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FÚTBOL | MUNDIAL DE CLUBES

Estudiantes o la suerte de una vida

Sabella, el entrenador, y Verón, hijo de quien le dio el titulo de la Libertadores a Estudiantes en el 68, apelan al sentimiento Pincharrata para encarar con la humildad de quien no se reconoce favorito, el partido de su vida

Alejandro Sabella fue un zurdo fino, un 10 de los de antes, que creció en las categorías inferiores de River Plate y, aunque formó parte de la plantilla que ganó tres títulos a mediados de la década de los años 70, nunca cuajó con los gallinas de Núñez, víctima de la sombra poderosa del gran Beto Alonso. Así que hizo las maletas en 1979, se fue a Inglaterra, jugó poco en Sheffield y en Leeds y en 1982, de vuelta a Argentina, fichó por el Estudiantes de la Plata que entonces dirigía Bilardo. Hoy se sentará en el banquillo del Zayed Stadium de Abu Dabi dispuesto a emular a Zubeldia, el hombre que llevó a Estudiantes a ganar tres Libertadores consecutivas y la Intercontinental frente al Manchester United, en 1968; el tipo que marcó un antes y un después en los banquillos del fútbol argentino al frente de un equipo que hizo historia. Ayer, a Sabella, le preguntaron qué era representa ser hincha del equipo de La Plata, fundado por estudiantes de medicina, lo que generó el sobrenombre de Pincharratas. Su respuesta quedará para los anales de la pasión y el sentimiento futbolístico.

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"Yo nací en otra institución [se refiere a River Plate] y en 1982 tuve la suerte de jugar en Estudiantes. A partir de ahí es difícil seguir porque los sentimientos son difíciles de explicar", dijo Sabella. Siguió: "Ser pincha es un aroma que penetra dentro tuyo y no te lo puedes sacar, permanentemente se renueva viendo a los jugadores que jugaron antes que tu y a los que juegan después, a la gente que siente lo mismo que tu. Es como el agua cuando empieza a desparramarse y cada vez se hace más grande y no hay posibilidad de frenarlo". Y más: "Uno no sabe cómo se enamora pero se enamora. Y eso también es un sentimiento que llega y no se va, y que perdura a través de los años y de los que siguen detrás nuestro".

Minutos después, antes de contestar a otra pregunta, Sabella, que dijo tener muy claro que el Barcelona es favorito -"no nos ofende el criterio de la prensa mundial; estamos ante un desafío enorme para honrar el ideario de este club, de trabajo y humildad, acostumbrados a través de la historia y de los años, tenemos un plantel de muchas agallas, mucho sacrifico, mucho temple y buscábamos un sueño", dijo-, insistió en el tema del sentimiento que mueve a la afición de Estudiantes a hipotecar su casa y vender el coche para seguir a su equipo a una final del Mundial de Clubs: "En 1982 antes de los partidos en nuestra cancha, llegábamos al campo y nos íbamos a la tribuna, detrás del arco, a calentar. Yo, que jugaba, veía un chico correr por las gradas, subir y bajar los escalones. Hoy, a ese niño, lo tengo a mi derecha. Esa es la suerte que me ha dado la vida. Eso es el sentimiento de Estudiantes".

El chico de su derecha es Juan Sebastián Verón, La Brujita, nacido en La Plata, el 9 de marzo 1975, el mismo día que su padre, Juan Ramón Verón, al que llamaron La Bruja (La Plata, 1944) le marcaba un gol a Gimnasia y Esgrima en el clásico platense, sin saber que su mujer había parido. Su hijo, La Brujita, creció en Estudiantes, fue traspasado a Boca, y jugó en Italia (Parma, Inter) y en Inglaterra (Chelsea y Manchester) antes de volver a casa para capitanear al equipo que esta tarde se mide al Barcelona: "Él sabe más que yo qué es ser pincha", le señala su entrenador. Entonces, Juan Antonio, la Brujita, pasó la mano por su cráneo rapado y trató de explicar ese sentimiento: "Ser de Estudiantes es lo mismo que el amor de un padre hacia un hijo. Estudiantes siempre fue mi casa. Es lo que hacemos, lo que tenemos, de lo que vivimos, lo que respiramos, el lugar en el cual nos dio la posibilidad de crecer no sólo como jugador sino como persona. Eso crea una identificación y un sentimiento".

"Si ven una bruja volando en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón, que está de moda", le gritaban al padre la noche que en 1968, ante el Palmeiras, marcó los dos goles que le dio a Estudiantes su tercera Copa Libertadores. El primero, dicen, idéntico al que años después logró Maradona contra Inglaterra, en Mundial de 1986, calcado al que tiempo después logró Messi contra el Getafe, en el Camp Nou. "Si ven una bruja volando en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón, que está de moda", le cantaron a su hijo la misma barra en el Mineirao, el estadio donde se jugaron el título frente al Cruzeiro, tras empatar a cero en el estadio de la 1 y 57 de La Plata en el partido de ida. "Desde entonces se espera este partido en Abu Dabi, seguramente el partido mas largo de la historia" convino Sabella, que según la prensa argentina maneja un par de dudas a la hora de frenar al Barcelona. Una pasa por la posición de Clemente Rodríguez y la posibilidad de que le use de secante para Messi, cambiándole de su banda natural, y la otra por decidirse entre Díaz o Salgueiro, lo que implicaría jugar con un trivote por delante de la defensa.

Lo que está claro es que para ninguno de los protagonistas de Estudiantes es un partido más y mucho menos para Verón: "Por la envergadura del encuentro, la característica del rival, porque nací en un club en el que mi padre consiguió trofeos importantes, seguramente que sí, no es un partido más. Es el partido", dijo el centrocampista argentino al que Guardiola elogió señalándole como líder del equipo, "un futbolista de alto nivel".

Sabella recordó que uno de los mandamientos Estudiantes invita a entrar con 11 jugadores en la cancha y salir con los mismos. Lo dijo cuando le preguntaron por la posibilidad de que el exceso de pasión se tradujera en violencia. "Nos enseñaron a tratar de la misma forma que nos tratan", terció malcarado, Verón. "Por eso nos llamaron Animals", dijo recordando las portadas de los periódicos ingleses después de que Estudiantes le ganara al United la final del 68, en dos partidos durísimos, recogiendo lo sucedido durante el Mundial de 1966 en Londres, cuando el partido Inglaterra-Argentina derivó en trifulca. Aquella noche del 16 de octubre de 1968, hace ya 41 años, fue su padre, la bruja Verón quien, en el minuto 7, de un cabezazo, sentenció el segundo partido de la final. De nada sirvió que en el minuto 90 Morgan, tras la pelea entre George Best y Medina que les costó la expulsión, igualara el duelo: Estudiantes fue el Campeón.

"El que quiera ver un espectáculo, que vaya al teatro. Nosotros sólo queremos ganar la final", avisó el hijo del mito, que cuando le pidieron consejo para su amigo Messi sólo dijo: "Que no juegue". Verón, el hijo del mito, el hombre que sueña con levantar la copa y llevarla a La Plata, como hizo su padre, allí donde pervive la herencia de un sentimiento transmitido de padres a hijos fundado en 1905 por universitarios, sabe que si hoy escucha cantar eso de "una bruja montada en una escoba" será que Sabella emuló a Zubeldia, que el sentimiento le ganó otra vez a la razón y la suerte de una vida cobró sentido.

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