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Crónica:Fútbol | Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Messi se consagra en Stamford Bridge

El Barça logra un triunfo histórico ante un Chelsea que acusó la expulsión de Del Horno en la primera parte

Un futbolista virtuoso de nombre Leo Messi acabó con el juego pendenciero del Chelsea y el Barcelona derribó anoche la puerta de Stamford Bridge, inaccesible desde que la guardaba Mourinho, depositario de las esencias defensivas del juego. La dificultad del rival, la solemnidad del escenario y la exigencia del torneo agrandaron la actuación del delantero azulgrana. Messi se consagró en un partido sensacional. El impacto que causó el zurdo azulgrana fue tan espectacular que Ronaldinho y Eto'o ejercieron de acompañantes para no discutir la jerarquía de Messi.

Messi desequilibró al Chelsea al empezar para que el Barça manejara el encuentro en superioridad numérica por la expulsión de Del Horno y lideró después el remonte cuando los azulgrana se habían marcado tontamente un gol a la salida de una falta. La intervención de la pulga marcó la diferencia en un encuentro competido, generalmente bien gobernado por el Barcelona y mal arbitrado, porque el colegiado le birló dos penaltis a los barcelonista, uno cometido, naturalmente, a Messi.

Más que un fangal, el cuadrilátero de Stamford Bridge se convirtió en una ciénaga por la manguera de Mourinho, polemista por naturaleza, siempre a gusto en el cuerpo a cuerpo, dispuesto a marcar las condiciones del juego. No rodaba la pelota porque regaron mucho la cancha y los dos equipos se neutralizaban en un ejercicio de tanteo más aceptado por el Chelsea que por el Barcelona. La condición de local no tenía incidencia en el comportamiento del equipo de Londres. Muy retrasado, respondía al cartel que había levantado su entrenador antes del encuentro: "Firmamos el 0-0".

Escarmentado por las triquiñuelas de la ronda del año pasado, no picó el Barcelona, que tomó la pelota y se desplegó de manera muy seria en la cancha del Chelsea, empeñado como estaban los ingleses en ganar el partido por córners y faltas más que por oportunidades o goles, esperanzados en que les alcanzaría con robarle un par de balones al contrario para firmar la victoria. Futbolista competitivo por excelencia, Deco se ofreció entonces para gobernar una refriega condicionada por el juego estraperlista del Chelsea.

Parada la refriega a mitad de campo por orden de los volantes, el partido se desequilibró por decisión de Messi, protagonista indiscutible de la noche. El argentino ofreció un monólogo estupendo hasta que Del Horno le eliminó con tal crueldad que al árbitro no le quedó más remedio que expulsarle. Los azulgrana descargaron su juego en la pulga azulgrana, un futbolista que es más veloz con que sin la pelota. El suyo fue un monólogo delicioso al punto. Fue el primer jugador que remató a portería, el que generó la primera ocasión de gol y el primero que sonrojó a los zagueros del Chelsea.

Vertical, profundo y veloz, Messi enfilaba, aceleraba y desestabilizaba la organización defensiva del plantel blue. Ante la situación de inferioridad de su equipo, Mourinho perdió a Cole para dar entrada a Geremi como lateral derecho mientras Ferreira pasaba a cuidar de Messi. La expulsión de Del Horno marcó entonces un punto de inflexión sorprendente en el partido. El Chelsea encontró una coartada para justificar su plan y, aunque el árbitro se comió un penalti de Makelele, el Barcelona perdió su sitio después de no rematar la ofensiva de Messi en una jugada que ni Ronaldinho ni Eto'o acertaron a empujar el balón a la red.

Reanimado por la salida de Drogba, el Chelsea se puso agresivo. El Barcelona se encogió, incapaz de abrir el campo, de mover al rival para desfondarle, poco preciso y puñetero en el remate. Estéril hasta entonces en la portería contraria, se condenó por un momento a la salida de una falta botada por Lampard y rematada por Motta sobre la salida de Valdés. Un gol que sancionaba la indolencia azulgrana en las dos áreas, agravada por la poca presencia de Ronaldinho y Eto'o en el juego de ataque y la falta de contundencia en la defensa de las jugadas de estrategia.

Al rescate del Barcelona acudió nuevamente Messi, que no paró hasta darle la vuelta la marcador, por mucho que Robben tiró siempre del Chelsea con una clase y profundidad estimables. Messi forzó hasta dos ocasiones para después rematar a la escuadra derecha de Cech hasta que Terry cabeceó en un libre indirecto sobre su portería cuando era presionado por Márquez, espléndido en el empate y en el gol del triunfo, cuando progresó desde su propio campo para ponerle la pelota a la cabeza de Eto'o. Los azulgrana se superaron y ofrecieron una media hora de ataque y gol que fue coreada por los aficionados azulgrana desplazados a Londres. Jugó el Barcelona de perlas con el Chelsea sacando balones de la raya de gol y Messi relamiéndose a sus 18 años con una sublime actuación.

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