El fin de una pesadilla
Todo le llega a los que esperan". La sentencia, publicada en The Guardian el día posterior al triunfo de España en la Eurocopa, podría ser la moraleja de una fábula. O también la interpretación de una pesadilla. El fútbol español despertó el pasado verano en Viena de un mal sueño que duraba 44 años. Más de cuatro décadas en las que los españoles disfrutaban con los éxitos de los clubes nacionales, pero cuya selección transitaba por un páramo desolador donde el frío llegó a calar en el corazón de los aficionados. Tanto vacío provocó derrotismo. Y éste degeneró en un complejo de inferioridad.
"La frustración surge del fallo recurrente", apunta Ramón Llopis, profesor titular de Sociología en la Universidad de Valencia. "Fracasar repetitivamente en el momento competitivo clave, en cuartos de final, generó una enorme sensación de debilidad". El penalti anotado por Cesc ante Italia en la tanda que decidía los cuartos de final fue de este modo un punto de inflexión que dejó atrás un misterio arrastrado desde 1964, cuando Marcelino, ante Rusia y en el Santiago Bernabéu, a seis minutos del final, marcó y ganó la primera Eurocopa para España. El vórtice del misterio había sido desvelado.
Días después, el solitario gol de Torres en la final ante Alemania no sólo significó un triunfo. Fue el despertar de la pesadilla. Atrás quedaban dos Mundiales y cuatro Eurocopas para los que España no se clasificó; el Mundial de 1982, donde, anfitriones, no pasaron de la segunda fase; el penalti errado por Eloy en México 86, o el codazo de Tassotti a Luis Enrique en el Mundial 94. Pero, sobre todo, se redimía el fallo de Arconada en la Eurocopa de Francia de 1984. Palop, que no disputó este verano un solo minuto en Austria y Suiza, le honró recogiendo la Copa con la zamarra que vistió el donostiarra en la final de París. "Fue algo injusto, y era mi oportunidad de reconocer su valor como portero", explicó el meta sevillista, que tenía nueve años el día de la derrota ante el equipo francés.
A España le sonó el despertador el 29 de junio. El Daily Mirror tiró de tópicos para dibujar el triunfo español en Viena. "De la siesta a la fiesta; España tuvo por fin la convicción de ser lo suficientemente buena para ganar", arguyó el diario británico. La oscuridad y el esplendor.
Alabada ahora por su fútbol preciosista, a España le costó desprenderse del estigma que marcó su cénit con el 12-1 a Malta en 1983. "Nuestra generación no tenía tanta calidad", apunta Antonio Maceda al recordar una goleada en la que participó con dos tantos. "Nos caracterizábamos por la raza". El sociólogo Ramón Llopis ve más allá de los resultados. "El estilo de este equipo ha eliminado complejos y ha actualizado la realidad de la sociedad española de hoy", afirma. Sacudidos los fantasmas del pasado, España abandonó en Viena su davidismo ante los goliats figurados de Francia, Alemania o Italia. Los dos últimos cayeron, esta vez, ante la roja.
El gol de Torres en la final, en el minuto 33, pleno de calidad en su definición, físico en su desborde y confianza en su búsqueda, resumió las virtudes de unos futbolistas que desoyeron los tópicos sobre el futbolista español. Tanto el ex rojiblanco como Cesc, Alon-so, Arbeloa o Reina habían sacrificado el cobijo de su país (y de su prensa) para crecer en el Reino Unido. "Jugar fuera te labra una mentalidad de pelea", explica José Carrascosa, psicólogo deportivo del Nàstic y que ha trabajado en clubes como el Valencia, el Levante, el Rayo y el Castellón. Aquel "no sabemos competir" que pronunció Raúl tras caer ante Francia en octavos del Mundial 2006 había quedado en el olvido.
"Europa puede estar orgullosa de su campeón; es el triunfo de un estilo", analizó el francés L'Equipe sobre la coronación de España. Tras caer en Suecia (2-0) en la fase de clasificación de la Eurocopa, el seleccionador español, Luis Aragonés, decidió entregar el timón de la selección a sus centrocampistas -Xavi, Cesc, Iniesta, Silva- y olvidarse de las bandas. A extremos como Joaquín, Reyes o Vicente se les habían acabado las oportunidades. Y tirar a Villa al costado, como pasó en el Mundial de Alemania, era un desperdicio.
Por el camino fueron cayendo rivales. En su estreno, España atropelló a Rusia (4-1) pero sufrió algo más para derrotar (2-1) a Suecia y Grecia. Primera de su grupo, le esperaba en cuartos Italia, a quien nunca había ganado en partido oficial. Los transalpinos atizaron el fuego de la maldición antes del choque. No les sirvió de mucho.
"Un país unido con su equipo"
El partido finalizó empatado a cero, y Casillas blocó dos penaltis en la tanda final, coronada por el lanzamiento rubricado por Cesc. Tras derrotar de nuevo a Rusia (3-0) en semifinales, el gol de Fernando Torres ante Alemania, el 29 de junio, permitió a Casillas levantar la Copa ante el éxtasis de los 10.000 españoles que viajaron a Viena.
Escribió una vez el fallecido novelista catalán Manuel Vázquez Montalbán que el fútbol vertebraba España. "De hecho, el triunfo de la selección supuso un factor importante de agrupación", añade Ramón Llopis. Quizá por ello, el cántico principal de aquella noche, el ya famoso "¡Yo soy español, español, español!", se oyó entre las 65.000 personas que abarrotaban la plaza de Colón de Madrid, las 1.000 que se concentraron en la plaza bilbaína de Moyua, los miles de ciudadanos que tomaron las Ramblas de Barcelona o las 30.000 personas en las calles de Granada.
El diario estadounidense The New York Times, al analizar el triunfo, afirmó que España se había convertido en "un país y un equipo finalmente unidos". Al reto del Mundial 2010 llegarán muchos de los héroes de Viena. Ése es, quizá, otro de los triunfos de esta selección. Que este "grupo que sólo está empezando", como lo llamó una vez Luis, tiene muchísimo recorrido. De momento, a las órdenes de Del Bosque han ganado los seis partidos que han jugado, con 16 goles a favor y uno en contra, y lideran su grupo de clasificación para Suráfrica. España, líder del ranking FIFA desde hace siete meses, sueña tranquila. La pesadilla ya terminó.
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