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FÚTBOL | 32ª JORNADA DE LIGA

Aimar mantiene firme al Valencia

El conjunto de Benítez se impone justamente al Tenerife

El Tenerife comenzaba a saborear un punto que le sabía a gloria, a tenor del asedio al que le sometía el Valencia, cuando apareció Aimar para sacarse de su mágico repertorio un tiro desde fuera del área que entró como una exhalación en la portería de Julio Iglesias. Ahí se acabó el Tenerife, superado por un rival que no se anduvo con chiquitas: puso el alma en el empeño para conseguir una victoria que le mantiene firme en la pugna por el título.

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Tras un arranque titubeante, superado por el empuje del Tenerife, el Valencia entró en el partido para cercar al equipo de Javier Clemente, que capeó el temporal a duras penas: unas veces le salvó Julio Iglesias; otras, la mayoría, la falta de contundencia de los valencianistas, que dispusieron de ocasiones a porrillo. Sin delanteros natos, el Valencia llegó en tromba al área del Tenerife. Y lo hizo durante todo el partido. Nunca desfalleció y encontró el premio en un arrebato de su mejor jugador, Aimar, que ha entrado a toda mecha en el último tramo de la temporada.

Y eso que la pinta del Valencia auguraba un encuentro enredado y escaso de ocasiones. Fue todo lo contrario. Con Angulo solo arriba, en plan Piojo López, el Valencia parecía encomendarse al contragolpe, a alguna acción fulgurante.

En principio, se topó con un Tenerife que buscó con ahínco la portería de Cañizares. Martí dispuso a los 33 segundos de la mejor ocasión para su equipo: se plantó solo ante Cañizares y optó por un tirito que desvío el atento portero valencianista, que ratificó su gran momento. El Tenerife dejó en evidencia en esta jugada a Djukic y Marchena, ayer titulares ante las ausencias de Ayala y Pellegrino, lesionados.

El dibujo del Valencia descolocó a la defensa del Tenerife. Sin delanteros que marcar, la zaga isleña tuvo que estar atenta a muchos frentes, y ninguno fijo: la movilidad de Angulo, la presencia entre líneas de Aimar, la explosividad de Rufete y la llegada de Baraja. Al final, los locales claudicaron.

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