Ni ambición ni fútbol
El primer gran clásico del Mundial defraudó por completo. Holanda y Argentina prescindieron de sus habituales armas y señas de identidad y no lograron cambiar el empate inicial, lo que deja a los suramericanos primeros del grupo y a los europeos segundos. México y Portugal ya les esperan en los cruces de octavos.
Mucho respeto al rival y evitar sanciones y lesiones innecesarias. Esa pareció ser la consigna recalcada por Van Basten y Pekerman en los vestuarios del Waldstadion de Frankfurt. Al menos a la vista de lo ofrecido por naranjas y albicelestes sobre el césped.
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El encuentro nunca enloqueció, ni varió súbitamente su ritmo. No encandiló, ni apasionó. Bien al contrario, destiló efectos somníferos y fue dominado de inicio a fin por una Argentina seria, con su habitual jerarquía sobre la cancha, pero carente del hambre y la brillantez demostradas en los dos primeros encuentros del grupo, frente a Serbia y Montenegro y Costa de Marfil. Ni con Messi y Tévez, que en esta ocasión jugaron de inicio.
Los de Pekerman fueron dueños del balón pero no acabaron de generar claras ocasiones -sólo Riquelme, Maxi Rodríguez y Tévez, por dos veces, en la segunda mitad- ante una Holanda excesivamente conformista, casi rácana, que renunció al primer puesto del grupo C. El que fuera coco del mundial a priori y que sin embargo llegó a la tercera jornada con todo decidido.
Los de Van Basten dieron por bueno el empate desde el minuto uno, no trenzaron una sola jugada en noventa minutos y no empujaron a Argentina a su área hasta los últimos diez minutos. Y no con buen juego, sino con balones colgados que nunca pusieron en apuros a la meta de Abbondanzieri. Por segunda vez en tres encuentros del presente Mundial, la otrora 'Naranja Mecánica' renunció a sus señas de identidad.
El primer duelo 'grande' de la cita mundialista no ofreció tampoco gran cosa en su primera mitad. Argentina, en la que José Pekerman dio descanso a Crespo, Saviola y Heinze pensando en el cruce de octavos, dominó el duelo con cierta soltura, tuvo más el balón y resultó más incisiva que el combinado 'oranje', bastante desdibujado y con una zaga de circunstacias. Pero la albiceleste, que manejó el ritmo del encuentro, tampoco pasó de un nivel discreto, aunque nunca conformista.
Riquelme no acabó de encontrar su sitio y tan sólo algunas pinceladas de Leo Messi -puro talento- adornaron el juego del bicampeón. El barcelonista, siempre vertical y atrevido, demostró su natural facilidad para esprintar zigzagueando y con el balón pegado a los pies. Pero el mítico Van der Saar, que sumó su partido 112 con Holanda, sólo tuvo que sacar un puño en un intento de gol olímpico de Riquelme. Porque el disparo más peligroso, obra de Maxi desde la frontal, se fue rozando el poste derecho.
Por su parte, los de Marco Van Basten apenas asomaron por el área rival, salvo en jugadas a balón parado o fruto de pases en profundidad. Sin su habitual peligro por las bandas, Holanda no encontró nunca la manera de penetrar el área vigilada por el sargento Ayala. Tan sólo una frivolidad de Burdisso como último hombre, propició un remate repelido por Abbondanzieri.
Arreón final de Holanda
Nada varió tras el paso por los vestuarios. La pírrica apuesta de Van Basten no mejoró con las incorporaciones de Babel, Landzaat y Maduro, que sustituyeron a Van Nistelrooy, Van Persie y Sneijder. Siguió persiguiendo balones y a merced de un rival que no supo darle el golpe definitivo.
Porque tampoco Argentina consiguió poner en grandes apuros a la novedosa defensa de su hoy tímido rival. Dos disparos de Tévez, uno de Riquelme, tras una buena combinación con Messi, y uno alto de Maxi quedan muy lejos del apabullante dominio y las múltiples ocasiones generadas días antes. Y el lento paso de los minutos acabó permitiendo a Holanda soñar con una victoria in extremis en los últimos compases. Pero para ello debería haber aprovechado su velocidad y sus bandas y no conformarse con buscar el milagro en un aislado balón colgado. Pero en esta ocasión la falta de ambición anuló al fútbol.
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