Pelotazo a Cristiano
El portugués resuelve un partido que el Madrid arrancó sin toque ni imaginación
El Madrid resolvió por la vía directa un partido que se le empezaba a complicar. No fue con un alarde de imaginación, no fue buscando con el toque, ni elaborando de banda a banda, como el Madrid empezó a trabajarse la victoria. Fue con un pase largo -un pelotazo- de Pepe a Cristiano. El portugués se desmarcó al espacio y Diawara, el líder de la defensa del Olympique, saltó para despejar sin tocar nada con la cabeza. Momento terrible para Diawara. Alegría para Cristiano, que se vio en el foco de todas las miradas, solo ante el portero Mandanda. Como los grandes artistas del escenario, el delantero ganó en aplomo cuanto mayor atención recibía. Dejó que el balón botase, amagó que lo picaba pero lo acomodó con la zurda, con elegancia, al palo corto. Mandanda se encontró suspendido en el aire, maldiciéndose, mientras el balón se le metía en el horno. Y así fue como se acabó el partido del Olympique, y empezó a respirar el Madrid, que hasta ese momento lo había vivido con tensión.
Real Madrid 3 - Olympique de Marsella 0
Real Madrid: Iker Casillas; Sergio Ramos (Garay, m.71), Pepe, Albiol, Marcelo; Gago, Xabi Alonso, Guti; Kaká (Raúl, m.78), Cristiano Ronaldo (Higuaín, m.69) y Benzema.
O.Marsella: Mandanda; Bonnart, Diawara, Heinze, Taiwo; Abriel (Rodríguez, m.61), Mbia, Cheyrou, Lucho; Niang (Ben Arfa, m.87) y Morientes (Brandao, m.63).
Goles: 1-0, m.58: Cristiano Ronaldo. 2-0, m.60: Kaká de penalti. 3-0, m.64: Cristiano Ronaldo.
Árbitro: Martin Hansson (SUE). Mostró cartulinas amarillas a Mbia (54), Heinze (61) y Rodríguez (66) por el Olympique. Expulsó a Diawara (46 y 60) por doble cartulina. Incidencias: encuentro correspondiente a la segunda jornada del Grupo C de Liga de Campeones disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante unos 75.000 espectadores. Presenció el encuentro en el palco de honor el tenista Rafa Nadal.
Hay estadios que elevan a los equipos. El Bernabéu no pertenece a esta categoría. El escenario suele ejercer una influencia inhibidora en los jugadores propios, que corren el riesgo de la censura inmediata, por la vía sumaria, a veces visceral. Este Madrid, que ha generado una expectación enorme, no consigue la adhesión del público, que se muestra indiferente a los resultados y atento a los defectos. Seis victorias consecutivas por goleada no han conmovido a la hinchada y los jugadores, muchos de ellos jóvenes y recién llegados, viven la experiencia con estupor. Las pitadas que han recibido en la Liga han hecho mella en la moral. Esto fue evidente contra el Olympique. El Madrid se mostró titubeante. Empezó apoderándose del balón pero, tras un impulso inicial, no tardó en perderlo, y en descomponerse. Lo que pareció desorden, incoherencia, y ausencia de planes, fue, más que un problema futbolístico, un defecto de confianza.
El Olympique no se preocupó por tener el balón. Se encontró cómodo cediendo terreno, achicando los espacios frente a su área, y buscando salidas rápidas con Cheyrou y Lucho González en busca de las galopadas de Niang al espacio. Las dificultades del Madrid no se revelaron cuando no tuvo la pelota. Al revés, el equipo sufrió cuando se vio obligado a administrar el juego. Mientras el Olympique esperó replegado, el Madrid se mostró lento en las transiciones y proclive a trasladar en exceso. Con Xabi en el eje, organizando las posesiones, la creación correspondió a Gago, a Guti, y a Kaká. Sólo Guti ejerció de enganche con verdadera lucidez. Por Guti empezaron a gestarse las jugadas más ingeniosas del Madrid, pero el Olympique fue el que respondió con más peligro.
En ese tramo fue decisivo Casillas, que entró en la pomada anticipándose para despejar un pase medido de Mbia a Niang. El punta senegalés, un búfalo, se convirtió en una amenaza constante para la defensa del Madrid. No se achicó ni ante las entradas de Pepe ni ante los mensajes de Sergio Ramos, que le advirtió del peligro que corría. Su segunda incursión fue desde la izquierda. Lucho le puso un balón a la espalda de Ramos y encaró a Pepe, lo rompió con un recorte y se presentó ante Casillas. Frente a frente. Su tiro al primer palo lo sacó el portero, que puso la mano derecha. Pero Casillas tuvo una de sus noches infalibles y el Madrid lo agradeció. En la primera parte, coincidiendo con la pájara de sus compañeros, el hombre desbarató tres remates difíciles. Todos de Niang.
Confundido ante la doble línea de marcadores que desplegó el Olympique para proteger a Mandanda, el Madrid optó por la vía directa. Xabi, Guti y Sergio empezaron a buscar a Benzema con balones bombeados. Generalmente, ganaron los centrales rivales. El francés se dejó perturbar por la ansiedad. Pidió demasiado el balón al pie, y le costó buscar los espacios cuando Cristiano logró desbordar a sus oponentes. Alguien debería explicarle que es en el segundo palo, y no en el primero, donde se pesca mejor.
A falta de otros argumentos, el Madrid se entregó al pase largo y a los tiros de media distancia de Cristiano. Cada vez que Diawara le dejó un metro, y ante la falta de desmarques de sus compañeros, el portugués ensayó el disparo desde fuera del área.La violencia de dos de sus remates obligaron a Mandanda a estirarse. Los jugadores del Olympique observaron el espectáculo seguros de la profundidad de su trinchera. Cometieron el error de alejar la línea de presión del terreno adversario, y concedieron demasiadas facilidades. Cristiano lo aprovechó para poner a prueba al portero. Guti y Kaká, para asistir a Benzema. Pero no fue la noche del francés.
El Madrid regresó tras el descanso sin aplacar su ánimo agitado. Pero se aferró al balón largo y el recurso le proporcionó resultados. Tiene elementos para jugar así. Cristiano es un especialista por velocidad y capacidad de definición. Lo demostró en el primer gol. En el segundo también. Diawara se exasperó al verle penetrar en el área y le puso la planta en el tobillo derecho. El central vio la tarjeta roja. Mientras Ronaldo se retorcía de dolor, Kaká ejecutó el penalti. Cristiano estaba lesionado. Pero siguió en el campo. Siguió el tiempo suficiente para empujar el balón del tercer gol del Madrid, después de una jugada espléndida. La clase de maniobra que se espera de jugadores así. A un toque, tirando paredes, se asociaron Guti, Ramos y Benzema, que resolvió la trama pasando al punto de penalti para que Cristiano resolviera. Relajado, el Madrid es capaz de estas cosas.
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