El sueño de nunca acabar
Tan bacheado como un paseo lunar - Así se resume el paso de la selección española por las grandes pasarelas del fútbol mundial - La (mala) suerte siempre fue el enemigo a batir
Agudo como pocos, en cierta ocasión Johan Cruyff espetó a Jorge Valdano: "El problema de España es que hay muchas Españas distintas". Una forma de bucear mucho más allá del fútbol para intentar explicar lo que el holandés no dijo pero todo el mundo sabe: sea la España de turno que sea, la selección es el sueño de nunca acabar. En esta vigorizante España deportiva, nada hay más deprimente que el fútbol nacional, incapaz de imponerse en un país atomizado por el extraordinario peso de los clubes. En la tierra de Alonso, Gasol, Nadal, Pedrosa, Lorenzo, Gemma Mengual, Gustavo Deferr, Freire, Contador y una estupenda cosecha de deportistas, el tránsito de la selección de fútbol por las grandes pasarelas resulta tan bacheado como un paseo lunar. Se han aplicado todo tipo de recetas y se ha teorizado sobre millones de diagnósticos, pero lo único que no cambia es el resultado. Por el diván han pasado entrenadores de perfil volcánico (Clemente, Camacho, Luis Aragonés), de aire maternal (Muñoz, Kubala) y de corte raso (Sáez). A España no le han faltado cocineros, peluqueros, podólogos, psicólogos y asesores de fútbol sala. Se han nacionalizado jugadores, se ha debatido sobre cómo canturrear una marcha militar iletrada, y los chicos y sus instructores se conjuran antes de cada partido con un abrazo muy televisivo. No hay remedio. Salvo aquella arqueológica victoria frente a la URSS en la Eurocopa 1964, en la que hasta el No-Do maquilló las imágenes -el pase del gol decisivo de Marcelino no fue del madridista Amancio, sino un servicio "franco" del azulgrana Pereda-. Desde entonces, sólo ha flirteado con el éxito en la final de París de 1984, cuando se quiso politizar un error del guipuzcoano Arconada. Las "Españas". Una pifia tan pifia como los penaltis fallados por Raúl ante Francia en 2000, Eloy frente a Bélgica en el Mundial 1986, o Hierro y Nadal ante Inglaterra en la Eurocopa 1996. Otras veces fue el codo espasmódico del italiano Tassotti o el pito del árbitro El Ghandour. La lista de enemigos y conspiraciones en contra es interminable.
Eurocopa 2008 |
Rebobinado el desolador metraje del fútbol español, la cita de Austria y Suiza (del 7 al 29 de junio) concede a la roja su enésima oportunidad. El pasado juega en su contra; el presente, no. De entrada, la Eurocopa es un campeonato más asequible que el Mundial, puesto que no traspasa las fronteras del fútbol argentino, brasileño y africano. Es un torneo que ha permitido el bingo de equipos del pelotón, como aquella victoria con aire hippy de Dinamarca en Suecia 1992 (fue invitada a última hora por el exilio bélico de Yugoslavia) y la más reciente de Grecia en Portugal 2004.
Esta vez, España llega tras una angustiosa fase de clasificación, aunque con mayor dosis de autoestima tras sus reputadísimas victorias ante selecciones del gotha futbolístico como Inglaterra, Francia, Italia y Argentina. Luis Aragonés, que dejará el cargo tras la Eurocopa, ha enhebrado un buen grupo, en el que sólo se añora a Raúl y Guti. Con el primero, la investidura ha sido imposible, pese a que el caso ha polarizado todos los foros de debate. En el ideario del técnico se prima la velocidad y Luis prefiere sprinters en la delantera. Algún roce personal entre ambos en el Mundial de Alemania tampoco ha contribuido al armisticio. Para Aragonés, Guti es un jugador de camerino, no de vestuario.
Ausentes los dos madridistas, España ha ensamblado una selección más preparada para lo fino que para lo grueso, un equipo que deberá gravitar en torno a futbolistas de mente veloz y pie delicado, como Xavi, Iniesta, Silva y Cesc. A la vanguardia, Fernando Torres, matriculado con sobresaliente en el Liverpool; Villa, necesitado de una plataforma que le rehabilite tras la caótica temporada del Valencia, y Güiza, el mejor goleador de la Liga, un jugador iluminado, en pleno éxtasis. Para el bricolaje defensivo, la línea más sospechosa, Casillas, Sergio Ramos y Puyol. Sobre ellos caerá la responsabilidad de sostener el andamiaje. Un buen grupo, pero, como siempre, sin una megaestrella. Esta vez, ausente Raúl, tampoco se adivina un lama. Una cuestión inquietante, puesto que a España no le va bien que todos los focos apunten al seleccionador, un personaje con mucho cuajo futbolístico y sabios criterios al que su guiñol puede superar. Un técnico cualificado que se pierde cuando se le carboniza el verbo o diserta sobre las gambas y asuntos capilares. Luis es Luis, subraya su coral, siempre al quite.
Frente a España, el cartel de esta Eurocopa no presenta grandes luminarias. Más allá de Cristiano Ronaldo y ausentes Messi, Agüero, Kaká, Rooney, Gerrard, Totti y Drogba, no hay huellas de estrellas rutilantes. Ni tampoco iconos emergentes, salvo quizá el francés Benzema. Si el combate, por tanto, se dirime en términos gremiales, corporativos, que nadie descarrile antes de tiempo a la siderurgia alemana y a la picaresca italiana. ¡Qué demonios importa que para ambas selecciones el balón sea un artefacto sospechoso! Al peso, no hay quien pueda con unos y otros. Ninguna se cruzará inicialmente con España, cuyos primeros retos serán Suecia, Rusia y Grecia, tres conjuntos tan imprevisibles como fatigosos.
Salvo una catarsis general, nada hace prever que los dos anfitriones tengan predicamento alguno. Se podría decir que ni aunque se fusionaran. De hecho, un grupo de ciudadanos austriacos llegó a promover una campaña para que su selección rehusara el convite y evitara ridiculizar a todo un pueblo. Sin créditos apriorísticos para suizos y austriacos, la mejor noticia para ambas sedes ha sido el destierro de Inglaterra, que desde hace 40 años se ha significado más por sus tribales seguidores que por sus resultados. Cerveceros al margen, un bálsamo para los dos países organizadores. A la Premier, su mestizaje le ha permitido revitalizar de forma extraordinaria a sus clubes, favorecidos también por el mecenazgo de grandes fortunas no británicas, al tiempo que su imperial selección se ha quedado a la intemperie, víctima de sus vicios atávicos. Croacia, quizá uno de los tapados de la Euro, profanó Wembley. Una bendición para España: Sky, la cadena que ya tenía comprados los derechos televisivos del campeonato, ha lanzado una campaña para que el ejército de hinchas ingleses apoyen al equipo de Luis, por aquello del sol, la paella y la costa del golf. Hooligans a distancia para una selección tan necesitada de éxitos, estigmatizada por el fracaso desde hace siglos. Por suerte para ella, el fútbol concede una gran oportunidad cada dos años. Sea una España, varias o un híbrido de no se sabe qué, como también diría Johan Cruyff, cada vez que reaparece en un gran escaparate, sus feligreses pierden la memoria y se les pone "la gallina de piel".
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