Torres acude al rescate
El delantero salva un punto para el Atlético ante el Villarreal en un partido jugado con gran intensidad
En esa lucha por un pedacito de tierra en Europa, Villarreal y Atlético jugaron toda la noche con el cuchillo entre los dientes. Con una intensidad altísima, con la pelota volando de un campo a otro y los jugadores llenos de barro. La batalla duró hasta el último segundo, con el Atlético encerrado en su área por la expulsión de Kezman y el Villarreal tratando de recuperar el terreno que había perdido tras adelantarse en la primera parte. El empate recompensó el esfuerzo de ambos equipos, entregados a la pelea sin tregua.
El Villarreal ha convertido cualquier partido sin Riquelme en un tubo de ensayo. Cuando el argentino se cae de la alineación, comienzan a volar las fórmulas matemáticas. Todas incompletas, porque este equipo está cortado para él. Así que después de muchos inventos, el Villarreal ha aprendido la lección: nadie puede jugar a ser Riquelme. El que lo intenta, fracasa. El equipo de Pellegrini cambió el chip. Sin Riquelme ni Sorín, se saltó el centro del campo para llegar a los delanteros sin peaje. Forlán, José Mari y Guille Franco intercambiaron sus posiciones ante el mareo de los defensas del Atlético, que no sabían dónde mirar. En uno de sus correteos, José Mari se marchó a la banda derecha y Pablo cayó en la trampa. Se fue tras él y abrió un hueco en el centro de la zaga. Forlán recordó viejos tiempos, entró como un tiro mientras Perea miraba la jugada y marcó.
El Atlético esperaba el juego pausado del Villarreal y el cambió de guión le desconcertó. De repente tuvo que frenar a tres delanteros que no paraban de moverse y se quedó sin respuestas. José Mari pudo marcar el segundo en un contragolpe de libro, pero estrelló el balón en el cuerpo de Leo Franco. Como delantero, no da tregua. Como goleador, cumple lo justo.
Recién renovado, Ibagaza se encogió bajo la lluvia hasta que se enteró de qué iba el partido. El pequeño jugador se encontró en medio de la guerra, en zona de nadie. Vio pasar el balon por encima de su cabeza más veces que por sus pies, y cuando le llegó se vio emparedado entre Senna y Tacchinardi, dos carceleros. No le quedó más remedio que salir de la trinchera y buscar refugio unos metros más atrás, con lo que eso supuso de perjudicial para su equipo. El Atlético se quedó sin conductor y el amago provocó un efecto dominó. Cansado del juego aéreo de sus compañeros y del subterráneo de sus marcadores, Torres visitó el centro del campo en busca de algún socio. Sin mucho éxito, por cierto. Tuvo que regresar a la cuelva, donde le esperaban Gonzalo y Peña para ponerle las esposas. El delantero tampoco escapó de la batalla en que se había convertido el partido. Gonzalo anunció durante la semana que marcar a Ronaldo le motivaba mucho más que defender a Torres y al rojiblanco le entró un ataque de orgullo. El duelo entre ambos echó chispas. Ya llegaba calentado de la primera vuelta en el Calderón y acabó de explotar.
El Atlético echó de menos el juego por sus bandas. La baja de Maxi le ha quitado picante al ataque, y Antonio López fue muy previsible como extremo. Ni Galletti ni él levantaron apenas la voz. Viera pasó una primera parte tranquilísima. Sólo le inquietó Kezman en un remate de volea. El serbio acabó desquiciado la primera parte con una patada a Josemi que por poco le deja en el vestuario. No fue así y el mismo Kezman dio el pistoletazo de salida al segundo tiempo.
En un minuto, el Atlético creó más peligro que en los 45 anteriores. Kezman disparó cruzado, paró Viera con apuros y el córner lo volvió a rematar el delantero. Su cabezazo se marchó por un palmo. Al Villarreal le entró el tembleque y dejó que el equipo de Murcia adelantara las líneas y se quedara con el balón. Tampoco es que le sobraran las ideas, pero la concesión del rival era de las que no se perdonan. Luccin puso el balón a volar y Torres convirtió el pelotazo en un remate precioso. Giró el cuello con fuerza y sorprendió por alto a Viera. Ante los morros de Gonzalo, ante el que se cobró venganza después de tanto forcejeo. Ibagaza acabó por aparecer y coló un pase a Kezman, pero el delantero tenía el punto de mira desviado. Acabó de los nervios y expulsado.
Pellegrini reaccionó y devolvió al Villarreal a su versión original. Tenía pocos jugadores para retener el balón y demasiados para atacarlo, así que recuperó su estilo de siempre. Roger ocupó el lugar de José Mari para explotar el toque en el centro del campo y poco después Cazorla acudió en su ayuda. Era el último intento de poner orden a un partido enloquecido y con continuos parones en el tramo final, con los jugadores sufriendo calambrazos por el cansancio. El Villarreal protagonizó el último arreón ante un Atlético que se defendía con un jugador menos. Y que sufrió muchísimo para salvar el empate.
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