El Sevilla sigue creciendo
Triunfo y buen juego de los de Jiménez, que no dieron opción a un endeble Mallorca
Si la Liga parece destinada a medirse en dos velocidades, la que marcan Barça y Madrid y la del resto, habría que buscarle con urgencia una propia al Sevilla. Con una solvencia fuera de toda prueba, el conjunto que dirige Manolo Jiménez se ha ganado una denominación de origen propia y está empeñado en rebelarse contra los que lo sitúan sólo dentro del grupo de aspirantes a disputarse las migajas que dejen los dos grandes. La primera gran prueba para medir de forma real las aspiraciones sevillistas llegará dentro de dos jornadas, cuando el Madrid visite el Pizjuán. Antes tocará acudir a dos estadios de mucha historia en el fútbol continental, caso de San Mamés e Ibrox Park, feudos de Athletic y Rangers, respectivamente. En el actual estado de cosas, todo parece posible. El repaso al Mallorca se ejecutó con Fernando Navarro, Capel y Kanouté en la grada. Casi nada. Y ni atisbo de debate sobre las formas del entrenador. Todos contentos con la forma y el fondo, y el equipo creciendo.
SEVILLA 2 - MALLORCA 0
Sevilla FC: Palop, Konko, Squillaci, Escudé, Adriano; Jesús Navas (Fernando Navarro, m.70), Zokora, Renato, Perotti (Capel, m.64); Negredo (Koné, m.77) y Luis Fabiano.
Real Mallorca: Aouate (Lux, m.46); Josemi, Ramis, Nunes, Corrales; Varela (Borja, m.58), Martí, Bruno China, "Chori" Castro; Aduriz y Webó (Keita, m.74).
Goles: 1-0. m.16: Squillaci. 2-0: m.25: Perotti.
Árbitro: Carlos Velasco Carballo (Comité Madrileño). Mostró tarjeta amarilla a Fernando Varela (m.48), del Mallorca, y a Squillaci (m.88), del Sevilla.
Incidencias: Partido disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante unos 35.000 espectadores en una tarde noche de agradable temperatura. Terreno de juego en buenas condiciones. Antes comenzar el partido el piloto Sebastien Bourdais ofreció a la afición sevillista la Copa ganada en Estoril en la Superleague de Fórmula.
Anda el sevillismo ilusionado, y con razón, por las prestaciones que está ofreciendo el grupo dirigido por Jiménez. Superada la decepción que supuso la dolorosa derrota ante el Valencia en la primera jornada de Liga, el Sevilla no ha hecho sino crecer con el transcurso de las jornadas. Lo ha hecho, además, ofreciendo a cada partido lo que justamente necesitaba. Victorias incontestables en casa ante Zaragoza y Urinea (Liga de Campeones), y triunfo basado en el pragmatismo en un feudo tan complicado en los últimos años como el Reyno de Navarra. Llegaba el Mallorca con el mejor segundo arranque liguero de su historia y el Sevilla añadió a su solidez habitual el destello y la clase de jugadores con un altísimo nivel, caso de Luis Fabiano, Jesús Navas y Perotti, para someterlo de una forma contundente. La combinación de trabajo y clase cristalizó simplemente en espectáculo, en una fascinante superioridad con la que el Sevilla se gustó en un primer tiempo de deleite futbolístico. El abanico de recursos es amplio y fue a balón parado como el central Schillaci abrió el marcador ante un Mallorca de buenas maneras, aunque sin el fuste necesario para plantar cara al hoy por hoy único equipo capaz de hablarle de tú a tú a Barcelona y Madrid.
Regresó Navas tras un inicio de Liga por debajo de sus posibilidades y le ofreció a Perotti la posibilidad de seguir engordando su cuenta de goles. Balón al segundo palo y remate de cabeza del argentino, otro de los hallazgos de la factoría de Monchi y sus colaboradores. Mientras, la grada rugía en cada cobertura de Zokora o las ganas que puso un Negredo cada vez más rápido y enchufado.
Tanta superioridad existía sobre el terreno de juego que el Mallorca decidió ir a tumba abierta para hacerle daño al Sevilla. Como era de suponer, el intercambio de golpes no inmutó a los locales. Fue el momento en el que Navas y Varela tuvieron dos opciones claras de seguir haciendo goles.
Más allá del hecho puntual de que Adriano pudiera hacer el tercero, la esencia estaba en el estilo del Sevilla. Ni un pasó atrás, como en Stalingrado,y más munición con la presencia de Capel para que Perotti gozara de descanso. Jiménez agradó a algunos suplentes, caso de Koné, y en el ambiente sólo flotaba la sensación de por qué no llegaban más goles. Por eso pudo complicarse algo la cosa en los minutos finales, cuando Keita se encontró con un balón que pudo haber reducido distancias en el marcador. Sobró el último cuarto de hora, bajo de intensidad, pero la perfección no existe. Ese regustillo amargo del final no debe ser tenido en cuenta. Y todo, con Kanouté sin jugar ni un solo minuto.
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