Nadal tritura a González

Con 4-2 en la primera manga y el juego parado, Fernando González tiró una pelota fuera del estadio. Fue un gesto de rabia. La mejor muestra de que se sentía como un tenista sin armas. Arreciaron entonces los gritos de "¡Feña!", se levantaron los chilenos de la grada, y los más sentidos se agarraron el corazón mientras cantaban con acento de barra brava: "¡Vamos, vamos chileno!" La épica, sin embargo, no sirvió de nada. Rafael Nadal, vencedor por 6-3, 6-2 y 6-4, ya está en los cuartos de final del Abierto de Australia, donde le espera el francés Gilles Simon. En estos momentos, Fernando Verdasco y Andy Murray disputan un durísimo partido por un puesto entre los mejores ocho tenistas del torneo.

Mientras el madrileño empezaba a desenredar el hilo del juego del escocés, procurándose siempre bolas de break sobre su servicio (14 sólo en los dos primeros sets), Nadal golpeaba. El mallorquín está desatado. Listo para todo. Brutal en el golpeo, flamenco en el estilo y rápido como las balas, nada parece afectarle. En Australia hoy se vive un día caluroso al sol, frío a la sombra y ventoso siempre. Verdasco intenta sobrellevarlo poniéndose una bolsa de hielos tras otra alrededor del cuello durante los descansos de su partido, que marcha como una intrigante partida de cartas. Y Nadal, como si nada. Agitando la raqueta del tenista que mide, calcula y manda. Dictando el ritmo y el juego. Y observado desde su palco por Carla Suárez, que jugará los cuartos de final del torneo femenino tras derrotar a Anabel Medina en octavos.

El español vivió un duelo a toda velocidad, con González y su derecha dejando la conversación para la caseta. Feña, vencedor sobre Nadal hace dos años en Australia y derrotado por el español en la final de los Juegos de Pekín, quiso que el partido entrara en trance. Sólo en la locura, en el descontrol, tenía opciones de victoria. El número uno del mundo aceptó la propuesta. Son las cosas de saberse preparado, de ser un tenista todoterreno. Nadal llega a cuartos sin perder un set y tras jugar un partido relampagueante, de intercambios al esprint y puntos sin casi trazo. Ahora le espera justo lo contrario. Sudor, táctica y zapadores cavando trincheras sobre su campo. Enfrentarse a Simon es enfrentarse a un calvario.

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