La otra Holanda también es buena
Los reservas de Van Basten derrotan con autoridad a una Rumania apática
Hasta es posible que un día salga el sol en la Eurocopa sólo para saludar a Holanda. Ayer ya le guiñó el ojo durante un cuarto de hora en Berna, el tiempo que necesitó el equipo de Van Basten para marcar diferencias ante una dimitida Rumania, pues más parecía estar de paso que jugarse los cuartos. Juega el equipo oranje que da gusto sin reparar en el campo, ni en el contrario, ni en el carácter del partido ni en la identidad de sus futbolistas: son holandeses. Hay momentos en que hasta dan ganas de ponerse su horrorosa camiseta para ver si se pega su felicidad.
No es que ayer Holanda entusiasmara. Simplemente, los que salieron al campo fueron respetuosos con los del banquillo y con el rango del equipo, que cuenta sus partidos por victorias. La jornada completa respondió al estado anímico de las selecciones. Holanda e Italia tienen más fiebre futbolística que la caduca Francia y la apática Rumania, que anoche no dijo ni mu, como si hubiera tomado el camino de regreso sin aguardar los resultados, incapaz de atacar a un rival desbravado.
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Van Basten cambió hasta el portero, de manera que dispuso una formación en la que sólo comparecían dos titulares y medio, por decirlo de alguna manera, pues Robben y Van Persie han jugado a ratos, Engelaard fue sustituido contra Francia y sólo Boulahrouz había dejado de jugar diez minutos. Ausentes Sneijder y Van der Vaart, el protagonismo recaía en una segunda línea tan ligera como atrevida, especialmente versátil y técnica, muy futbolera (Afellay, Van Persie y Robben), rematada por un ariete que ha marcado 33 goles en 34 partidos: Huntelaar.
Puede que a italianos y franceses no les pareciera una alineación muy competitiva. A los holandeses y a los espectadores, en cambio, les pareció divertida, que no frívola, porque mantenía el dibujo. Vencedora de los dos finalistas del Mundial, Holanda entendía que se había ganado el derecho a jugar como le diera la gana ante Rumania y apostó por un equipo holandés: futbolistas sobre todo del Ajax y sólo cuatro de las Ligas extranjeras: Boulahrouz, Bouman, Van Persie y Robben.
Fue como regresar a los viejos tiempos, cuando Holanda tocaba y tocaba antes de llegar al marco contrario excesivamente lenta, sin mucha profundidad, incluso mansa con la pelota. Los rumanos, sin embargo, se quedaron mirando. Les valía el empate mientras durara el silencio en Zúrich. Falsa impresión. El gol de Pirlo espabiló más a Holanda que a Rumania. Al fin y al cabo, el equipo de Piturca siempre juega de la misma manera, alejado de las áreas, muy junto en la divisoria, fuerte en la defensa y enganchado a Mutu en el ataque, procurando acabar las jugadas.
Mutu se ofrecía de manera selectiva mientras Rat estiraba al equipo. Fue el lateral zurdo quien le puso un balón de gol a Codrea, pero éste se empachó de pelota y remató alto. Algo parecido le pasó a Huntelaar en la otra área antes de que Robben se quedara solo ante Lobont y echara el cuero fuera. Aunque le faltaba precisión e intensidad, el encuentro fue un monólogo holandés, como si a Rumania le diera igual perder por uno que por dos, una actitud difícil de entender cuando el triunfo le valía la clasificación. A nadie le extrañó, por tanto, que Huntelaar acabará por marcar tras una asistencia de Affelay.
Al equipo de Van Basten le alcanzó con una punta de gas para mantener su estatus de vedette y disipar cualquier duda sobre su deportividad ante la posibilidad de perder para provocar la eliminación de franceses e italianos. Jugó para ganar, incluso con un equipo rebajado, frente a un rival que ejerció de espectador, condenado prácticamente desde que Mutu perdonó la vida a Italia desde el punto de penalti.
A la selección de Chivu y Mutu le falta recorrido y grandeza para ser una digna heredera de la que capitanearon Hagi y Popescu. Únicamente en el último tramo, cuando Italia ya había puesto el 2-0, intentó salvar el honor, pues los cuartos los perdieron nada más saltar al campo con su actitud contemplativa. Ocurrió entonces que Holanda encontró espacios y Van Persie selló la victoria con un zurdazo tremendo. La jugada fue quizá un aviso de lo que habría ocurrido si a Rumania se le hubiera ocurrido atacar.
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