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Crónica:FÚTBOL | 20ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Depor derrocha hospitalidad y cede un empate ante el Mallorca

Pasó el interludio de la Copa y el Deportivo regresó donde solía en Riazor. Jugar en casa se ha convertido en una condena para el Depor, que no gana en su estadio por flojo que sea el rival. Dos duelos consecutivos frente a penitentes del fondo de la tabla, Alavés y Mallorca, se han saldado con el misérrimo balance de un punto.

La flojera que sufre el Depor en casa está ensombreciendo una campaña más que aceptable, le ha granjeado cierta inquina de una parte de la grada y exaspera a su entrenador, Joaquín Caparrós, quien no da con el modo de erradicar la ilimitada hospitalidad de su equipo.

Fue un partido insulso y extraño, que finalmente acabó igualando a dos equipos que, sin que se sepa muy bien cómo, sacaron un inusitado provecho de su esterilidad. Sin hacer casi nada, el Depor se puso con dos goles por delante en sólo siete minutos. El Mallorca necesitó todavía menos para igualar el choque. Pescó el empate en un suspiro de tres minutos, recién arrancado el segundo tiempo. Entre esos dos fragmentos discurrió un partido de como tantos que se han visto esta campaña en el estadio coruñés: mucho empeño, escaso fútbol y ni el mínimo asomo de creatividad. Lo mejor del primer tiempo fue el despertar goleador de Valerón. El Depor tardó 17 minutos en crear una ocasión, y el canario enchufó la primera con la seguridad propia de un ariete.

La jugada nació en un centro de Manuel Pablo, su amigo inseparable fuera del campo, pero un socio poco frecuente en el césped. El balón entró en el área a media altura, Valerón controló con el pecho y remató cruzado para salvar la salida del portero. Aunque el juego del Depor siguió tan improductivo como antes del gol, el Mallorca le socorrió en sus necesidades y le regaló el segundo poco después.

La jugada delató las habituales infracciones que proliferan en el área durante los saques de esquina. Hoy, Cortés se llevó al premio al pardillo de la tarde, al agarrar a Valerón ante las narices del árbitro. El penalti lo transformó Tristán, que está para eso y para poco más, aunque le baste para mantenerse en la clasificación de los máximos goleadores (ya lleva nueve, una cifra asombrosa para un tipo que apenas aparece en los partidos).

Parecía difícil conseguir más con menos juego, pero el Mallorca superó la marca al comienzo de la segunda parte en dos jugadas extrañas, que retrataron el desbarajuste que presidió el partido. En la primera, Okubo cabeceó de espaldas a la portería un potente centro de Jonás. La segunda, sólo tres minutos después, arrancó con un mal despeje de Manuel Pablo. El barullo subsiguiente lo arregló Arango. Y ahí se acabó casi todo lo que tenía que ofrecer el choque, otro jalón más en la tambaleante carrera del Depor en su estadio.

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