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Inglaterra se atraganta con Suecia

Hubo un gran chasco en Saitama. Aún cuando la tradición estaba en su contra, pues lleva 34 años sin ganarle un partido a Suecia, la perfumada Inglaterra de Beckham se presentó como un equipo descolorido, frágil y liviano, incapaz de administrar un gol de ventaja ante un rival fabril e indesmayable. Los suecos obligan siempre a los contrarios a un sobreesfuerzo físico que los ingleses no pudieron sostener.

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Lastrado por las lesiones, el plantel de Eriksson se aflojó a la que a Beckham, falto de fondo y de ritmo, se le acabó la gasolina y concedió el empate en una jugada que puso los pelos de punta por lo mal defendida que estuvo. Mills, un central reconvertido en lateral derecho por su rapidez, dudó a la hora de ugar con Seaman en una pelota que tenía franca y después rechazó de manera frontal, mal, al balcón del área, donde Alexandersson engatilló un remate al que el portero no pudo responder porque Ferdinand hizo de pantalla.

El empate sirvió de coartada para que unos y otros intentaran justificarse por un partido farragoso y falto de luz, pese a un inicio prometedor. Beckham aceleró bien el juego, Owen tiró un par de desmarques y Ashley Cole era más un extremo que un lateral zurdo. El gobierno inglés encontró recompensa con un gol muy ortodoxo: Beckham botó un saque de esquina con su elegante diestra y el central Campell entró como un buey para cabecear a la red frente a un Hedman rodeado de centrales y al tiempo espantado y tardón en la salida.

A Suecia pareció darle lo mismo. Tal que fuera un diesel, fue ganándose el campo palmo a palmo, sin perder nunca el sitio, con disciplina y oficio, e Inglaterra se descosió, para acabar jugando a rebufo del rival, con una alineación que expresó todas sus limitaciones, sobre todo en la medular. Eriksson ha montado un pastel en el medio campo, y a los jugadores les cuesta encontrar su puesto, sobre a Heskey, que juega más cómodo cerca del área por su condición de delantero.

La falta de pase inutilizó a Owen, del que no hubo prácticamente noticias, y obligó a Beckham a desgastarse hasta quedar fundido y ser sustituido. Hubo poco fútbol y demasiado contacto físico. Tampoco los jugadores más distinguidos de Suecia aparecieron demasiadas veces y dejaron el protagonismo a sus escuderos. Allback, por ejemplo, estuvo más activo que Larsson y Ljungberg. El esfuerzo colectivo les alcanzó para atrapar el empate y acariciar incluso el triunfo en un último remate de Larsson cuando Inglaterra ya había levantado la bandera blanca.

Le sobró partido al grupo de Eriksson, que deberá recuperar la palabra ante el silencio que ayer ofreció su selección. Inofensivos sus jugadores en la cancha, los hinchas ingleses estuvieron también especialmente dóciles en la grada, intimidados quizá por un gran despliegue de seguridad y la falta de cerveza, cuyo consumo quedó limitado al máximo. "Hay cerveza, pero está caliente", exclamó un aficionado. Una afirmación que de forma metafórica se podía aplicar muy bien a su equipo y a Beckham en el que era su 50 partido con la selección. Hay cerveza, pero habrá que ponerla a enfriar.

El portero inglés, David Seaman, contempla impotente cómo entra el balón en su portería.
El portero inglés, David Seaman, contempla impotente cómo entra el balón en su portería.AP

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