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Crónica:Fútbol | Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Madrid entierra una época en Highbury

El Madrid, con sus viejas estrellas, no supera al Arsenal y pone fin a un modelo que empezó a apagarse hace tres años

Una época desapareció de un plumazo en Highbury, escenario de la eliminación del Madrid, que jugó con todas sus viejas estrellas. Más que un equipo, fue un respetuoso homenaje a la nostalgia, el final de un modelo que comenzó a apagarse hace tres años. Una semana después de la dimisión de su presidente, el Madrid cerró un ciclo de grandes luces y sombras. En Londres fue eliminado por un equipo en transición, pero con más energía. Mientras el Madrid se miró en el pasado, el Arsenal prefirió el futuro de sus jóvenes futbolistas. Ganó el futuro.

Apareció la vieja caballería del Madrid en Highbury, demasiado desgastada por lo que se vio en Londres. El entrenador alineó a todos los notables sin excepción, decisión que le aliviaba de responsabilidad en una noche crucial para el equipo y el club. López Caro saltó tres años hacia atrás. Excluyó a los tres nuevos brasileños —Cicinho, Baptista y Robinho—, retiró a Cassano de su breve titularidad y eligió la alineación políticamente correcta. Pero el regreso al pasado no reflotó a las veteranas estrellas del Madrid. Todos han pasado sus mejores días, y en algunos casos su declive es evidente. La altísima media de edad del Madrid —la mayoría bordeaba o atravesaba la frontera de los 30— sólo ofreció la garantía de la experiencia. Pero al equipo le faltó energía y apetito de triunfo. La alineación también manifestó el fracaso de un proyecto. O de dos. El Madrid ha fichado a once jugadores en las dos últimas temporadas, se supone que para regenerar el equipo y afrontar el futuro con poderío. Sólo Sergio Ramos y Gravesen jugaron como titulares, y nadie considera al jugador danés como la bandera del futuro. Ni del presente.

Fue interesante observar la reacción de los dos entrenadores ante la magnitud del partido. A López Caro le dio un ataque de nostalgia. Wenger tiró de los jóvenes. El Arsenal atraviesa un periodo similar al del Madrid. Vive una etapa de transición, todavía no resuelta. Es un equipo creciente, pero irregular. La dependencia de Henry es casi absoluta. Y con razón. Hay una superioridad enorme del astro francés sobre los demás jugadores del Arsenal. También sobre los del Madrid. Como sucedió en el primer partido, Henry volvió a protagonizar la noche. Su impresionante combinación de velocidad, potencia, habilidad y clase no encontró igual en Highbury. Fue tanta su autoridad que en más de una ocasión se recreó en la suerte. Alrededor de Henry, el Arsenal maquilló su inexperiencia. No fue un partido sencillo para un equipo tan joven. El Arsenal tenía que cuidar la ventaja que obtuvo en Chamartín. Ese estado de constante vigilancia podía llevarle a un repliegue excesivo, o al descontrol frente un rival muy experto. En líneas generales, el equipo inglés resolvió el examen con buena nota. Tuvo más oportunidades que el Madrid, llegó al área de Casillas con facilidad y concedió pocas ocasiones. El Arsenal sólo quedó expuesto a la derrota en dos remates sucesivos de Raúl en el segundo tiempo. Beckham cabeceó hacia atrás y dejó a Raúl en una posición inmejorable para marcar: el primer tiro se estrelló en el poste, el segundo fue desviado por Lehmann desde el suelo. Un milagro.

La vibrante descarga final del Madrid fue un testimonio de grandeza tras una actuación discreta. Hasta el último trecho del encuentro, al Madrid le costó un mundo progresar entre las líneas del equipo inglés. Lo de inglés es nominal, porque no hubo el único jugador británico en Highbury fue Beckham, recibido con bastante indiferencia por la hinchada del Arsenal. Armado para el contragolpe, el Arsenal permitió el dominio virtual del Madrid. La posesión de la pelota apenas significó nada, una trivialidad que pocas veces se convirtió en una amenaza. Ni Guti, ni Zidane, ni Raúl lograron filtrar un pase a Ronaldo durante el primer tiempo. Y en caso de duda, Eboué y Touré —dos portentos atléticos— se encargaron personalmente de desactivar los ataques del Madrid. No ocurría lo mismo en los contragolpes del Arsenal, especialmente cuando surgía el majestuoso Henry. El gol se anunció en un tiro al palo de Reyes y en tres remates desviados por los defensas, casi in articulo mortis.

A pesar de sus estupendas ocasiones, el Arsenal se abocó al sufrimiento. No concretó sus contragolpes, ni Henry sacó la ventaja definitiva de su superioridad sobre los defensas del Madrid. Frente a los dos remates de Raúl, el Arsenal estuvo a un centímetro del gol en varios remates. Pero no resolvió. Se metió en un problemón porque el encuentro entró en un hermoso cuerpo a cuerpo. Sometido a la evidencia de su eliminación, y al final de una época, el Madrid cargó con orgullo en los últimos minutos. Entraron Cassano, Baptista y Robinho para llenar el campo de delanteros. El viejo Highbury tembló. La hinchada no podía contener la emoción en la sucesión de ataque de los dos equipos. Fueron instantes apasionados, puro coraje en los dos conjuntos, con Casillas en el área del Arsenal y la inminencia del contragolpe letal. Pero nada cambió en la tormenta de jugadas. Con todas sus viejas estrellas, el Madrid cayó en Highbury. En la alineación se explicó la metáfora del partido: el final de un equipo, el final de una época.

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