Demasiado ruido para tan poco fútbol
Ronaldinho lidera el triunfo azulgrana ante el Rangers en un partido muy sencillo
Los escoceses tomaron la ciudad de Barcelona con tanta determinación que la Plaça Catalunya acabó por mear cerveza. Una vez llegados al Camp Nou, sin embargo, durmieron la mona como pudieron ante la dimisión de un equipo que para nada reflejó la felicidad de su hinchada. Los Rangers fueron muy dóciles ante el látigo de los delanteros azulgrana y en especial de Ronaldinho, el amo en un partido muy sencillo para el Barça. Ante un contrario cuya única aspiración era imponerse por aburrimiento, los barcelonistas jugaron a favor de marcador, con una punta de gas, sin correr riesgos, nunca exigidos, una actitud que restó picante e interés a la contienda. El encuentro no tuvo más historia que certificar la jerarquía azulgrana ante el adversario que le discutía el liderato y amenazaba con atarle un rato en la silla del dentista. Una bravuconada.
Aunque el juego directo siempre se le ha supuesto a los chicos de Walter Smith, excelentes en la estrategia y poderosos en el cuerpo a cuerpo, el Barcelona atacó nada más salir al campo como una manada de búfalos. Ronaldinho y Messi abrieron la cancha, agazapado y centrado como estaba el Glasgow Rangers, y Henry entró a saco en la meta de McGregor. Los azulgrana ya habían contado un gol a los cinco minutos cuando el francés arrambló con Hutton y se metió en la portería del Rangers hasta rematar con la mano un cabezazo al palo de Messi después de un centro desde el costado opuesto de Ronaldinho.
La voracidad azulgrana espantó incluso al árbitro, que se hizo el longuis, mientras los escoceses ni se inmutaban ni protestaban, decididos a no recibir un segundo tanto, acostumbrados a batirse en las circunstancias más adversas. Una leyenda que anoche no se constató por ningún sitio. Al calor de su gente, jugó el Barcelona con tanta comodidad que Ronaldinho se arrancó con unas cuantas jugadas de mérito.
Recuperó el brasileño su repertorio más fácil en una contienda muy fácil y antes de que se alcanzara el descanso ya había armado el tanto que aseguraba la victoria y prácticamente el acceso a los octavos de final. Ronnie tiró una pared con Messi y su remate, rechazado por McGregor, lo recogió el argentino para marcar a placer el segundo gol. El protagonismo del brasileño se agrandó no sólo por su mayor implicación, sino también porque el juego de equipo del Barcelona fue muy liviano, quizá porque nunca fue requerido ni por el contrario ni tampoco por el público, muy destensado y lúdico.
Abierto el marcador y con un rival tan torpe en el manejo del cuero como admirable en el despliegue físico, los azulgrana prefirieron el fútbol de conservación al riesgo, al juego profundo, a la verticalidad. La seguridad y la paciencia se impusieron al vértigo y a la velocidad, de manera que los azulgrana recularon hasta su cancha e invitaron al Rangers a ir a por el partido. Más que el ataque estático, les interesaban las rápidas transiciones.
Así las cosas, el partido decayó tanto que la única señal de vida en el estadio era el ruido de la grada. No saben atacar los escoceses, más a gusto con las montoneras y las segundas jugadas, y no querían ofender los azulgrana, entregados a la causa de Ronaldinho, que combinó bien, sobre todo con Messi. Los escoceses se vencieron muy pronto y la afición se entretuvo un rato con Ronaldinho, ovacionado por una vez al ser sustituido.
Aunque el partido invitaba a mover el banquillo, Rijkaard rotó poco y no hubo chicha en la cancha a excepción de un par de paradas de mérito de Víctor Valdés y unos cuantos remates del Barça, que no necesitó jugar al fútbol, ni rápido ni lento, para cantar victoria. El Glasgow Rangers llegó desbravado al Camp Nou, un estadio en el que el Barcelona no hace concesiones ni a los equipos que le hacen la pelota.
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