Espejismos
La primera jornada de los Mundiales se salda con seis récords mundiales y una exhibición de bañadores que el año que viene estarán prohibidos
Antes nadaban los hombres. Unos contra otros. Ahora nadan los hombres con la ayuda de los bañadores tecnológicos, de forma que nunca se sabe dónde termina el nadador y dónde empieza el bañador. La primera jornada de los Mundiales de Natación de Roma se saldó con una tormenta de seis récords mundiales y un desfile de cuerpos recauchutados con tres marcas que se disputaron las medallas para gloria de la industria textil: Arena, Jaked y Speedo.
Tras batir el último récord vigente de Ian Thorpe, el 400 libre, el alemán Paul Biedermann tuvo la suficiente vergüenza de señalarse el último modelo de Arena que llevaba puesto, y que le había envuelto el cuerpo herméticamente. "He mejorado en seis segundos mi mejor marca en 400", admitió, tras establecer un tiempo de 3m40,07s, una centésima menos que el de Thorpe. "De esos seis segundos, cuatro son míos y dos del bañador".
Los modelos que se emplearon para hacer esta escabechina en el ránking estarán prohibidos a partir de 2010. Aunque los ejecutivos de la FINA se nieguen a revisar las marcas, aunque como ayer, se ufanen del fragor con que el público jaleó cada cronometraje, lo cierto es que dentro de unos años estos tiempos quedarán en el limbo. Se observarán como una aberración. Un paréntesis oscuro en la historia de un deporte que durante un siglo engrandeció la figura de los nadadores como a hombres que enfrentaban los elementos sin intermediarios. Esto nunca fue tenis, ni golf, ni fórmula uno. Esto, hasta que la FINA hizo la vista gorda, siempre fue la humanidad contra el agua. Sin palos, sin máquinas, sin raquetas. Sin bañadores que ayudan a flotar y aumentan el deslizamiento.
Durante los Juegos de Atenas, en 2004, los nadadores se preocuparon por las condiciones de la piscina al aire libre. Dijeron que el viento, y el pequeño oleaje que producía, les impedía ir todo lo rápido que podían. Eran otros tiempos. Antes, cualquier pequeño detalle impedía batir un récord del mundo. Desde hace un par de años, lo extraño es que los récords no se sucedan en cada final. Ayer, sobre la piscina del Foro Itálico sopló el viento del mar. El 'ponentino', como le llaman los romanos. El oleaje no impidió que se batieran seis récords del mundo, entre ellos, los dos más antiguos: el de Thorpe en 400 libre y el de Inge de Bruijn en 100 mariposa.
La tarde fue un desfile de nadadores embutidos en poliuretano. Todo empezó con el alemán Paul Biedermann y su bañador Arena. Entre ambos batieron el mítico récord de Ian Thorpe en una centésima de segundo: de 40m40,08s a 40m40,7s. El cuarteto de chicas holandesas, con una mezcla de Speedo y Jaked, bajó dos segundos su propia plusmarca para conseguir salvar los 400 metros del relevo en 3m31,72s. En esta misma carrera, la alemana Britta Steffen, que lanzó a su equipo, hizo 52,22s en sus 100, rebajando los 52,56 que logró en los Campeonatos de Alemania este año. Igual que Biedermann, la nadadora alemana reconoció que su forro Arena la hacía volar: "No habría hecho esta marca sin este bañador".
La estadounidense Ariana Kukors fue tercera en los 'trials' de su país en 200 estilos. Ayer, sin embargo, nadó esta final porque se retiró la nadadora que la había derrotado en Indianápolis. También ayudada por un Arena, Kukors estableció un nuevo récord: 2m7,3s. Por su parte, la estrella local, Federica Pellegrini, que está patrocinada por Mizuno, nadó con Jaked para batirse a sí misma consiguiendo hacer 3m59,15s en los 400 libre. En las semifinales de 100 mariposa, la sueca Sarah Sjostrom, de apenas 15 años, se deslizó mejor gracias a su Arena para bajar la legendaria marca que logró Inge de Bruijin en 2000, haciendo 56,44s.
La paradoja de la primera jornada de carreras en Roma fue que la única final en la que no se batió un récord fue la que ganó Michael Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos. Ocurrió en la última carrera de la tarde: el 4x100 libre. Se impuso Estados Unidos con un tiempo de 3m09,21s. Phelps, que nadó la primera posta, demostró que no está a tope. Ha venido a Roma para divertirse. Mientras tanto, ganó su primer oro. Se lo debe en buena parte a Ryan Lochte, un tipo que, como el propio Phelps, usó un bañador que tiene más de un año, y, por tanto, no va tan rápido como el que llevaban los rusos (plata con Arena) y los franceses (bronce con Arena y Jaked).
Lochte expresó el sentimiento de sus compañeros tras la carrera, bajo la atenta mirada de Phelps, que se tronchó de risa: "Estamos felices de que, para 2010, la natación vuelva a ser de los nadadores. Y que volvamos a usar los viejos 'banana-slip' que llevábamos en la escuela".
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