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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una goleada engañosa

La Real Sociedad aprovecha la superioridad numérica para vencer a un Málaga que ofrece la imagen del cataclismo

La Real vio la luz de la salvación mientras el Málaga se hundía en un pozo sin fondo que le obliga a ganar todo lo que queda si quiere conservar una categoría que ya casi le parece ajena. Ayer su mal juego y algunas decisiones arbitrales le quitaron el respirador para la permanencia. Al final perdió hasta los nervios y acabó con nueve futbolistas en el campo. La imagen del cataclismo. La Real, con poco fútbol, recuperó la alegría y consiguió un resultado estruendoso en un partido demasiado marcado por los accidentes. Partidos como el de ayer en Anoeta proponen siempre una duda metódica: no se sabe si tal muestrario de errores es la consecuencia de las urgencias de la posición en la tabla o si Real Sociedad y Málaga han llegado a dicho lugar precisamente por su colección de errores. Probablemente, las dos cosas expliquen tamaña producción de fallos en el pase, errores de marcaje, pelotazos sin sentido y falta de profundidad. Por más vueltas que dieron Bakero a la Real y Manolo Hierro al Málaga en la alineación, el fruto futbolístico era tan parco, tan rutinario que en el minuto 35 el colegiado Pérez Lima decidió incendiar un partido que amenazaba ruina. En una jugada anterior había amonestado a Novo por un agarrón en medio campo y poco después decidió compensar con otra tarjeta a Juan Rodríguez por una entrada a Mark González. El jugador malaguista dió claramente al balón y el chileno cayó. La falta acabó en gol, bien es verdad que favorecido por el enésimo despiste defensivo del Málaga

El gol y el árbitro incendiarion el partido. Más tarjetas, más protestas, más reclamación de medidas disciplinarias, pero el mismo fútbol ramplón entre dos equipos incapaces de hilvanar tres pases y mucho menos de llegar a los porteros salvo por la vía directa e inútil del pelotazo. Curiosamente a ambos equipos les faltaba lo que el otro tenía. La Real contaba ayer con dos extremos exquisitos, Xabi Prieto y Mark González, pero les faltan lanzadores (ni Garitano, ni Novo hacen bien ese papel); el Málaga tiene dos buenos lanzadores (bovio y Juan Rodríguez) pero no tiene extremos solventes. Así que los enredos eran constantes y el fútbol se jugaba asiduamente en la franja de tres cuartos, que se diría en el rugby. Aún así, Nihat malgastó un buen pase de Rekarte, con un cabezazo altísimo y el Málaga a punto estuvo de sacar petróleo en un córner por el mal de manos de Riesgo que rectificó después jugándose la cabeza ante Salva

Sin duda las urgencias eran mayores en el equipo de Manolo Hierro al que sólo le valía la victoria para ver algo de luz en el túnel y eso le llevó a simular que dominaba el ritmo del juego. Una ficción que ni siquiera alcanzaba la línea del área grande. De Couñago no había noticias y el pundonor (a veces excesivo) de Salva sólo se traducía en faltas en ataque.

La Real, más por incapacidad que por estrategia, jugaba más al contragolpe, eso sí con enormes espacios en blanco en los que no se adivinaba nada productivo.

Sólo un gol podía alterar el ritmo del encuentro. Y el de Ansotegi lo logró. La Real, resguardada en su campo ganó metros para correr, algo que con Nihat, Prieto y Mark González en el campo siempre le ofrece alternativas. Lo aprovechó un par de veces, pero el partido estaba roto y el Málaga halló en su desesperación el argumento de una previsible resurrección. Por dos veces, Juan Rodríguez y Pablo Couñago tropezaron con las manos de Riesgo en los mejores momentos del Málaga. En el toma y daca, el Málaga hizo de la necesidad virtud y la Real de la ventaja, miedo. Y así llegó el interés a un partido que nació tan urgente como deprimido.

En el correcalles salía ganando el Málaga, que iba perdiendo y enfilando el camino a la Segunda División, pero le cambió la vida en otra discutible decisión arbitral. Perez Lima pitó una clara falta de Juan Rodríguez al que le mostró una más que rigurosa tarjeta que suponía la expulsión (hasta en dos ocasiones había perdonado a Novo la misma jugada). De la justa falta nació el segundo gol realista por un error de Arnau al intentar retener el balón. Fuera por un despiste, por la violencia del golpeo de Mark González o su diabólico efecto, el balón se le escurrió entre las manos y el cuerpo y llegó Skouba con la escoba.

El partido se murió. Dos goles era una distancia insalvable para el Málaga, más aún con un futbolísta menos, con el ánimo por los suelos y los nervios por las nubes. La Real se tranquilizó y recuperó su mejor imagen. Así comenzó el recital rematador de Mark González que entonces sí tropezó con la mejor versión de Arnau, tras su fallo en el segundo gol. Y luego las tarjetas, la locura de Chengue Morales, de Edgar, de Arnau... La desesperación.

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