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El Athletic aprovecha el diván de Madeira

La lesión de Llorente le apagó las luces pero supo sobreponerse a sus errores y los aciertos del portero para empatar un extraño partido

Más allá de los preJuicios argentinistas o freudiano, conviene psicoanalizarse de vez en cuando, mirándose por dentro más allá de la osamenta. El Athletic se lo hizo mirar en la plácida Madeira y le vino al pelo para rectificar, que es de sabios, y para apostar, que es de listos, por un resultado que le acerca casi, casi a los dieciseisavos de final de la Liga Europa, después de haber podido ganar y de haber podido perder, mereciendo lo primero y sin merecer lo segundo.

Se tuvo que psicoanalizar obligatoriamente cuando tras sestear placenteramente, con oficio, es cierto, durante 40 minutos, como queriendo manifestar su superioridad, hasta que Llorente se rompió. Fue un mazazo doble, porque el jugador de referencia sufrió una lesión muscular después de haber fallado un gol, si así se le puede calificar a golpear el balón contra el poste, solo ante el portero. Casi fue peor lo segundo que lo primero, porque obligaba al Athletic a jugar sin luz, a la funerala, que diría Sabina, a lo que más teme desde que explotó el chicarrón de Rincón de Soto. Y se sobresaltó más aún cuando Nuno Gomes le arreó un zurriagaza, por detrás aIraola, que el árbitro, aununciando su posterior recital de incongruencias reglamentarias, convirtió en amarilla (al final del partido el lateral portugués fue expulsado por insistir en el error).

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Ahí se tumbó el Athletic en el diván y de momento balbuceó porque la entrada De Marcos no significó un cambio de juego inmediato del equipo, una vez derribado su faro. Ahí pudo suicidarse el Athletic, tanto como podía crecer el Nacional, un equipo más apañado de lo que parece, pero muy alejado de las posibilidades del Athletic. Su técnico, Manuel Machado, estaba entregado a Llorente y su lesión debió liberarle de su fantasma particular.

Superior el Athletic, con ocasiones para adelantarse, se encontró sin goles y con su distintivo en la ducha apresuradamente. Antisiquiatria, es decir, necesidad de tocar el fondo para resurgir cuanto antes, necesitaba. Y lo hizo. La reanudación estabilizó la capacidad emocional del Athletic que empezó a jugar como debía con lo que tenía: al pie, rapidito, buscando las bandas, sin especular demasido y sin exigir a De Marcos un duelo ingrato con los centrales (entonces ya dos, y no tres) del Nacional.

Así llegaron la ocasiones, manifiestas, evidentes, de De Marcos, de De Cerio, que volvió a juar, por fin, desde la Supercopa frente al Barça, aunque siempre tropezaron con el portero Bracali. Segundo psicoanálisis. Aún no había tocado el fondo, quedaba algún recoveco que podía devolverle al estado de languidez: era mejor, jugaba mejor, tenía más ocasiones y de pronto un penalti de Iraizoz que pareció tan real como estricto. Harto de verlos a todos en el divcan, el colegiado escocés Callum también se tiró de bruces frente al freudiano mueble. Primero, con acierto, anuló el lanzamiento, que era gol, de Edgar Silva, porque Pecnik se metió en el área antes de tiempo. ¿Repetición de lanzamiento? Según Callum no, falta a favor del Áthletic. No era psiquiatría sino suspenso en la EGB del arbitraje (otro balón de playa) que, raudo, corrigió el árbitro de área (en la UEFA hay cinco colegiados) advirtiendo al calvito escocés de que no iba por ahì el asunto. Volvió a lanzar Silva y marcó, aunque Iraizoz tocó el balón.

Vuelta a repensarse la vida el Athletic que sientiéndose superior, jugando mejor, disponiendo de más ocasiones se veía por debajo en el marcador, chirigota del árbitro incluida. Tiempo de caerse al fondo o de estirar el cuello para ver la luz.

No le costó mucho al Athletic volverse a hacer con el dominio del encuentro, porque el Nacional estaba para menos ruidos. Pero ya se sabe que la ansiedad tiene hilo directo con la locura en asuntos futbolisticos. Y ocurrió que se fue el psiquiatra y cada cual buscó su puerta de salida. El Athletic se fue a por Bracali desesperado, mereciendo más premio que el que consiguió al final con otro penalti sobre Díaz de Cerio que transformó Etxeberria. Y mereciendo menos sufrimiento del que padeció al final por su mala cabeza, en le que tuvo que intervenir como psiquiatra suplente Iraizoz ante Pecnik en el penúltimo despiste de los rojiblancos de negro. No habíaa mucho orden aunque el Athletic sí ordenó la clasificación y casi visó su entrada en la siguiente fase aunque a poco le cuesta la cabeza. Es lo que tiene que se lesiona Llorente. Cuando no hay luz conviene tener a mano una linterna.

Óscar de Marcos disputa el balón con el central del Nacional, Felipe Lopes, en presencia del árbitro.
Óscar de Marcos disputa el balón con el central del Nacional, Felipe Lopes, en presencia del árbitro.AP

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