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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Maxi rompe un maleficio de un año

Un gol del argentino en los últimos minutos le sirve al Atlético para sumar la segunda victoria consecutiva en Liga

El Atlético, con Pepe Murcia al mando, no se "deja llevar". Los futbolistas rojiblancos han admitido que en la última etapa de Carlos Bianchi se rindieron. Que cansados de interrogar al banquillo sin respuesta se encogieron de hombros. Eso dicen.

El Atlético, con Pepe Murcia al mando, no se "deja llevar". Los futbolistas rojiblancos han admitido que en la última etapa de Carlos Bianchi se rindieron. Que cansados de interrogar al banquillo sin respuesta se encogieron de hombros. Eso dicen. Ayer, además de asumir el peso del partido desde el minuto uno, el conjunto madrileño intentó mostrar que sufre y padece. Que no todo le da igual. Se sobrepuso a dos igualadas del Deportivo no del todo muy justas y ganó su segundo partido seguido. No conseguía seis puntos consecutivos desde el mes de marzo de 2005, en la jornada 28 del pasado campeonato.

Sin embargo, al menos en dos aspectos, se pareció mucho al equipo "sin capacidad de reacción" que dejó el técnico argentino: perdieron por dos veces la ventaja en el marcador y encajaron dos tantos imputables a una pésima defensa de los balones por alto. Claro, que todo tiene su reverso: también fue capaz en dos ocasiones de sobreponerse a los sucesivos empates deportivistas y voltear el resultado. Y eso sí que es nuevo. También es una novedad marcar tres goles en un mismo partido. O ganar dos veces seguidas en Liga.

La conexión entre Ibagaza, Petrov y Maxi se ha convertido en la primera "sociedad limitada" productiva de cara al gol que se recuerda en el Atlético desde su regreso a Primera, hace ya cuatro temporadas. Hasta la fecha, que se supiera, los goles eran cosa de Fernando Torres. Y no porque se entendiera muy bien con nadie de su equipo. No. Sencillamente, se buscaba la vida el solo. Ahora, resulta que Maxi tiene una gran habilidad para comprender los movimientos de Ibagaza y de Petrov. Incluso los del propio Fernando Torres. Mejor, Maxi tiene una gran habilidad para comprender los movimientos de la pelota. Su gol, el sorprendente gol que torcía una racha de mala suerte en los minutos finales para los rojiblancos, fue un curioso tanto marcado casi de espaldas con la espuela. Maxi tiene intuición.

El Deportivo, al margen del plus de carácter que se supone que aporta Joaquín Caparrós, no se parece en nada al de hace unos pocos años. Es peor. En el primer tiempo no disparó a puerta ni una sola vez. Tampoco se defendió con especial rigor, aunque al final del partido se señalaron más de 50 faltas. Casi todos sus futbolistas permanecían agazapados en campo propio. Nadie se ofreció. A nadie se le ocurrió modificar el guión que marcaban Luccin e Ibagaza. Tristán, en un estado de forma lamentable, se tropezaba con su sombra. Sergio no debe figurar en las estadísticas del encuentro. Los dos fueron engullidos por el vestuario tras el descanso. Castigados por Caparrós, dejaron sus puestos a Rubén y Arizmendi. El Deportivo mejoró. El primer síntoma de esa mejoría fue el empate. Un gol bastante tonto de Rubén. El canario sacó una falta al área que sin que nadie tocase el balón se coló en la portería de Leo Franco. Esas cosas pasan.

Fue el primer golpe a la autoridad que hasta ese momento mostraba el Atlético. Una falta directa magistral lanzada por Antonio López a los pocos minutos restauró la ventaja del conjunto madrileño. Pero el Deportivo, en los pocos minutos en los que equilibró medianamente el juego, volvió a empatar. Un córner horrorosamente defendido le sirvió a Capdevila para rematar en plancha y solo en el segundo palo. Se suponía que Petrov se encargaba de vigilarle. Obviamente no era así.

Poco a poco, y ya con el empate a dos en el marcador, el Atlético recuperó la apuesta inicial. Una propuesta que consistía en mover con velocidad y profundidad la pelota con bastantes jugadores empeñados en la tarea. El Deportivo, agotado el carbónico que le aportaban Arizmendi y Ruben, regresó a la trinchera defensiva. Luccin e Ibagaza volvieron a colocar su banderita en el centro del campo.

El Atlético, además, no ofreció la gelatinosa sensación de sus últimos choques ligueros. Aunque había visto como le igualaban el partido por dos veces, no sufrió en exceso en los instantes finales. Nadie sudó más de lo habitual. Nadie tembló. Pepe Murcia, por si acaso alguien quiere hacer comparaciones, agotó los tres cambios. El último de ellos lo hizo en el minuto 92. Había aprendido la lección.

Fernando Torres abraza a Maxi tras marcar éste el primer gol del Atlético en el partido contra el Deportivo en el Calderón.
Fernando Torres abraza a Maxi tras marcar éste el primer gol del Atlético en el partido contra el Deportivo en el Calderón.EFE

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