. Berezutski, Ignashévich, V. Berezutski, Shénnikov; Krasic, Aldonin, Shemberas, Mark González; Honda (Mamáev, m.83) y Necid.
Sevilla: Palop; Stankevicius, Fazio, Escudé, Navarro; Adriano (Perotti, m.59), Zokora, Renato (Acosta, m.88), Romaric, Navas; y Negredo (Kanouté, m.76).
Goles: 0-1, m. 25: Negredo. 1-1, m. 66: Mark González.
Árbitro: Féliz Brych (Alemania). Mostró tarjetas amarillas a Aldonin, Mark González y Honda.
Incidencias: partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones disputado en el estadio olímpico Luzhnikí en la capital rusa ante unos 40.000 espectadores (la mitad del aforo).
Bien por la inmensidad del antiguo Estadio Lenin o también porque toda Rusia estaba más pendiente del duelo de cuartos de final de hockey sobre hielo de los Juegos Olímpicos de Vancouver entre rusos y canadienses, lo cierto es que la conjunción de ambos factores ofreció una imagen inadecuada para un duelo de octavos de final de la Liga de Campeones. El Luzhniki acogía apenas a 25.000 espectadores en una noche fría aunque no tanto como se esperaba y con un Sevilla que encaró su históricoasalto a los cuartos de final con un once donde Manolo Jiménez dejó su impronta. Confiado en las prestaciones de su equipo, dejó en el banquillo a dos hombres de peso como Dragutinovic y Kanouté, reforzó la banda izquierda con Adriano ayudando a Fernando Navarro y mostró su confianza en un día grande en un futbolista del que espera incluso que sea capaz de jugar muy pronto a las órdenes de Maradona con Argentina. Fue el caso de Fazio, recuperado en una cita mayor después de una temporada lastrado por una eterna lesión de tobillo.
Ni en sus mejores sueños hubiera podido imaginar el entrenador local, Leonid Slutsky, un Sevilla sin Luis Fabiano ni Kanouté, aunque su estudiado planteamiento del encuentro (mes y medio de pretemporada) no albergaba a un CSKA mandón. Desde el principio dio la responsabilidad del encuentro al Sevilla. Ahora la cuestión estaba en dilucidar si el propio Sevilla aceptaba el reto del dominio para ir a por el partido o bien se conformaba con no pasar peligro en su portería para contemplar, sin excesivas alteraciones, el paso de los minutos.
Los de Jiménez optaron por el segundo camino, quizás porque están poco acostumbrados a ejercer una jerarquía incontestable en el juego. Seguro atrás, sin alterarse lo más mínimo por las tímidas acometidas del CSKA, esperó con paciencia a que llegara su oportunidad. Como no podía ser de otra forma, el toque de distinción llegó de la mano de Jesús Navas. Lo intentó en una primera ocasión ante Schennikov y el lateral le ganó el uno contra uno. Cinco minutos después, picado en su orgullo y en una contra con terreno por delante, el zaguero del CSKA dobló las rodillas ante el que posiblemente sea en estos momentos el mejor extremo derecho de Europa. En el otro equipo estaba Krasic, otro interior diestro de los buenos. De momento, por debajo del andaluz. Su pase a Negredo fue medio gol. Sin estridencias y con orden salvo en algún despeje defectuoso, el Sevilla había logrado lo más difícil ante un CSKA desconcertado en el rol de dominador que tuvo que desempeñar a raíz del tanto. Sólo la movilidad del japonés Honda alteraba los movimientos de la defensa del Sevilla. Fue tan rápido como ineficaz de cara a la portería de Palop.
Todo cambió con el disparo de Mark González. El empate dejó paso a los mejores momentos del CSKA. No había noticias del Sevilla ni con la entrada de Kanouté, aunque el incendio no fue mayor gracias a una genial intervención de Palop a cinco minutos del final. Rendido a la igualada el Sevilla y poco fresco el CSKA, poco más ofreció el encuentro que ese empate del conjunto español, asentado en parte en la aparente debilidad moscovita y su falta de rodaje y alimentado sobre todo por la seriedad de este equipo fabricado para conseguir objetivos sin brillo, pero que siempre suele cumplir. Todo, paso a paso.
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